Sarah Brightman: "Si ayudé a democratizar la música clásica, me siento feliz"
Sarah Brightman (49) tiene un buen argumento para hacerse cargo de las históricas críticas que pesan sobre su trabajo: que lo suyo es una burda mezcla de pop con música clásica, que su voz de soprano está desperdiciada en ese repertorio y que los 26 millones de copias que ha vendido son casi una anécdota, un triunfo meramente mercantil: "Yo nací en los 60 y me crié en los 70. Tienes que entender que en esa época la mezcla de estilos, la falta de prejuicios frente al arte, era la base de todo. Cuando era niña, solamente los que tenían mucho dinero podían estudiar música clásica. Mis orígenes son muy de clase media y siempre pensé que se podía democratizar la música docta, que se podía acercar a la gente. Si ayudé a eso, si contribuí a que eso pasara, entonces me siento muy feliz", dice al teléfono desde el Reino Unido la más popular de las sopranos del mundo, que debutará en Santiago el 16 de octubre en el Movistar Arena (de $ 12.000 a $ 120.000 a través del sistema Ticketmaster).
Con 33 años de carrera, 17 discos publicados y media docena de participaciones en títulos clave en el género de los musicales (como Cats, en 1981, y El Fantasma de la Opera, en 1987, ambos de Andrew Lloyd-Webber, con quien estuvo casada entre 1984 y 1990), Brightman está consciente de que tiene una deuda histórica con Sudamérica.
"No tengo una explicación clara", admite entre risas, "pero te puedo decir que estaba tan consciente de ello, que me la he pasado por años invitando a gente de Sudamérica al escenario durante mis conciertos. Creo que era mi manera de ofrecer excusas por no haber ido nunca hasta allá".
Reconoce no estar muy enterada de lo que sucede en esta parte del mundo, pero sólo tiene un deseo en mente: "Estoy segura que me encontraré con una audiencia adorable. Con gente que va a salir de sus trabajos para ir a pasar un buen rato conmigo. Espero no defraudarlos".
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