Cómo fue que la oficina se convirtió en un lugar para trabajar

The Office
TELEVISION SHOWS 2005: THE OFFICE: AN AMERICAN WORKPLACE -- NBC Series -- Pictured: (l-r) BJ Novak as Ryan Howard, John Krasinski as Jim Halpert, Jenna Fischer as Pam Beesly, Rainn Wilson as Dwight Schrute and Steve Carell as Michael Scott. PHOTO CREDIT: Paul Drinkwater/NBC 12office

Los empleados están comenzando a volver a sus tradicionales escritorios en grandes espacios compartidos. Pero, hace siglos, “oficina” solo significaba que había trabajo por hacer, no el lugar dónde hacerlo.


Wall Street quiere a su fuerza laboral de vuelta en la oficina. Bank of America, Morgan Stanley y Goldman Sachs les han dejado saber a sus empleados que se esta acercando el tiempo de cambiar los pijamas y las poleras sueltas por trajes de trabajo menos cómodos. Algunos empleados están emocionados al respecto, pero otros se despidieron de las conversaciones de pasillo entre los descansos el año pasado y no tienen ningún deseo de volver.

Contrario a la creencia popular, el trabajo de oficina no es una invención bestial del sistema capitalista. Ya en el 3.000 A.C., las ciudades templos de Mesopotamia empleaban equipos de escribas para llevar registros de los asuntos oficiales. La palabra “oficina” es una fusión entre el latín officium, que significa una posición o deber, y ob ficium, que literalmente significa “hacia el hacer”. Geoffrey Chaucer fue el primer escritor conocido en ocupar la palabra “oficina” refiriéndose a un lugar en específico, en “The Canterbury Tales” en 1395.

En el siglo XVI, los Médici de Florencia construyeron el Uffizi, ahora famoso por ser un museo, para conducir sus negocios políticos y comerciales (el nombre significa “oficinas” en italiano). Sin embargo, la idea no pegó en Europa hasta que los británicos comenzaron a desplegar su fuerza y poder en todo el mundo. Cuando la Marina Real sobrepasó en tamaño su reducido cuartel general, encargó la construcción de un edificio con forma de U en el centro de Londres, conocido originalmente como Ripley Block y posteriormente como el edificio Old Admiralty. Terminado en 1726, se le da el crédito de ser el primer edificio del Reino Unido construido con el propósito de ser una oficina.

Tres años después, la Compañía de las Indias Orientales comenzó a administrar sus posesiones indias desde unas brillantes nuevas oficinas en la calle Leadenhall (Londres). El ensayista y crítico Charles Lamb se unió a la de las Indias Orientales como un “clerk” o secretario junior en 1792, quedándose hasta su retiro, pero él detestaba la vida de oficina, llamándola “servidumbre a la luz del día”. “Siempre llego tarde a la oficina”, famosamente escribió, “pero lo compenso saliendo temprano”.

No todos veían a la oficina como una presión sin barreras de fierro. Para las mujeres podía ser liberador. Una aguda escasez de mano de obra durante la guerra civil de Estados Unidos llevó a que Francis Elias Spinner, Tesorero de los Estados Unidos, contratara a las primeras mujeres empleadas “clerk” de oficina del gobierno. Algunos estadounidenses se escandalizaron con la implementación. En 1864, el representante James H Brooks dijo ante una hechizada cámara que el Departamento del Tesoro había sido profanado por “orgías y bacanales”.

A finales del siglo XIX, las invenciones de la ampolleta y el ascensor fueron tan transformadoras para la oficina como el teléfono y la máquina de escribir: más empleados podían ser amontonados en grandes espacios por más horas. Después en 1911, Frederick Winslow Taylor publicó su texto “Los principios de la administración científica”, que promovía un enfoque estilo fábrica en el del lugar de trabajo, con filas de escritorios alineadas en una habitación abierta. El “Taylorismo” inspiró una disciplina entera de devota a estrujar más productividad de sus empleados.

La novela de Sinclair Lewis de 1917, titulada “The Job” (El trabajo), retrató la oficina como un lugar de oportunidades para su protagonista femenina, pero fue una excepción entre los escritores y los críticos sociales. La mayoría se preocupaba de los efectos que el trabajo de oficina tenía en el alma de los empleados. En 1955, la novela de Sloan Wilson “The Man in the Grey Flannel Suit” (El hombre del traje de franela gris), que trataba sobre un desilusionado veterano de guerra atrapado en un trabajo que odia, capturó perfectamente la profunda y arraigada ambivalencia estadounidense hacia la oficina. Las comedias modernas de televisión como “The Office”, muestran que esa ambivalencia ha permanecido, al igual que nuestras conflictivas actitudes hacia un retorno post pandémico a las rutinas de oficina.

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