Columna de Paula Escobar: Callampa
“No pretendan terminar con los partidos callampa con una reforma callampa”, dijo el presidente del Partido Radical frente al anuncio de un grupo transversal de senadores de reforma al sistema político. Esta establece, entre otras materias, que solo los partidos políticos que alcancen al menos el cinco por ciento de los votos válidamente emitidos a nivel nacional, en la elección de los miembros de la Cámara de Diputados, tendrán derecho a participar en la atribución de escaños en dicha Cámara (y una transitoria de 4% para la próxima elección). Además, los parlamentarios que renuncien a su partido pierden el escaño.
Esta es una versión minimalista de lo que se requiere, y de lo que la Comisión Experta Constitucional, y un grupo ad hoc habían planteado, pero ardió Troya igual. Y declaraciones contrarias de alto calibre, como la del mandamás radical, no se hicieron esperar.
Y era previsible.
Estos dos cambios -por poco que sea- van en la ruta correcta de ordenar el caos y la fragmentación actual en el Congreso, que imposibilitan los acuerdos. Es de sentido común que pasar de los 7,2 partidos promedio (entre 1989 y 2013) a los 25 actuales -más seis en formación- hace imposible gobernar. Estas medidas no solucionan todo, no son la bala de plata, pero son los primeros ladrillos en la búsqueda de un orden que habilite la democracia. Ni más ni menos. Una democracia es inoperante si no logra entregar soluciones porque cae en parálisis permanente, y una de las causas de esta parálisis es justamente la cantidad de interlocutores, por un lado, así como la indisciplina e individualismo de los mismos -cada cual va por la libre- , además del incentivo perverso hacia ser cada cual una pyme política propia versus ser parte de un colectivo mayor.
Hoy no cuesta nada armar un partido-pyme, además con financiamiento público, y a la medida o a la pinta del fundador/a. Y luego, la lógica del pirquineo y la transacción tipo Gran Bazar es la que prima. Los que tienen poder no son los de las bancadas de los partidos más grandes, sino los congresistas y partidos “fluidos”, que un día son oficialismo y al otro oposición, que pivotan. Que votan un día para allá y otro por lo contrario. O los llamados independientes, pero que no se eligieron como tales, sino dentro de un partido, al que cuando ya no les conviene le dicen hasta luego.
Hay personajes y partidos que enfrentan, con esta reforma, riesgo de extinción, y que deberán juntarse o ser absorbidos por otros, o acabarse. Y en ese grupo, hay quienes encabezan el pataleo, sin pensar en que la parálisis y el estancamiento están íntimamente relacionados con la imposibilidad de llegar a soluciones de compromiso, como se hizo durante los años de la Concertación. Ahí está el Partido Radical, con su cuña para el bronce. Luego están los Demócratas, un partido que no se comprende cuál es su diferencia con Amarillos, qué es lo que justifica que sean dos partidos y no uno. Un partido que en la “madre de todas las batallas” -como fue, según la oposición, la elección de gobernador de la Región Metropolitana- sus dos líderes principales votaron opuesto. Mientras la senadora Rincón votó por Francisco Orrego, el senador Walker votó por Claudio Orrego. ¿Cuál es la doctrina de este partido, entonces? Porque candidatos más distintos que los dos Orrego no puede haber, en fondo y forma. Por su parte, el presidente de Amarillos, y su único diputado, Andrés Jouannet, enfatizó que “una reforma política que no considera el centro no va a avanzar ni va a pasar”, sentenció. Luego está el FRVS, entre cuyos “aportes” a la esfera pública fue la candidatura de Alejandro Navarro a la Gobernación del Biobío, y haber propuesto y apoyado a la destituida embajadora que dijo que había “tocado el corazón” del Rey Carlos de Inglaterra. Es demasiado evidente que están bregando por su propia sobrevivencia y sin pudor. Y así hay varios más.
La necesidad de hacer una reforma ha sido apoyada por el Presidente Boric, que la comprometió en su cuenta pública. También lo han hecho varios liderazgos del Frente Amplio. Y es notable que, además de los partidos grandes que apoyan este cambio (PS, RN, UDI), haya partidos en peligro de extinción por esta reforma que también la apoyan y han puesto por delante el interés superior del país. Destacan Evópoli -que ha estado siempre liderando el sacar adelante este proyecto-, el Partido Liberal, algunos liderazgos del PPD, como el senador Lagos Weber, así como el presidente de la DC, Alberto Undurraga.
Esto refleja madurez política y mirada de largo plazo, y que han comprendido que esto proveerá de un orden mínimo, sea quien sea que gobierne. Es de esperar que los otros incumbentes, hoy tan molestos, también lo vean. O que si no les expliquen a las y los chilenos por qué este desordenado mundo de pymes políticas y llaneros solitarios, que no avanza para ninguna parte, es uno que merece seguir existiendo tal cual. Y, además, financiado con los impuestos de todos nosotros.
Ojalá que la explicación no sea -cómo decirlo- “callampa”.
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