Sobrevivientes recuerdan miedo ante explosión en hospital de maternidad mexicano

La tragedia dejó a tres muertos, entre ellos una enfermera de 25 años y dos bebés, junto a más de 70 personas heridas.




Dentro del hospital de maternidad situado en el oeste de la Ciudad de México, la preocupación pronto se tornó en pánico conforme el acre olor del propano se extendía, y la nube de vapor crecía ante la puerta de urgencias. El personal del camión cisterna de gas que había afuera empezó a gritar: "¡Llamen a los bomberos y digan a la gente que salga!".

Una enorme explosión marcó la mañana del miercoles pasado, derrumbando la mayoría del hospital y provocando llamas y humo que se alzaron hacia el cielo hasta ayer por la mañana.

Cerca del centro, Fátima Parras, de 16 años, se estaba preparando para ir a la escuela en su casa cuando la detonación arrancó tejas de su techo. Con el pelo aún mojado, corrió a la calle, donde encontró a un chico de unos 13 años llevando un bebé del hospital.

"El bebé estaba cubierto de polvo y el chico corría. Empezó a gritar "¡Ayuda, ayuda!", recordó Parras. Los vecinos que acudieron a la escena encontraron

a madres sangrando, saliendo de los escombros con niños recién nacidos mientras los pequeños lloraban entre los restos del hospital.

En la explosión, murieron un bebé de varias semanas y una enfermera de 25 años, mientras que una segunda bebé murió unas horas más tarde, según las autoridades de la ciudad. De las más de 70 personas heridas, ocho niños y siete adultos estaban en estado grave. Ayer por la noche, las autoridades dijeron que no quedaba nadie bajo los escombros del Hospital Materno Infantil de Cuajimalpa.

En un comunicado, el papa Francisco expresó su pesar por las ví­ctimas de la explosión, y transmitió "su sentido pésame a los familiares de los fallecidos, junto con expresiones de consuelo, viva solicitud y deseo de pronto restablecimiento de los heridos", en un telegrama enviado en nombre del pontí­fice por el cardenal secretario de estado, Pietro Parolí­n, al arzobispo de México, cardenal Norberto Rivera Carrera.

El alcalde de México, Miguel Íngel Mancera, dijo que el conductor del camión cisterna y otros dos empleados de la empresa Express Nieto estaban hospitalizados y bajo custodia. La empresa ha proporcionado gas a todos los hospitales públicos de la ciudad desde 2007.

Hasta el 80 por ciento de los mexicanos emplea gas propano en lugar de gas natural suministrado por tuberí­as, y el muy explosivo propano lí­quido se entrega a casas y negocios o bien con camiones como el que explotó o en cilindros,

indicó Margarita Palma, de Amexgas, una asociación del sector de distribuidores mexicanos de propano.

El estallido se produjo a las 7:05 de la mañana, cuando el camión hací­a su reparto rutinario a la cocina del hospital, y el gas empezó a escaparse. Los testigos dijeron que los empleados del camión cisterna trataron de reparar la fuga durante entre 15 y 20 minutos, mientras se formaba una gran nube de gas.

"Les reventó la manguera. Los dos trabajadores del gas intentaron pararlo, pero estaban muy nerviosos. Gritaban a la gente que saliera", dijo Laura Dí­az Pacheco, técnico de laboratorio.

"La reacción inicial de todo el mundo fue ir dentro, lejos del gas", añadió. "Quizá hasta 10 de nosotros pudimos salir. El resto se quedó dentro".

En el momento de la explosión, 110 personas se encontraban en el edificio, según las autoridades.

Agustí­n Herrera, un anestesiólogo que iba de salida de su turno, dijo haber madres heridas que salíeran con sus bebés en brazos. Las partes más afectadas del edifico fueron las secciones de neonatologí­a, recepción y la recepción de urgencias, dijo.

El vecino de la zona Carlos Soria Rezendiz dijo que las viviendas cercanas al hospital tení­an ventanas rotas y agrietadas, y muchos vecinos acudieron a ayudar a evacuar a las ví­ctimas.

Tras la detonación, "algunas personas corrieron y empezaron a sacar gente. Empezaron a retirar escombros y a sacar a gente que gritaba y sólo agitaba las manos", dijo la prima de Soria, Ariatna Resendiz.

Al otro lado de la ciudad, Miguel Angel Garcí­a, de 22 años, manejaba un autobús cuando oyó noticias sobre la explosión en el lugar en el que acababa de nacer su segundo hijo. Pidió a los pasajeros que transportaba que se bajaran y se dirigió al hospital.

"Cuando llegué al hospital y lo ví hecho pedazos, pensé lo peor", dijo. Esperó al menos una hora y luego una enfermera le dijo que su esposa y su bebé estaban bien y que habí­an sido transferidos al ABC de Santa Fe.

Conforme avanzaba el dí­a, la gente empezó a llegar al Hospital ABC ofreciendo pañales y leche de fórmula. La espera para donar sangre era de una hora.

El ABC era el hospital más cercano a la explosión y recibió 31 pacientes, incluyendo 17 niños. El doctor Moises Zielanowski, director de operaciones del centro, dijo que seis bebés llegaron sin acompañamiento y sin identificación.

Mancera, el alcalde, dijo que ya se habí­a dado de alta a algunos de los heridos, incluyendo dos madres que sufrieron heridas cuando escudaron a sus hijos con sus cuerpos.

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