Lo nuevo de lo viejo

People line up for their turn to vote during a referendum to decide whether the country should replace its 40-year-old constitution, written during the last dictatorship in Santiago, Chile, Sunday, Oct. 25, 2020. (AP Photo/Luis Hidalgo)

Si queremos ser más comunidad, necesitaremos a los que tienen miedo de cambiar todo y a los que temen que nada cambie, y la Constitución podría ser un mecanismo importantísimo, si bien no el único, para este fin.


A días del plebiscito, ya se alzan voces que buscan excluir de la conversación constitucional a distintos grupos de chilenos por variadas razones. Lo más grave y miope a mi juicio, ha sido entorpecer o abiertamente obstruir el aporte de los independientes. Pero hay otras razones para marginar: porque no votaron apruebo, porque son los de siempre o porque no tienen experiencia, porque son de la calle o porque son de la elite. Es raro pretender hacer un cambio para que nuestro sistema sea más inclusivo, justamente partiendo por la exclusión.

Si queremos ser más comunidad, necesitaremos a los que tienen miedo de cambiar todo y a los que temen que nada cambie, y la Constitución podría ser un mecanismo importantísimo, si bien no el único, para este fin. No se tratará, como escribió el Padre Hurtado, de “reparar goteras o rellenar grietas, sino reconstruir edificios” y también de ser capaces de rescatarlas piezas valiosas y nobles de la demolición.

En la Constitución se juega el diseño de las instituciones, que deben desenvolverse y equilibrarse con independencia de las personas que ocupan los cargos. También se juegan miradas y aspiraciones que no por estar en la Constitución se harán realidad, por más que nos duela. Sin la voluntad social y política, las políticas públicas adecuadas y los servidores públicos y ciudadanos que encarnen y den vida a esos valores, serán letra muerta.

Porque no ha sido evidente estos días, ojalá nos demos permiso para respetar profundamente tanto a los escépticos como a los entusiastas que creen que Chile estará a la altura del desafío y que este proceso encauzará pacíficamente nuestras legítimas diferencias. Habrá que seguir abogando por la moderación y el diálogo persistente, para que la democracia quede a salvo y su nuevo diseño recoja lo bueno del pasado y lo necesario para el futuro. El ambiente previo y los primeros pasos de la Convención serán extremadamente importantes y predictores de lo que pueda venir en adelante.

“Somos lo nuevo de lo viejo”, dijo hace unos días un hombre sabio, en otro país y en otro contexto. La frase aún me resuena, porque hay pocas cosas más refrescantes que un llamado de atención que te pone en tu lugar, te recuerda tu origen y a la vez te abre la cabeza, el corazón y el horizonte hacia lo diferente, en una línea de tiempo y posibilidades infinitas. Es bueno reconocer que lo nuevo no puede existir sin lo viejo; las ideas, las invenciones, las culturas, son fruto de caminos que ya fueron recorridos por otros, antes que nosotros.

Pero nuestro real desafío como chilenos será encontrar qué será “lo nuevo de lo nuevo”. El diálogo, el buen tono, la confianza y diseñar sin imponer un sueño común, serían una bienvenida novedad, para empezar a conversar.

-La autora es Presidenta de Sistema B Chile

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.