Yo y mi otro Yo

Hay gente a la que no le basta con tener un solo trabajo, sino que se busca dos. No un hobby ni un pasatiempo, sino que otra versión de sí mismos. Abogados, doctores y arquitectos que son a la vez músicos, artistas o sanadores y que no pueden ni quieren elegir.




Yunleng Sánchez, arquitecta y terapeuta de sanación Rai
"Soy de las que hace veinte cosas a la vez", explica esta arquitecta, quien después de muchos años de carrera ligada a la investigación, a la edición de revistas especializadas y al diseño arquitectónico, hoy es encargada de Asuntos Internacionales de la Fundación Artesanías de Chile, realiza dos exposiciones al año en el Centro Cultural del Palacio de La Moneda y trabaja en la promoción de nuestra artesanía en el mundo.Pero Yunleng descubrió hace siete años otra faceta que la llena tanto como su profesión. "Tuve un estrés muy fuerte y la medicina no logró ayudarme, hasta que un doctor me recomendó buscar terapias alternativas. Así llegué a la escuela RamdasRai como paciente; y los resultados fueron sorprendentes. A poco andar me invitaron a probar la técnica y me gustó la idea, porque realmente sentía que en cada sesión lograba un estado de bienestar". Hoy es terapeuta y guía de sanadores. El Rai es una técnica en la que el terapeuta por medio de la meditación entra en el cuerpo y la mente de su paciente para ayudar a liberarlo de sus dolores. "La técnica se realiza en un estado meditativo profundo e induce al paciente a la aceptación de sus dolores físicos y emocionales. El terapeuta libera esa contracción o dolor y lo trasmuta en su propio cuerpo. La idea es tomar conciencia de que siempre una persona puede elegir estar bien", explica.¿Cómo se fusionan estos dos mundos? Su vida como arquitecta es muy exigente, pero destina dos tardes a la semana a apoyar la formación de nuevas terapeutas y los sábados en la mañana atiende pacientes en un espacio que construyó en su casa. También impulsa junto a su escuela un programa para liberar de estrés los espacios laborales en empresas. Y, además, tiene tres hijos adolescentes.Según ella, la combinación entre terapeuta y arquitecta funciona: "La primera sostiene a la segunda, porque la ayuda a vivir en un espacio abierto que permite caminar con alegría. Cuando me invitaron a participar hice un trabajo de autoobservación, entonces comprendí cuáles eran mis propias herramientas y materiales y los puse a disposición de la vida. Y son los mismos que uso como arquitecta. Es como que todo se hizo más consciente, lo que implica que todos los 'yo' que conviven en mí responden en su mejor versión".

Felipe Schuster, abogado y músico
Felipe tiene 37 años y desde que egresó de la Universidad de Chile trabaja en el estudio de abogados Alessandri en temas de marca y propiedad intelectual. Pero también es músico profesional y está a punto de sacar su cuarto disco.La música siempre estuvo en su vida. Su papá, Santiago Schuster, es el fundador de la SCD y hoy trabaja como consultor en la Confederación Internacional de Sociedades de Autores y Compositores (CISAC). "Estuve en el Conservatorio y en la Escuela Moderna, pero al salir del colegio no se me ocurrió estudiar música, sentía que no lo necesitaba y que me iba a obligar a mostrar lo que hacía, a sacar del cajón mis composiciones… lo que me daba mucho pudor", recuerda Felipe.Por una cosa romántica y republicana quería estudiar derecho en la Universidad de Chile. Mientras lo hacía siguió haciendo música a puerta cerrada. "La explosión llegó cuando me fui a España a hacer un magíster en derecho de autor. Allá había una energía creativa muy grande, lo que me motivó a tocar más y a mostrar mis cosas. A mi regreso las cosas se fueron dando, entré a trabajar y alguien me propuso grabar algunas de mis maquetas. Después del primer día de grabación se me abrió el mundo, fue como salir del clóset; me di cuenta de que podía hacer música".Empezó con la banda Hic Sunt, pero después se decidió a seguir como solista y el 2013 sacó el primer disco con su nombre. "Hay un movimiento importante de música chilena y yo me siento parte de él. Tenemos una cooperativa; Manuel García cantó en mi último disco, La Montaña, y Fernando Milagros lo produjo… Somos los que hacemos música chilena, así es como definiría mi trabajo. Música de autor".No se pierde en la vida bohemia del artista y su profesión es su cable a tierra: "Me gusta estar conectado para crear. La música le da sentido a mi vida y mi labor como abogado me permite vivir tranquilo y financia todo lo demás. Podría dedicarme a la música y quizás ser exitoso, pero no quiero romper con mi historia: estoy seguro de que ambas cosas se pueden compatibilizar y quiero demostrarlo. Siempre digo que voy a ser abogado hasta que me jubile y músico hasta que me muera".Felipe reconoce que la vida a dos bandas tiene sacrificios. Principalmente seguir soltero, porque trabaja mucho y aprovecha las vacaciones para hacer giras y promocionar álbumes. "Hay épocas en que toco más, pero estoy tratando de descubrir nuevos lugares y salir de los bares. No soy el rockero bohemio y desordenado, siento que en mi generación somos muy profesionales, trabajadores y autosuficientes".

