Se estrena documental que revive al empampado Riquelme

En 1956, Julio Riquelme abordó un tren hacia Iquique. Jamás llegó. Recién en 1999 sus restos aparecieron en el desierto. Samuel León estrena en el Festival de Cine de Antofagasta Riquelme, filme que indaga en este misterio.




Dos de febrero de 1956. Julio Riquelme Ramírez aborda el entonces tren Longitudinal en La Calera con destino a Iquique. Se dirige al bautizo de su nieto; va a reencontrarse con su familia después de 20 años. Pero a la ciudad nortina llegó sólo su maleta. De Riquelme, ni rastros. Hasta 1999. Ese año, su esqueleto fue encontrado tumbado al sol, en pleno desierto, cerca de Antofagasta, luego de que sus objetos personales fueran dejados por un desconocido en el aeropuerto de Cerro Moreno. Y comenzó el misterio. ¿Qué sucedió con Riquelme? ¿Se bajó del tren, se cayó, o fue un caso de empampamiento, la desorientación que se produce ante el vasto paisaje árido?

El caso despertó el interés del periodista Francisco Mouat, autor de El empampado Riquelme, relato sobre el desafortunado viaje del pasajero oriundo de Chillán. Mientras Mouat investigaba, el cineasta Samuel León producía Riquelme, un documental que luego de varios años de trabajo se estrena este viernes, a las 19 horas, en el Festival de Cine del Norte de Antofagasta. Riquelme no es el único atractivo del festival: anoche se estrenó La nana, de Sebastián Silva, y hoy es el turno de Tendida mirando las estrellas, de Juan Racz, protagonizada por la ministra de Cultura, Paulina Urrutia.

ARRIBA DEL LONGITUDINAL
Mouat y León registraron juntos el funeral de Riquelme, realizado en agosto de 1999. "Después cada uno siguió su camino", cuenta León, productor también de la parte chilena de Diarios de motocicleta, de Walter Salles.

Riquelme tenía 58 años cuando desapareció. Medía un poco más de 1.80 centímetros, militaba en el Partido Radical y era dirigente deportivo. Trabajaba como guardia del Banco del Estado de Chillán. En 1936, su matrimonio se quebró. Su mujer, Celinda Chávez, regresó a su Iquique natal. Se llevó a Ernesto, su hijo recién nacido. Años después, dos hijos más del matrimonio, Julio y Rolando, también se irían al norte con su madre. Riquelme abordó el Longitudinal para reencontrarse con ellos.

En el documental, León intenta reconstruir los pasos de Riquelme.  Tuvo un aliado importante: Ernesto, el hijo del protagonista, narrador de la historia de su padre. También entrevistó al pasajero testigo del hecho y filmó escenas en un viejo tren del Ferrocarril Antofagasta-Bolivia, un vapor similar al Longitudinal. El resto fue una odisea. 

Con recursos del Fondart, el director planeaba rodar en 2005 casi toda la película. "Pero por ir capturando pedazos del rompecabezas, personajes extraviados y otros detalles, hubo que producir jornadas aledañas a ese rodaje que fueron en otros años", cuenta. También el desierto puso lo suyo: debieron ir más de una vez al lugar donde se encontró a Riquelme, a 17 kilómetros de las ruinas de la estación Los Vientos. El presupuesto terminó doblando los $ 22 millones iniciales. "Una sola entrada al lugar era carísima: había que ir con GPS, camionetas y agua", cuenta León.

Riquelme, en cambio, no llevaba nada útil para el desierto. Dinero, una pluma Parker, un contrato de trabajo, anteojos, un reloj. ¿Qué hacía allí? Los pocos testigos dicen que viajaba nervioso. Iba a reencontrarse con su familia. Al bajar en Los Vientos, pudo empampanarse. Pudo caer del tren en movimiento. Pudo arrepentirse del viaje y, desesperado, saltar al desierto.

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