Inteligencia artificial contra pandemias
Néstor Becerra y Juan Velásquez son académicos de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, y Raphael Bergoeing de la Facultad de Economía y empresa de la Universidad Diego Portales.
No hay actividad ni persona que esté libre de la pandemia de Covid-19. Desde las tareas más simples y habituales hasta las más complejas e inusuales han debido adaptarse a esta crisis sanitaria y sus devastadores efectos sociales. Aún no sabemos cuándo será controlada la crisis ni si, una vez que ello ocurra, habrá un rebrote. Lo único claro hasta ahora es que habrá otras epidemias globales, más en un mundo en el que las fronteras han sido borradas por los flujos de bienes y personas.
Así, esta catástrofe debe enseñarnos qué hicimos mal y cómo definir estrategias que, la próxima vez, mitiguen el impacto. Una herramienta para ello debiera ser la inteligencia artificial (IA). Esta tecnología, cuyo objetivo es emular el sistema nervioso central del ser humano, busca solucionar problemas potenciando algunas de nuestras habilidades cognitivas, como la capacidad para clasificar información y predecir de modo automático. Y si bien la IA no es equivalente a big data -como suele creerse-, sí se beneficia de la disponibilidad de datos, lo que exige consensuar su generación y acceso.
Algunos ejemplos ilustran lecciones útiles. Hasta ahora, en países como Taiwán, Corea del Sur y China la IA ha permitido prevenir y detectar la propagación de la enfermedad y, con el uso de robots, realizar labores de sanitización y cuidado de pacientes contagiados. Google, a través de su empresa DeepMind, está aportando en la predicción de las estructuras proteicas para la cura de la enfermedad. Otros, focalizados en la diagnosis temprana, usan sistemas que detectan, sin intervención humana, a personas con temperaturas elevadas, a las que no estén respetando la cuarentena pese a estar diagnosticadas, o incluso a las que no usen los implementos de seguridad exigidos. También existe una empresa israelí que, en colaboración con Carnegie Mellon y MIT, está explorando el uso de la voz para detectar los síntomas del coronavirus. Además, la IA puede ayudar a estimar la expansión de los contagios, eficientando la distribución y localización oportuna de insumos y equipamiento crítico en los centros de salud.
En Chile, sabemos que no estábamos preparados para fabricar los equipos necesarios para enfrentar esta crisis. Invertir en ciencia aplicada y tecnología, por lo tanto, es una necesidad práctica, especialmente si consideramos la prevalencia de catástrofes naturales en nuestro país.
Esta pandemia nos obligó a actuar en forma reactiva, con un descomunal costo humano y económico. Por ello, su solución demandará de un esfuerzo inédito, que debe incluir a todos: Estado, empresas y universidades. La reciente creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación es un paso en la dirección correcta. Y la decisión de este ministerio de constituir un panel de expertos multidisciplinario, para apoyar la elaboración de una política estratégica de IA que institucionalice esta tarea, es una oportunidad para, ante la próxima pandemia o catástrofe, reaccionar pronto y bien.
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