Héctor Ducci, cardiólogo y escritor
Este médico y reconocido cirujano, que fue precursor del departamento de Cardiología de la Clínica Las Condes y tiene más de 40 años de carrera, descubrió en 2008 una nueva pasión. "Fui a la playa y me contaron la historia de un cuidador que había desaparecido. Me entusiasmó tanto la idea que escribí un cuento que presenté a un concurso en la clínica. Fue el primer paso y quedé muy entusiasmado", dice.Tan entusiasmado que ya tiene 11 libros publicados, tres de cuentos y ocho novelas. Aunque reconoce que nunca ha recibido crítica por su trabajo, ni buena ni mala, quiso desarrollar solo esta veta, por lo que no ha participado ni en talleres literarios ni tiene editor. "Al principio tenía muchas dudas, pero un paciente me regaló un libro que me gustó, así que copié el formato, conseguí un diagramador y una editorial que me imprimiera. El problema es que me autoedito y aunque lo haga varias veces, parece que los errores crecieran en las noches…", bromea.Casado en segundas nupcias con la periodista Karin Ebensperger, cada día le dedica más horas a esta pasión. "Sé que cantidad no significa calidad. Fui formado como médico en Estados Unidos y uno de mis mentores, el doctor Ross del hospital John Hopkins, nos decía que cuando él empezó todos eran más inteligentes, por lo que decidió hacerles el peso con método, palabras que aplico todo el tiempo. Para cada libro me dedico a estudiar por tres meses, busco, leo, hago dossiers…". La mayoría de las veces se sienta a escribir sin saber en qué va a terminar, pero tiene una especie de cábala: "Nunca cambio la frase con que comienzo…". Según él, esto le ha permitido sentirse de 35 años a los 70: "La verdad es que esto es lo más entretenido que he hecho en mi vida".A punto de lanzar su nueva novela La pieza oscura, también quiere hacer una película con uno de sus cuentos, para lo cual está buscando financiamiento. Porque todo sale de su bolsillo; imprime entre 300 y 500 ejemplares de cada obra y las distribuye él mismo, las coloca en algunas librerías, pero reconoce que la gran mayoría las regala. "Cuesta que los demás entiendan esta afición, sobre todo los más jóvenes. Mi fan número uno es mi hermana, que cree que soy el Julio Verne de la familia".

Álvaro Martínez, dentista e instructor de "spinning"
La mayoría de sus alumnos no sabe que el atlético profesor que cada tarde los alienta a ejercitarse arriba de una bicicleta en el gimnasio Balthus, parte sus días tapando caries y haciendo tratamientos de conducto.Y es que Álvaro mantiene a sus dos "yo" bastante separados. Trabaja como dentista hace más de 15 años y tiene su propia consulta en el centro de Santiago, pero siempre ha sido muy deportista. Cuando terminó de estudiar en la Universidad de Chile  se metió a un gimnasio y todos le decían que tenía muy buen "cardio". Sus profesores lo motivaron a perfeccionarse y, aunque en un principio lo hizo pensando sólo en mejorar su rendimiento, a poco andar empezaron a pedirle reemplazos en el gimnasio y la gente comenzó a pedirlo como profesor. A él le gustaba pero no estaba convencido de hacerlo de manera más profesional.La definición llegó el 2004, cuando le ofrecieron formalmente hacer clases con un horario determinado. A esas alturas ya había pasado por varios gimnasios y clubes deportivos, pero fue en el Sport Francés donde comenzó a hacer clases tres veces a la semana. Al principio, coordinar ambas cosas fue un caos, pero hoy ya tiene los ritmos muy organizados. "Trabajo de día y hago clases en la noche, excepto los miércoles que es el día en que descanso. Porque además soy instructor de BodyPump, yoga y aikido", explica. Eso significa que en un día normal no termina antes de las 11 de la noche. Por suerte, su pareja tiene una vida similar: "Trabaja en un banco y es instructora deportiva, así que nos acompañamos".Álvaro reconoce que trabajar en salud le da herramientas adicionales a su labor como entrenador: "Yo estoy todo el día tratando infecciones, pongo en práctica la salud constantemente. Sé como entrenar a alguien que tiene diabetes, un bypass o toma medicamentos… conozco la forma de manejar casos más complejos".Las dos cosas le llenan por igual y no sería capaz de optar. Ni tampoco siente que una le reste valor ni seriedad a la otra. El trabajo como dentista es más solitario, mientras que en el gimnasio puede darle curso a su gusto por enseñar. "Tengo algunos pacientes y alumnos que se cruzan, pero trato de no mezclar, que sean mundos separados".

