Por qué es bueno que niñas y niños practiquen yoga, según pediatras y psicólogas

Con supervisión, la práctica del yoga puede ser muy estimulante para niñas y niños de casi todas las edades.

Son muchos los beneficios de esta disciplina para los infantes: un mayor desarrollo cognitivo, más autoconocimiento y mejor manejo emocional. Especialistas en salud y una instructora aconsejan como iniciar a los niños en su práctica.




Los últimos años han sido complejos. Para todo el mundo, pero en particular para niñas y niños, que han debido enfrentar contextos atípicos para su desarrollo y formación. A los contextos particulares que cada cual vive, se añadió la pesadilla psicoapocalíptica del covid-19 y las restricciones sanitarias que llevaron a un crudo confinamiento, lejos de la socialización con sus pares.

Los resultados de ello aún están por verse, pero algunos adelantos se han ofrecido desde el retorno a la vieja y muy poco novedosa realidad. Entre otras cosas, los especialistas de la salud estiman que en niñas y niños se pueden observar alzas en los índices de estrés y ansiedad, una mayor tasa de casos relacionados a trastornos por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), lo que además implica mayores dificultades para concentrarse, y la pérdida de habilidades sociales.

De cierta manera, esto también ha significado nuevos desafíos para padres, madres, cuidadoras/es y profesoras/es, que en muchos casos se han visto sobrepasados por la situación.

En busca de herramientas que pudieran aportar a una alternativa a toda esta situación, asoma una disciplina milenaria que, en las últimas décadas ha vivido un boom entre la población adulta del país: el yoga. Difícilmente no lo conozcas, pero por si has estado en Júpiter, se trata de una disciplina originaria de la India que apela a la mente, el cuerpo y el espíritu. Y si bien existen diversas escuelas tradicionales y cada vez más variantes modernas, hay una idea general de que el yoga puede ser aplicado de manera transversal a la población.

“Es una disciplina lúdica y llena de matices, que disminuye la ansiedad y los devuelve al juego, la concentración y el equilibrio”, afirma Soraya Jacob Neder, psicopedagoga, instructora de la disciplina y autora del libro ¿Quieres aprender Yoga?, publicado por Planeta.

Jacob sostiene que “los niños viven hoy inmersos y bombardeados por demasiados estímulos y exigencias. Esa vivencia los descentra, los inquieta y con ella olvidan su esencia, que es simple y gozosa”. En ese sentido, el yoga, “les permite recordar que su cuerpo es entretenido y bello, y que moverlo y respirarlo es toda una aventura”.

¿Qué dicen los pediatras sobre el yoga?

Paula Bedregal, médica especialista en Salud Pública y Pediatría, además de coordinadora de la unidad de Medicina Integrativa en la Red UC Christus, dice que a sus pacientes les suele recomendar el yoga, al menos a los que les gusta la actividad física. “A todos les enseña a respirar en presencia plena, para reducir la ansiedad y angustia. Es muy simple y les ayuda mucho”, dice.

La también académica de la Escuela de Medicina de la Universidad Católica va más allá, y plantea que si la práctica de yoga es de calidad podría ser beneficioso para una comunidad escolar completa. “Lo ideal es partir desde pre-escolar, como una actividad lúdica”, apunta.

Bedregal recomienda, particularmente, el denominado “yoga de la risa”, una variante moderna de la disciplina que combina ejercicios de respiración y de meditación con otros que buscan promover la risa prolongada, por unos 15 a 20 minutos.

Son varios los estudios internacionales que avalan los beneficios del yoga en niñas y niños. Incluso las Naciones Unidas recomiendan su práctica durante la infancia.

¿Qué beneficios aporta el yoga en niñas y niños?

De acuerdo a diversos estudios, y como también lo destaca la ONU, practicar yoga durante la infancia ayuda a:

  • Una mejor postura corporal: promueve buenos hábitos en instancias tan cotidianas como sentarse, caminar, estudiar o hacer deporte. Su reiteración impactaría favorablemente en la rutina diaria.
  • Una mejor autoestima: el autoconocimiento al que invita el yoga lleva a una aceptación de uno mismo, tanto de las virtudes como de los defectos.
  • Mayor calma y relajación: el trabajo sensorial en torno a la respiración —el aire pesado entrando y saliendo del cuerpo— aporta mayor tranquilidad y relajo a niños y niñas.
  • Concentración: ignorar los estímulos externos y las distracciones es parte del desarrollo del yoga. La capacidad de concentración aumenta y se puede trasladar a otros escenarios, como los estudios.
  • Más diversión: Las dinámicas del yoga implican manifestaciones corporales que están asociadas a animales y elementos de la naturaleza, como imitar una rana, una mariposa o una serpiente.

