Columna de Paula Escobar: Pensiones: ¿Cuánto se les debe a las mujeres?
El diputado Guillermo Ramírez osó decir que estaban disponibles para hacer justicia con las mujeres en su jubilación -primero habló de “reparto”-, después dijo que se había equivocado en la palabra, mas no en la idea.
Pero el Partido Republicano (a través de su presidente) ya había hecho arder la pradera usando la frase para intentar demoler a Chile Vamos. “Convicciones débiles”, les dijo, por lo bajo. Y sentenció que o iba todo a cuenta individual o nada. Es decir, que su modo de “negociar” es -una vez más, como en el proceso constitucional fallido 2- pasar la aplanadora completa. ¿Y las mujeres y sus pensiones?…
El gobierno actual ha cedido, y mucho, en materia de pensiones. Pasó de querer toda nueva cotización a reparto a lo que está discutiendo hoy, con varios de los nuevos puntos de cotización a cuenta individual, y algunos a hacer solidaridad inter e intrageneracional, especialmente para mejorar la injusta situación de las mujeres. ¿Cómo eso no va a ser razonable y justo? ¿Cómo va a ser cobarde o carente de “convicción” que Chile Vamos sea empático y responsable con la situación de la vejez de la mitad del país y se allane a una solución?
Porque hoy, la realidad es que si usted nació mujer en Chile, su vida, en términos económicos, está marcada por discriminaciones arbitrarias. De niña, producto nada más que de estereotipos de género, es más probable que le hagan sentir que es mala para las matemáticas. Es una profecía autocumplida que hará menos probable que estudie una carrera STEM, que son las mejor pagadas. Luego, al ingresar al mundo del trabajo, le pagarán menos por el mismo trabajo, pues existe una brecha salarial en torno al 20% solo por ser mujer. Si se le “ocurre” tener hijos, es posible que no pueda seguir trabajando remuneradamente (si no tiene dónde dejar a sus hijos, ni redes de apoyo familiar), porque no hay sala cuna universal gratuita en Chile. Solo está disponible para las trabajadoras de empresas que tienen 20 mujeres.
Sin trabajo habrá una baja de ingresos sustantiva, lo que le significará, además, “lagunas” en su cotización previsional. Si logra mantenerse en el trabajo, verá con alta probabilidad que su ascenso y promoción se verá dificultado. Le será mucho más difícil llegar a los cargos más altos. Y si tiene hijos, es posible que le harán sentir que está más concentrada en ellos y que descuida su trabajo, o incluso le preguntarán cuántos hijos más quiere tener. Cada vez que su hijo se enferme, será usted la que tendrá que dejar su trabajo para llevarlo, no el padre, pues en Chile es baja la corresponsabilidad. (Y quizás el padre ni figure, pues este es el país de los “papitos corazón”, que no pagan la pensión alimenticia de sus hijos). Su capacidad de negociar mejor sueldo se verá afectada, entonces, por la sensación de estar pisando huevos, por labores de cuidado. Además, si se le ocurre negociar más dinero, la verán, por los estereotipos de género, como mala, “ambiciosa” (amplios estudios de la profesora Hannah Riley Bowles).
El resultado de la mezcla de salarios más bajos y más lagunas previsionales es menos plata en la cuenta individual de AFP. Todo por ser mujer y por tener la “osadía” de cuidar: a niños y niñas, a enfermos de la familia, a ancianos. Labor sobre la cual descansa la sociedad completa, pues la economía del cuidado es la piedra basal de toda la economía formal (Katrine Marcal). Esa economía de cuidar es altruista, no transaccional ni calculada, solidaria en el sentido más puro del término. Y si se pagara el cuidado de trabajo no remunerado equivaldría a alrededor del 25% del PIB de Chile (Banco Central, ComunidadMujer).
Y las mujeres -que son muy mayoritariamente quienes hacen las labores de cuidado- no solo no son reconocidas, sino que son castigadas por esa labor. Y la guinda de la torta es que como son más saludables que los hombres y viven más, se les castiga con repartir esa plata en más años, y entonces, reciben menos aún pensión (11% menos en promedio, solo por eso). Después de vidas enteras de menos paga y menos oportunidades, de dobles o triples jornadas -dentro y fuera de la casa-, y la plata repartida en más años, quedan condenadas, en muchos casos, a una vejez pobre o vulnerable.
Todos y todas fuimos cuidados por alguien que lo hizo sin pensar ni calcular qué pasaba con su “cuenta individual”; al revés. Aquello requiere ser reconocido y de modo concreto. Es inaceptable que el P. Republicano tan agria y destempladamente esté intentando ideologizar esto, emplazando a quienes, desde la centroderecha, están buscando un acuerdo básico en algo tan obvio como es remediar con algún mecanismo de solidaridad esta injusticia histórica sobre mujeres, madres y abuelas que, al final de su vida, enfrentan hoy precariedad económica.
Justo cuando son ellas las que deben ser retribuidas y cuidadas.