Gonzalo Sánchez, abogado y artista
Gonzalo se pone ropa de abogado todas las mañanas. Y casi siempre usa chaqueta y corbata azul, que para él es símbolo de la seriedad que debe imprimirle a su trabajo. Pero cuando entra a su casa y taller no tiene problemas en calzarse su otro traje: el del artista, el de Pikti, su alter ego. "Me tocó vivir en un Chile y en un colegio (Tabancura) en el cual si eras bueno para la historia y la filosofía tu destino era ser abogado, no era un drama, era así no más. Afortunadamente mis padres eran muy estimulantes en el plano cultural, conocieron personalmente a Dalí, Guayasamín, Borges y nos transmitían la sensación de que eran rockstars".A los 13 años conoció a Virgina Huneeus, una profesora que lo hizo experimentar con videos, películas y diapositivas, pero pese a que se fascinó al salir del colegio entró a derecho en la Universidad de Chile."En segundo año me empecé a asfixiar de tanto memorizar el Código Civil, incluso partí a la Universidad Católica y le pedí al artista Gaspar Galaz si podía ir de oyente a su curso sobre artes visuales en el siglo XX. Al titularme comencé a  trabajar en un nuevo estudio -Silva y Cía., que se especializa en propiedad intelectual- lo que de alguna forma me acercó al mundo de los artistas", recuerda. Hoy es socio de esa oficina y especialista en temas de marcas, derecho de autor y nuevas tecnologías. Pero ver esos temas también gatilló el deseo de seguir su veta artística. Al principio usó el seudónimo de Pikti, porque era una época de exploración y prefirió mantener las dos versiones de sí mismo separadas. "Hasta que me gané un premio y salí en los diarios, así que no me quedó otra que asumirme", recuerda.Partió entregando material a una tienda y participó en algunos concursos. "Hasta que la galerista Alejandra Chellew-de La Sala- se topó con mis obras y me invitó a exponer. Esa muestra se llamó Volantín corta'o no tiene dueño, estuvo en Ch.ACO y con una instalación en el aeropuerto y ha expuesto en algunas galerías en Estados Unidos. También participó en una exhibición colectiva en el Museo de Bellas Artes y acaba de llegar de Art Lima en Perú, donde presentó Infinito, la misma muestra que estuvo en marzo en la galería La Sala.Nunca ha tomado clases formales por miedo a perder su estilo propio. Le gusta experimentar y se define como un "giro sin tornillos del arte", porque le interesan todos los materiales y combinaciones. "Aunque tengo mis facetas de abogado y artista completamente separadas, creo que la línea divisoria entre ambas es bastante tenue: el artista aporta bastante creatividad a lo jurídico y el abogado entrega disciplina y orden mental para lograr que ambos convivan. Me gusta decir que soy mejor abogado porque soy artista".

Juan José Donoso, economista y ornitólogo
Este economista de la Universidad Católica trabaja en la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC), y durante el gobierno de Sebastián Piñera  fue asesor en la División de Coordinación de la Secretaría General de la Presidencia. Pero no sólo siente fascinación por las cifras, también le encantan los pájaros.Su infancia estuvo muy ligada a la naturaleza, sus vacaciones familiares siempre fueron al aire libre y los paseos implicaban carpas y mochilas. A los 15 años llegó a sus manos el libro Guía de Campo de las Aves de Chile, de Braulio Araya, que lo motivó a salir a buscar los ejemplares que veía impresos. "Al principio andaba con un cuaderno de notas y tenía en mi computador un archivo donde iba registrando mis avistamientos. El 2008 decidí profesionalizarlo un poco más, comencé a leer, a planificar salidas… me acuerdo que escuchaba todo el día un CD con los cantos de los pájaros y empecé a identificarlos en terreno", dice.Su amigo del colegio Fernando Claro compartía su afición por lo que empezaron a subir sus fotografías a un foro de internet y nació la idea de escribir un libro. Así nació Geografía de Pájaros. Chile Central, una guía pensada para niños, con ilustraciones de Pilar Mackenna, que lanzaron con el Centro de Estudios Públicos (CEP) y que fue el resultado de tres años de arduo trabajo."Es difícil compatibilizar. Muchas veces llego a la oficina a las siete de la mañana y me dedico un rato a los pájaros, también lo hago bastante en las tardes, las noches y los fines de semana. Tengo la suerte de estar casado con alguien que me apoya totalmente, que me acompaña y aguanta en todo esto y una guagua de 10 meses que parte feliz a hacer | arriba de una mochila", dice y cuenta que ya está trabajando en las ediciones de la zona norte y sur de su libro.Según él, el gusto por la ornitología ha repercutido en su trabajo como economista y lo ha ido llevando a enfocarse en temas medioambientales y de recursos naturales. "La formación profesional entrega método y rigor, lo que es muy importante, sobre todo cuando uno está escribiendo un libro y tiene poco tiempo. Lo malo es que, por mi formación de economista, uno tiende a calcular el costo de los sacrificios que esto trae, sobre todo en términos del tiempo invertido. Pero la conclusión es ciento por ciento satisfactoria".

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