Algunos estudios, además, establecen que la práctica del yoga, incluso, reportaría beneficios “para niños y adolescentes que padecen trastornos por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), trastorno del espectro autista, trastornos de la alimentación, ansiedad en general y social, así como para los que han sufrido exposición a eventos traumáticos”.

Por una relación más sana con el cuerpo

Como se puede ver, la práctica del yoga también resulta beneficiosa desde el punto de vista de la salud mental. Joan Black, psicóloga clínica y psicoanalista en formación de la Sociedad Chilena de Psicoanálisis (ICHPA), destaca que hacer esta actividad implica detenerse “a sentirse, a mirarse, a ubicarse espacialmente y parar un poco ante el ritmo constante de nuestra sociedad para dar espacio a la corporalidad”.

Que el yoga favorezca la conexión de los niños y niñas con su cuerpo es fundamental para Black. Esto porque la relación de las personas con su cuerpo no se da per se. “Cómo van sintiendo su cuerpo, qué tan propio lo sienten y cómo lo usan son tareas que tendrán que ir desarrollando”, agrega. “En ese sentido, cada niño y niña habita su cuerpo de modo único y su relación con él será también particular”.

Con supervisión, la práctica del yoga puede ser muy estimulante para niñas y niños de casi todas las edades.

Ese desarrollo está impulsado desde su “psiquismo”, principalmente a partir de la observación de cómo los demás se relacionan con su propio cuerpo. “De qué forma lo miran, cómo lo acarician, lo cuidan o lo toman; cómo respetan sus bordes pero también con cómo cada niño pone en juego su propio cuerpo en la realidad”. Por eso el yoga, a través de la guía verbal y sus “ritmos sensoriales”, pueden ser beneficiosos para desarrollar una relación más sana con el cuerpo.

Por otro lado, Black sostiene que niñas y niños están en un proceso de constitución en el que “la comunicación simbólica no es necesariamente su medio privilegiado”. El cuerpo, la sensorialidad, lo afectivo y “todo el campo de lo preverbal” son un formato que, además, puede dar acceso a otros registros a los cuales el lenguaje verbal no siempre puede responder.

“El cuerpo ocupa un lugar primordial”, dice Black. “Es escenario de afectos, dolores, acciones, síntomas, disfrutes y tanto más”. De ahí que los lugares y recintos que están dirigidos a actividades infantiles requieran de espacio para el desplazamiento, la movilidad y el juego. “Ahí, el yoga puede ocupar un rol importante”.

Una actividad sin riesgos, pero que debe ser dirigida

En general, el yoga puede ser practicado por todos los niños y niñas sin correr mayores riesgos, aunque algunas vertientes pueden ser menos apropiadas para este segmento, así como para adultos sin experiencia en la disciplina. Sin embargo, Paula Bedregal es enfática al sostener que, durante el ejercicio, es necesaria la guía de una persona mayor más experimentada.

“Es importante, por lo delicado de los niños, que los menores de 10 años sean liderados por gente entrenada. En adolescentes sí puede haber autoaprendizaje, aunque mejor sí es supervisado”, detalla la médica.

A modo de ejemplo, dice que la práctica de respiración —denominada “pranayama”— “es para todas y todos”. En tanto, las posturas “se adaptan” de acuerdo a las necesidades de cada persona. Y es en las “prácticas meditativas” donde, según Bedregal, se debe tener mayor precaución: “Hay que ser cuidadosos, pues en niños o niñas muy vulnerables psicológicamente estas es mejor se evitarlas o simplificarlas al máximo”.

¿Cómo empezar?

Si te interesa explorar más acerca del mundo del yoga y sus diversos beneficios en niñas y niños, puedes acercarte —presencial o virtualmente— a los diversos centros que ofrecen talleres a lo largo de Chile. También puedes encontrar información didáctica en el libro ¿Quieres aprender Yoga?, de Soraya Jacob.

“Es un libro de fácil implementación, porque está pensado para que un adulto guíe y comparta la práctica de los niños sin tener grandes conocimientos previos. Las instrucciones son claras, las ilustraciones hablan por sí solas y la música también está sugerida”, detalla la autora.

El libro está estructurado de manera que en una sesión los niños y niñas transiten por ocho instancias: respiraciones, juegos, relajaciones y centramientos, calentamientos, saludos, cuentos, relajaciones y afirmaciones. “Todas ellas dispuestas de manera que el cuerpo y la mente se preparen paulatina y sanamente a la acción”, explica la instructora.

La idea es que la práctica del yoga se realice de manera grupal, incentivando la socialización. “Basta un espacio despejado, algo de música y deseos de aprender”, motiva Jacob. “¡Qué mejor que implementar en tu hogar una experiencia de aprendizaje novedosa, económica y que reporta tantos beneficios para la salud física y mental de tus hijos!”.


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