Sos Macanudo, Juan Antonio
El seleccionador nacional de 49 años ha construido su propio camino. Lejos de su recordada faceta como goleador, Pizzi ha hecho la vuelta larga. Hace 12 años comenzó su carrera con un 0% de rendimiento y hoy es uno de los técnicos de élite mundial. Aunque, como revela este perfil, Juan Antonio no solo sabe de éxitos.
Parece mentira pero al actual técnico de la Selección Chilena de Fútbol no se le dieron las cosas fáciles tras su retiro como jugador. Juan Antonio Pizzi Torroija fue un goleador de fuste en la década del noventa, regalando alegrías a los aficionados en su natal Argentina y, por adopción, en España. Fue con los ibéricos donde cosechó sus más preciados logros, incluso llegando a disputar un mundial con "la roja" europea.
Después de haberse retirado con la camiseta del Villarreal en 2002, estar inscrito en el subconsciente de los hinchas del Barcelona y ser pichichi con el Tenerife, Pizzi se estableció en la ciudad catalana para jugar profesionalmente al Polo, otra de sus pasiones. En paralelo tomó un curso especial para ex seleccionados españoles que lo llevaría a convertirse en técnico profesional. Luis Enrique y Pep Guardiola eran sus compañeros.
En enero de 2005 llegaría la hora de demostrar lo aprendido. En una inédita dupla con el peruano José "Chemo" del Solar, asumió en Colón de Santa Fe esperando aplicar toda la mentalidad ofensiva que llevaba en la sangre. El experimento fracasó rotundamente: sólo alcanzó a estar en la banca tres partidos. Juan Antonio fue despedido inapelablemente.
Años más tarde en una entrevista con El Gráfico de Argentina, el técnico se sinceró al respecto: "Fue jodido, porque después de ese paso fallido costó mucho revertirlo. Cada vez que salía una posibilidad acá, recordaban mi paso por Colón, por eso me tuve que ir a Perú y luego a Chile".
Tras un paso por Perú en 2006 dirigiendo una regular campaña con la Universidad de San Martín, Pizzi —que por ese entonces se presentaba a las conferencias con short y sandalias— pensó que ya no podía más. Intentó formar parte de la dirigencia de Rosario Central, su primer club, al año siguiente, pero perdió las elecciones y desapareció de la esfera futbolística. Entonces, Chile fue su salvación.
La llamada de Santiago Morning a mediados de 2009 le devolvió el hambre de fútbol. Con el equipo microbusero alcanzó a dirigir 44 encuentros y se metió a una inédita semifinal del campeonato nacional cayendo ante Universidad Católica, su próxima casa como entrenador.
En San Carlos de Apoquindo consigue su primer título como entrenador, llevando al club cruzado a convertirse en "Campeón del Bicentenario" en Chile, ganando 15 de los 20 partidos que dirigió. Tras no alcanzar el bicampeonato con la UC decidió dejar Chile y hacer un sacrificio por amor.
Asumió la banca de Rosario Central buscando el ascenso a primera división pero no pudo conseguirlo. Su carrera se encontró nuevamente con la amenaza del fracaso, pero Pizzi no lo podía permitir. No de nuevo.
Con San Lorenzo de Almagro por fin pudo despejar los fantasmas y rectificar su forma de juego con un título nacional tras dos años en el cargo. Renunció pocos días después de haber cumplido el objetivo. Había que partir a Europa.
Valencia fue su casa nuevamente —ya había brillado como jugador en la temporada 1993/1994—, consiguiendo una semifinal de la UEFA Europa League. Tras ser cesado de su cargo, obtuvo una discreta campaña con el León de México sin saber que su carrera saltaría a la élite mundial sólo meses más tarde.
Tras la mediática salida de Jorge Sampaoli como técnico de la Selección campeona de América, los dirigentes de la Asociación de Fútbol de Chile vieron en "Macanudo" un nombre de consenso y tranquilidad ante un camarín exitoso pero complicado.
El argentino-español no dudó en aceptar la propuesta de su colega Arturo Salah, ex técnico y actual presidente del fútbol chileno, y se calzó el buzo de Chile en febrero de 2016. ¿La misión? Defender el título a la Copa América Centenario y dejar bien aspectada a la selección de cara al Mundial de Rusia 2018. Siempre bajo la sombra de sus predecesores. Nunca ha sido fácil para Juan Antonio.
Con 21 partidos dirigidos, tener a Chile en puestos de clasificación directa a la cita mundialista y un título en China que casi se cuenta como anécdota, además de aquella copa centenaria bajo el brazo, Pizzi alcanzó junto a sus 23 elegidos una nueva final para la historia.
El rival será una Alemania de recambio, peligrosa pero que no sabe de morder el polvo de la injusticia ni de la derrota. El "profe" y sus pupilos —que lo han aprendido a querer y a respetar con el tiempo— tienen a su haber algo más que saber jugar al fútbol: sed de victoria y gloria, enterrar el fracaso, darle cara a las adversidades. Hay que ponerle corazón y sangre a la historia pero con temple, mesura e inteligencia, el sello característico de la era Pizzi. El techo de Chile, al parecer, son las estrellas.
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