Cómo atenuar la “tormenta perfecta” que se viene sobre la economía

Trabajo millonario

Al sombrío panorama que vive la economía global, que también impacta en Chile, se une la incertidumbre del proceso constituyente. El gobierno puede hacer bastante para no agravar el cuadro, pero para eso se requieren cambios.


Jamie Dimon, presidente del JP Morgan, considerado uno de los gurúes de la economía mundial, predijo lo que a estas alturas muchos murmuraban, pero pocos se atreven a plantear: “Viene un huracán sobre la economía. Será mejor que se preparen”. Sus palabras fueron una corrección de lo que había dicho en mayo, cuando advirtió que venían grandes nubes de tormenta. Ahora es un huracán.

Es claro que el diagnóstico sobre la economía se ha ido deteriorando aceleradamente. Porque si bien se sabía que todos los países tendrían que ajustarse para compensar el gasto incurrido en la pandemia, lo que no estaba en los planes era un cuadro de alta inflación como el que estamos viviendo, lo que significa que las políticas contractivas deben ser más fuertes. Si a eso se une la guerra en Ucrania, los problemas en la cadena de suministros y la baja tasa de crecimiento en China, entonces el escenario no cuadra y de ahí que el panorama se torna oscuro.

Los documentos oficiales ya dan cuenta de aquello. El Banco Mundial fue enfático esta semana al señalar que nos encaminamos a un período prolongado de escaso crecimiento y alta inflación -lo que se conoce como estanflación-, implicando que “para muchos países será muy difícil evitar la recesión”, entre los cuales está, sin duda, Chile.

De aquello da cuenta el Informe de Política Monetaria presentado el miércoles por el Banco Central, que es claro en señalar la probabilidad de que el país entre en una recesión el próximo año. Lo cierto es que el panorama económico local está lejos de mejorar, partiendo por la inflación, que sigue bastante descontrolada y que se espera toque un techo de hasta 13%, muy por sobre lo que se estimaba en marzo. A ello se suma que la anunciada caída del producto del próximo año tendrá una gran nota de alerta, pues para la inversión se proyecta una baja de 4,8%, algo que sin duda es una luz roja sobre la capacidad que tiene la economía de recuperar su potencial de crecimiento.

A primera vista, se podría decir que la situación en nuestro país en términos económicos no es muy distinta a lo que está viviendo el resto del mundo. Pero, como si esto no bastara, Chile tiene un componente adicional de incertidumbre, que hace las cosas aún más complejas: el cambio constitucional.

Es evidente que un cambio de esta trascendencia, por definición, genera incertidumbre. Es por ello que, al menos en la teoría, se debería evitar que coincida con períodos de inestabilidad económica. En Chile lamentablemente se produjo esta conjunción, de modo que el “huracán económico” está coincidiendo con el “huracán constituyente”, transformándose en una tormenta perfecta. Una que no es posible evitar, solo intentar navegar.

¿Qué es lo que se puede hacer? Hay mucho que es inevitable. La población verá deteriorada su calidad de vida, como lo evidencia el alza del IPC, que ha significado una reducción del poder adquisitivo importante, producto de una caída récord de los salarios reales. Es evidente, por lo demás, el impacto que tiene el alza de la UF en todas las deudas y la presión que pone el menor dinamismo de la economía sobre el empleo y el desempeño de las empresas.

Frente a esto, la capacidad de los gobiernos en el mundo y en Chile se encuentra bastante limitada, ya que este oscuro panorama económico llega en momentos en que todos están tratando de recuperar los equilibrios fiscales, luego del gran gasto que significó enfrentar la crisis del Covid.

Pero si bien el margen de maniobra es muy limitado para cambiar el curso que lleva la economía, eso no quiere decir que solo queda la resignación. No se evitará el “huracán”, pero siempre se pueden atenuar sus consecuencias.

Y en esto, la política tiene mucho que decir. Partiendo por el gobierno, que debe ser responsable en el gasto y luego buscar todas las formas de incentivar la economía. Y en esto, se está al debe. Por una parte, hay abundantes anuncios de gasto público que previsiblemente no se podrá financiar, creando expectativas que no son reales. Por otra, porque justo cuando más se necesita la inversión privada, el gobierno -a través del Comité de Ministros- ha desechado proyectos importantes por razones que no son claras y que solo agregan más incertidumbre sobre las reglas del juego. Además de atender los aspectos anteriores, La Moneda haría bien en revisar el calendario de aquellas reformas que pueden causar ajustes serios en algunos sectores, evitando así introducir más ruido en la economía.

Finalmente, pero clave, está el proceso constituyente, donde el gobierno, más allá de su clara preferencia, debe resguardar que el país sea capaz de absorber cualquier resultado y buscar que los cambios tengan la gradualidad necesaria. Se trata sin duda de un rol distinto al que Apruebo Dignidad había pensado al llegar al gobierno, pero es necesario, dado el cambio dramático en las circunstancias.

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