¡Orden en la sala! Formas para evitar que el desorden estrese tu vida

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¿Dónde están las llaves? ¿En qué parte dejé ese documento? La desorganización puede afectar las tareas pero también el autoestima, el ánimo, la capacidad cognitiva y las relaciones. Acá algunos consejos para mantener todo, especialmente tu cabeza, en su lugar.




“Es urgente, lo necesitamos para ayer”. Esta frase, por muy absurda que suene, no es rara en oficinas o lugares de trabajo. Aunque no es más que una forma de decir, en vez de fomentar la eficiencia y la rapidez, lo que promueve es el desorden laboral, una ansiedad que deviene en caos, luego en estrés y al final en angustia.

Así lo previenen las investigaciones científicas que asocian el desorden y la desorganización, tanto en el trabajo como en lo doméstico, con diversas complicaciones a nivel de salud mental: desde una mayor probabilidad de desarrollar trastornos del ánimo hasta problemas de memoria, dificultades para controlar los impulsos e incluso malos hábitos alimenticios.

“El desorden puede generar estrés y angustia, pues crea una sensación de abrumadora falta de control y dificultad para concentrarse”, sostiene Rocío Mayol, directora del postítulo en Neuropsicología Clínica de la Universidad Alberto Hurtado. También es capaz de “disminuir la sensación de bienestar, felicidad y la seguridad que una persona obtiene en sus espacios personales”.

Luis Pino, director de Psicología en la U. de Las Américas, dice que el desorden puede ser el primer paso para perder el control sobre el espacio propio, un sentimiento profundo que implica irritabilidad, estrés y ansiedad. Algo que va “horadando la autoestima” y se manifiesta en otros ámbitos de la vida, como las relaciones con los pares y el entorno más íntimo.

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Una oficina desordenada atrae al estrés y a la angustia. Foto: Freepik.

Es cosa de pensar cuántas veces te has visto frente a una urgencia o una tarea que requiere de suma celeridad, lo que ya de por sí es estresante, pero que se vuelve angustiosa cuando no encuentras las llaves, la billetera o los materiales necesarios para sacarlas adelante. Sin contar con el tiempo perdido. ¿Qué causó el desastre? El desorden.

Por eso el orden resulta un buen aliado, ya sea en el trabajo como en la casa, donde para muchas personas está también su espacio de labores. “La organización es un elemento esencial para nuestra salud mental”, acota Pino.

“Mantener un espacio ordenado puede proporcionar un sentido de calma y control”, complementa Mayol, lo que espantaría el riesgo de desesperarse por no encontrar el documento que necesitabas enviar “para ayer”.

Un desordenado círculo vicioso

Un estudio, publicado en 2019, examinó por primera vez el desorden como un factor de estrés físico en el lugar de trabajo. Los autores sostienen que trabajadores cuyos roles exigen lidiar con un gran volumen de tareas a un ritmo rápido serían más propensos a experimentar tensión laboral y, por ende, un agotamiento emocional.

Esto, a su vez, agota su energía, de manera que aumenta la probabilidad de que su trabajo se retrase. Los resultados del estudio demuestran que “la procrastinación en la toma de decisiones”, es decir, dejarlas para después, aumenta el desorden en la oficina, “lo que en sí mismo es un factor de estrés físico”.

El desorden, dice Luis Pino, representa una mayor carga sensorial. “Una persona estará más agotada y abrumada cuando hay demasiados objetos en su campo visual”. Esto afecta la capacidad de concentración y atención, lo que puede tender a la procrastinación.

El riesgo, dice el psicólogo, está en que todo esto fomente un círculo vicioso, y que la capacidad de tener un “pensamiento organizado” se vea reducida, llevando a situaciones que afecten la autoestima. El efecto dominó es que pueden aumentar las probabilidades de otras complicaciones en el ánimo, la memoria o las relaciones interpersonales, sin mencionar la inestabilidad a nivel laboral.

Por el contrario, las ventajas de un espacio ordenado es que facilita la búsqueda de materiales y recursos necesarios para completar tareas. Esto, dice Rocío Mayol, permite “reducir el tiempo perdido y puede promover una mente clara y enfocada al minimizar distracciones visuales y mentales, lo que mejora la concentración en las tareas importantes”.

Un entorno ordenado, entonces, ayudará a un pensamiento organizado, beneficiando la productividad, la autoestima y, en algunos casos, también la creatividad, tan necesaria en ocasiones para sortear situaciones desafiantes. “La organización puede ayudar a generar nuevas ideas al permitir una visión clara de los proyectos en curso”, afirma Mayol.

“Si las personas tienen claridad y son organizadas, su flexibilidad y plasticidad al enfrentarse a situaciones desafiantes será mayor, lo que implicará más creatividad y una buena toma de decisiones. Al contrario, entre el desorden y el estrés, los problemas suelen escalar”, explica Pino.

