Violencia escolar
SEÑOR DIRECTOR:
La violencia escolar ha sido parte de manera constante en la agenda mediática y ha escalado durante los últimos días; sin embargo, se la ha abordado confundiendo dos tipos distintos de actos violentos. No es lo mismo, tanto por sus causas como por las posibles soluciones, la toma de un establecimiento educacional, la agresión a un profesor, situaciones de acoso escolar, que la quema de un bus utilizando bombas molotov. Este último caso, es un hecho delictual y debe analizarse y castigarse como tal.
En cuanto a la violencia propiamente escolar, creemos que el diálogo, hoy es insuficiente para enfrentarla. No se trata de un fenómeno nuevo y la política pública una vez más, llega tarde. Se deben generar espacios seguros para los estudiantes, sus familias y la comunidad educativa. La pandemia ha servido como un acelerador de ciertas conductas, producto del estrés y frustración vividas a raíz de la cuarentena.
Los directores, cada vez más de manos atadas, no tienen los medios para enfrentar y dar solución a estas situaciones. Los reglamentos internos y programas socioemocionales de cada colegio son herramientas que se deben revisar y reforzar. A esto se suma la poca responsabilidad de los padres, que nuestros políticos y convencionales se esfuerzan por debilitar aún más. Así, contrariamente a los dichos de la Unicef y la Organización Panamericana para la Salud sobre la necesidad de fortalecer a la familia sobre todo después de lo vivido durante la pandemia, en nuestro país la Convención intenta que el derecho preferente de los padres solo pueda ejercerse mediante los mecanismos que fije la ley.
La situación es crítica, pues aquello que veíamos como un fenómeno que solo ocurría entre adultos, crece cada día más en los menores y adolescentes.
Francisca Figueroa
Simón Pinto
Investigadores de Acción Educar
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