El terrorismo golpea al club más elitista de Estambul
El club Reina, epicentro del ataque que dejó 39 muertos en el Año Nuevo, es frecuentado por la elite turca y turistas árabes.
El club Reina, el blanco del atentado terrorista que causó 39 muertos y 65 heridos en Estambul, es el lugar de citas más exclusivo de la ciudad, y probablemente también el más caro, frecuentado tanto por la alta sociedad turca como por extranjeros. De hecho, la gran mayoría de los heridos y muertos en el atentado son extranjeros y provienen sobre todo de países árabes, confirmaron este domingo las autoridades turcas.
El club Reina, un terreno de casi mil metros cuadrados en gran parte al aire libre y situado frente a la orilla europea del río Bósforo, es el lugar de encuentro para quien quiera sentirse parte de la sociedad elegante, no solo turca, sino internacional.
No es fácil entrar en el selecto club, que exige una estricta etiqueta, se quejan algunos clientes frustrados, mientras que otros aseguran que buscan el local porque "allí es fácil ver a famosos".
El propio club se presenta en la web con fotos de personajes como Joaquín Cortés o Esther Cañadas y no es raro que alguna de las celebridades llegue en yate privado hasta su amarradero.
Pero en la madrugada de de este domingo, cuando del 2017 aún no había pasado hora y media, el Bósforo sirvió de vía de escape a numerosos clientes que prefirieron lanzarse al agua helada antes que esperar las balas del asesino, que disparaba de forma indiscriminada contra la muchedumbre.
Una lancha de la Guardia Costera turca acudió pronto y salvó a quienes habían buscado una vía de escape por el agua, y no consta que hubiera víctimas por ahogo.
Los testigos han descrito en la prensa turca un terrible pánico, en el que algunos incluso perdieron el conocimiento durante un suceso que duró siete minutos desde la llegada del asesino.
El asaltante no necesitaba vestir de etiqueta: disparó las primeras balas de su arma automática en la acera ante el local, matando a un guardia y a un civil antes de lanzarse al interior del club. Otro vigilante, que se hallaba dentro, confesó a la prensa que se escapó al oír los tiros.
"No vi qué vestía el atacante. Escuché tiros de un arma automática. Salimos corriendo. Qué íbamos a hacer", dijo el empleado Emrah Altun, a la prensa turca.
El Reina, que abrió sus puertas en 2002, dispone también de un restaurante con cocina turca e internacional, pero lo que atrae el turismo es, sobre todo, su carta de bebidas, solo accesible a los bolsillos bien surtidos.
Si en los últimos años no era raro ver a europeos entre la clientela, el club, como toda Turquía, es cada vez más un destino de los turistas provenientes de los países árabes cercanos, bien provistos de petrodólares y sedientos de un ocio que es difícil de compaginar con las leyes de Arabia Saudita u otros países del Golfo.
La ministra de Familia turca, Fatma Betül Sayan Kaya, informó de que entre los muertos y heridos abundaban ciudadanos de Arabia Saudita, Líbano, Marruecos y Libia, y que en gran parte eran habituales del club o de Turquía.
El diario Cumhuriyet, por su parte, asegura que se han identificado los cadáveres de tres jordanos, dos tunecinos, un iraquí y una israelí, mientras que fuentes diplomáticas aseguraron a EFE que, hasta el momento, no se sabía de latinoamericanos entre los heridos o muertos.
Aunque el Reina ha sido siempre un sinónimo del estilo de vida de la clase alta de Estambul, con este ataque se ha convertido también en un símbolo de lo que muchos turcos llaman "estilo de vida" a secas, es decir, el hábito de reunirse en bares y beber alcohol, algo infrecuente en las clases sociales que votan al gobernante Partido de Justicia y Desarrollo (AKP), de orientación islamista.
Tal vez por esto, dos grupúsculos de izquierda, el Partido Socialista de los Oprimidos y la Federación de Asociaciones de Juventud Socialistas, cuyos miembros fueron en julio de 2015 víctimas del atentado yihadista de Suruç, que dejó 30 muertos, convocaron una marcha al local para dejar flores rojas.
Pero a los policías desplegados en la zona no les convenció el gesto de solidaridad de la clase obrera con la elite económica: impidieron que la marcha se acercase al sitio y detuvieron a 14 manifestantes, informó el diario Cumhuriyet.
Fuga
Por otro lado, la policía turca continuaba anoche tras la pista del autor del ataque. El primer ministro turco, Binali Yildirim, afirmó que el atacante dejó su arma en la exclusiva discoteca. "Es un terrorista como ya los conocemos. Disparó al policía de la puerta, entró y ametralló y mató a personas inocentes. Entonces dejó el arma y abandonó el lugar aprovechando el caos", dijo Yildirim.
El jefe del gobierno no especificó el tipo del arma usado, que según algunos testigos era un fusil Kalanishkov, mientras que otros hablan simplemente de un "arma automática". "He oído que el terrorista iba vestido de Papá Noel. No es cierto", dijo Yildirim. El dueño del club, Mehmet Koçarslan, aseguró al diario Hürriyet que los servicios secretos estadounidenses ya habían avisado de posibles ataques una semana antes y que se habían tomado medidas adicionales de seguridad.
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