Pero cuidado, no siempre es así…

¿Un reflejo de quienes somos?

Ahora, ¿es el desorden algo intrínsecamente negativo? No, si nos atenemos a la evidencia.

“El orden y el desorden prevalecen tanto en la naturaleza como en la cultura, lo que sugiere que cada entorno confiere ventajas para diferentes resultados”, sostiene un estudio publicado en 2016. Allí se comprueba que los entornos ordenados pueden asociarse a la tradición y las convenciones, mientras que los desordenados “fomentan la ruptura”, dando pie a la creatividad y la innovación.

“Ambos entornos pueden alterar las preferencias, las elecciones y el comportamiento”, señalan los autores. Queda la duda de si se trata de una relación de efecto y causa, como se sugiere, o de una multifactorial.

Luis Pino sostiene que el orden y el desorden pueden ser indicadores conductuales que están asociados a la personalidad y la salud mental. Ambos pueden ser reflejo de trastornos compulsivos en que, por ejemplo, el acto de ordenar sea más relevante que tener todo ordenado.

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Lo recomendado es generar un orden propio y realista, al que nos podamos apegar. Foto: Freepik.

“La compulsión más popular es el mal de Diógenes”, agrega el psicólogo, aquel en que alguien acumula cosas hasta niveles problemáticos, sin ser capaz de desapegarse de ellas, ni siquiera por su propio bien.

Como sea, se puede comprender que el desorden y la desorganización no sean aspectos negativos en sí. Pero sí pueden representar dificultades y complicaciones, en un entorno cultural que apela mayormente a la tradición y las convenciones.

Generar un orden y organización propios

Para Rocío Mayol, una de las razones por las que la desorganización se relaciona tan a menudo con problemas de salud mental es porque “puede tener un impacto negativo en la forma en que nos vemos a nosotros mismos y en la vida que llevamos”.

Si bien los hábitos de orden y organización se comienzan a inculcar en la infancia temprana, fomentando así la capacidad de pensamiento organizado, nunca es tarde para trabajar sobre ellas.

Para conseguirlo, plantea la psicóloga clínica Joan Black es necesario comprender que no existe un “método universal de orden y organización al cual uno deba suscribir para sentirse mejor o ser más productivo”. Más bien, el asunto está en “generar un orden y organización que tenga sentido propio; es decir, que tenga que ver con quién uno es, con sus necesidades e intereses”.

La idea, dice Black, es generar un esquema personal pueda ser utilizado a favor del bienestar y el crecimiento de la persona. “Esto puede ser incluso una expresión creativa o puede dar pie a la creación”, asegura.

“Un entorno que nos gusta, al que hemos dedicado tiempo, permite sentirlo propio y puede producir emociones placenteras con el espacio”, acota Mayol. Un estudio publicado en 2016 utiliza el término “hogar psicológico” para referirse a la necesidad de identificarse con un entorno físico, estableciendo que el apego al lugar de residencia, y sentir que las posesiones son una extensión de uno mismo, contribuyen positivamente al concepto de “hogar” y al bienestar subjetivo de las personas.

Black añade que habitar un espacio ordenado, acorde a las necesidades y deseos personales, “y que permita el despliegue del trabajo, la creatividad, la calma y el encuentro con otros”, tendrá un impacto psicológico pero también práctico: “nos facilita la vida”. Si no es así, en cambio, puede “entorpecerla”.

Por dónde empezar

Los entrevistados recomiendan comenzar por definir metas realistas. “Las personas que se plantean tareas grandes tienen una muy buena justificación para no lograrlas”, advierte Pino.

“Es útil comenzar identificando áreas específicas que necesitan atención y establecer metas alcanzables”, dice Mayol. “Es importante revisar internamente cómo estamos, qué necesitamos. Luego, implementar sistemas de organización personalizados, como listas de tareas, calendarios y métodos de almacenamiento eficientes. Comenzar de menos a más y otorgar un tiempo diario para organizar”, agrega.

Mayol, también académica de la Facultad de Psicología de la UAH, recomienda echar mano de la tecnología —”puede ser de mucha ayuda”— para crear un sistema propio de organización. Aplicaciones como Google Task o Any.do permiten crear calendarios y planificar pensando tanto en el hogar como en el trabajo.

“Anotar las tareas pendientes es una estrategia eficiente: permitirá tener claro lo que queda por hacer y evitar que se transformen en estrés y ansiedad”, acredita Pino. También aconseja simplificar el espacio de trabajo, sobre todo cuando hay muchos elementos que no necesariamente se utilizan para estos efectos. “En la medida que lo haces, puedes visualizar mejor tus objetivos y metas”, asegura.

Lo importante es que ordenar y organizar se torne algo placentero, que aporte las satisfacciones de una tarea resuelta, beneficiando la autoestima y el bienestar, y no en un trabajo que se viva como otra carga desagradable. Que de esas ya tenemos bastante.

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