(In)consecuentes
Por Hernán Cheyre, Centro de Investigación Empresa y Sociedad UDD
La elección de la Convención Constituyente (CC) tuvo lugar en un contexto en que lo que prevaleció fue un voto de rechazo hacia el ordenamiento institucional vigente. La consigna ha sido “derribar el neoliberalismo”, lo que sea que los votantes entienden por ello. Siendo honestos, nadie podría negar que hay muchas materias en las que falta mucho por avanzar para alcanzar en el país una situación de desarrollo integral. Pero esa misma honestidad debería llevar a reconocer -y a no desmerecer- los avances registrados en los últimos 30 años: el PIB per cápita se triplicó; la proporción de la población viviendo en una situación de pobreza disminuyó de 68% a 20,7% en 2017 utilizando una medición multidimensional de pobreza; y el coeficiente Gini, que mide desigualdad, mejoró desde 0,57 a 0,46, habiendo estudios (C.Sapelli) que muestran que la reducción de la desigualdad se ha manifestado con mayor fuerza en las generaciones más jóvenes. Lo que tampoco se puede desconocer es que la percepción de descontento se agravó luego del débil desempeño que tuvo la economía chilena en el período 2014-2017, con un crecimiento del PIB promedio de solo 1,8% (apenas suficiente para equiparar el aumento poblacional), todo lo cual se vio amplificado por efecto de la pandemia, encontrándose la economía recién superando lo perdido desde que se desatara la crisis sanitaria.
Que falta mucho por avanzar y que hay mucho por corregir, no cabe ninguna duda. Con lo que sí hay que tener mucho cuidado es con las propuestas que bajo la premisa de que para lograr mejoras significativas “hay que cambiarlo todo”, plantean soluciones cuya consecuencia puede ser justamente la opuesta desde el punto de vista del bienestar de la población. Y en esto hay que incluir desde las políticas que apuntan a otorgarle un rol protagónico al Estado como planificador del desarrollo, en desmedro de los emprendedores y de los consumidores, hasta aquellas que promueven un desarrollo “ecocéntrico”, sustentadas en la premisa de que “el ser humano es importante, pero no es lo único y lo más importante”(J.J Martin, coordinador Comisión Medio Ambiente y Modelo Económico de la CC), las cuales llevan a concluir que en determinadas circunstancias cerrar industrias o incluso el “decrecimiento económico” pueden ser una buena alternativa, no aceptando que es perfectamente posible combinar el mayor crecimiento económico que el país necesita con el debido cuidado del medioambiente. Es fácil realizar planteamientos de este tipo cuando no se tienen problemas económicos, pero para quienes carecen de un empleo y necesitan generar ingresos para mantener a su familia posturas de este tipo son contraproducentes. Cuidado con estas propuestas, que en caso de ser aprobadas podrían dar origen a frustraciones de mucho mayor calado que las que actualmente preocupan a la sociedad chilena, especialmente en un contexto de gran fragilidad económica.
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