Columna de Marisol García: Días de cuerdas

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Si la altura musical de Jonny Greenwood podía deducirse del trabajo de exploración rockera evidente en la discografía de Radiohead, lo versátil y productivo en sus encargos para cine sí resulta una sorpresa. Desde noviembre, el músico firma los créditos principales de tres bandas sonoras (Spencer, Licorice Pizza y El poder del perro), y todo indica que lo seguirá haciendo con entusiasmo imparable.


Incluso si no se las busca, las bandas sonoras encuentran el modo de acoplarse al cotidiano paisaje sonoro, y ahí está la explosión en desarrollo del ubicuo No se habla de Bruno –el tema del filme Encanto que, cuidado, advierte el New York Times será el nuevo Libre soy– para recordarnos que entre tarareo y márketing el lazo puede llegar a ser inescapable.

Pero sucede hoy que también aquellos soundtracks que la curiosidad musical más dedicada decide salir a encontrar ofrecen una invitación cautivadora. Sin alardes, nombres destacados del panorama pop sueltan tras de sí migas creativas asociadas a la música para cine y series que es mejor recoger si se sigue la huella de talentos particulares, dentro y fuera de sus discografías oficiales.

Spencer. Foto: Neon

A estas alturas, por ejemplo, un fan de una banda como Radiohead no puede ignorar lo que sus cinco integrantes desarrollan por su cuenta: además de composiciones solistas más o menos difundidas, en el último lustro cada uno se ha hecho cargo de al menos un soundtrack. Y es el guitarrista y tecladista Jonny Greenwood el del sendero más extenso (once títulos) y brillante al respecto: el músico a cargo de la banda sonora de la nueva Spencer, de Pablo Larraín, ha probado dotes como arreglador de orquesta y compositor de alto vuelo en partituras a veces asociables al misterio; a veces, al quiebre psicológico; otras, a la exploración exótica: son todas desafiantes en cómo proponen mundos muy diferentes entre sí, aunque anclados a algún tipo de concepto central reconocible.

Había electrónica y distorsiones vocales en Bodysong (2003), el tenso soundtrack con el que Greenwood debutó en el género. Cuerdas envolventes y enfáticas en There will be blood (2007), extraordinaria referencia para lo que acaso debe ser música ambiciosa para una película dramática. Y es Junun (2015) un valioso soundtrack involuntario: tan interesante resultaba la colaboración en India entre el británico y el compositor israelí Shye Ben Tzur, que el cineasta Paul Thomas Anderson se ocupó en hacer un documental sobre su encuentro con músicos locales en Rajastán.

El poder del perro. Foto: KIRSTY GRIFFIN/NETFLIX © 2021

Si la altura musical de Greenwood podía deducirse del trabajo de exploración rockera evidente en la discografía de Radiohead –no nos sonaba tan fuera de lugar que un multiinstrumentista como él nombrase a Messiaen y Penderecki entre sus influencias–, lo versátil y productivo en sus encargos para cine sí resulta una sorpresa. Desde noviembre, el músico firma los créditos principales de tres bandas sonoras (además de Spencer, los de la comedia Licorice Pizza y del drama western El poder del perro), y todo indica que lo seguirá haciendo con entusiasmo imparable: “Me emociona cuando se acercan lo que llamo ‘días de cuerdas’. Esa expectativa ante músicos que llegan y crean sonidos que son tan seductores y asombrosos”, le comentaba a Alex Ross en entrevista.

El predecible cauce masivo del pop más famoso también le impone de vez en cuando a todo auditor/a la necesidad de ese desvío expectante: Greenwood y otros rockeros como él (sólo en el último tiempo pensamos en Warren Ellis, Trent Reznor, Sparks) nos prodigan así, en bienvenidas dosis, nuestros “días de soundtracks”.

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