El argentino Milei cambia la “quema” del Banco Central por la terapia de choque

FILE PHOTO: Argentina's president-elect, Milei, addresses supporters in Buenos Aires
El presidente electo de Argentina, Javier Milei, se dirige a sus partidarios tras ganar la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Argentina, en Buenos Aires, Argentina 19 de noviembre de 2023. REUTERS/Agustin Marcarian

Aunque los inversores pueden celebrar el alejamiento de las políticas radicales, la alternativa no es muy atractiva. El cambio alinea al gobierno de Milei con la ortodoxia económica seguida por los partidos tradicionales promercado y el FMIl. Sin embargo, las políticas preferidas del FMI no son infalibles.


El Presidente radical y anarcocapitalista de Argentina, Javier Milei, puede resultar bastante convencional. Esto conlleva buenas y malas noticias para los inversores.

A última hora del martes, el nuevo gobierno del país trasandino anunció su primera serie de medidas económicas desde la toma de posesión de Milei. El ministro de Economía, Luis Caputo, dijo que el tipo de cambio oficial del peso frente al dólar estadounidense se reduciría aproximadamente a la mitad y que el gasto público se reduciría drásticamente recortando los subsidios a la energía y el transporte, cancelando obras públicas y reduciendo las transferencias a las provincias.

Todo esto está en línea con lo que cabría esperar de Caputo, que fue uno de los principales responsables económicos del anterior presidente, Mauricio Macri, favorable al mercado. Pero se aleja de las medidas más radicales y libertarias que hicieron popular a Milei en sus apariciones televisivas y en YouTube. Se había comprometido a “quemar” el Banco Central y adoptar el dólar estadounidense como moneda nacional.

El apoyo de Macri a Milei tras la primera vuelta de las elecciones dejó entrever que el nuevo Presidente podría dar marcha atrás. De hecho, justo antes de su toma de posesión, se deshizo de algunos asesores más radicales y advirtió de que la dolarización llevaría tiempo.

Los inversores se sentirán aliviados. El cambio alinea al gobierno de Milei con la ortodoxia económica seguida por los partidos tradicionales promercado y el Fondo Monetario Internacional (FMI), al que Argentina debe unos US$ 40.000 millones. En un comunicado, el FMI elogió las “audaces medidas iniciales” de Milei.

La dolarización fue una mala idea. Puede haber ayudado a países como Ecuador y El Salvador a hacer frente a la hiperinflación, pero sus resultados económicos han sido mediocres. Otros sistemas monetarios pueden proporcionar la misma estabilidad sin tantas limitaciones. Además, Argentina ya no dispone de reservas oficiales netas en dólares -se endeuda en el extranjero para hacer frente a los pagos a los tenedores de bonos y al FMI-, por lo que ni siquiera podría permitirse cambiar pesos por dólares.

Sin embargo, las políticas preferidas del FMI no son infalibles.

Un supuesto central es que el tipo de cambio oficial debe igualarse al del mercado negro, apodado dólar blue, para impedir que el dinero salga del país y restablecer la balanza comercial en terreno positivo.

Hasta ahora, con un dólar se compraban 366 pesos al tipo oficial, que el Banco Central concede a los importadores. La cotización del dólar “blue”, ampliamente utilizada en el país y seguida abiertamente por los periódicos locales, es superior a 1.050 pesos. La brecha entre ambas, que beneficia esencialmente a los importadores a expensas de los exportadores, se ha ampliado porque, en un intento de frenar la fuga de capitales, las autoridades limitan la cantidad de dólares que los argentinos pueden obtener cada mes al tipo oficial. Muchos han recurrido a pagar a vendedores callejeros un sobreprecio cada vez mayor por la moneda fuerte.

Esta es la razón por la que Caputo anunció una nueva tasa de 800 pesos por dólar, así como impuestos adicionales a los importadores y exportadores no agrícolas.

Sin embargo, está lejos de ser obvio que buscar una rápida realineación -una vía que el FMI ha alentado a Argentina a tomar desde 2018- sea preferible a imponer controles de capital más estrictos. Los aumentos de los costos importados avivan una inflación que deja a la moneda inmóvil en términos reales. Este año, el peso ha ganado un 15% ajustado a la inflación frente a una cesta de otras monedas, incluso cuando ha perdido el 70% de su valor nominal, según muestran los datos del Banco de Pagos Internacionales.

Para ser justos, la reciente devaluación del peso se ha producido gradualmente a través de la denominada paridad móvil, y es posible que esto continúe. Según Bloomberg, Caputo empleará un ajuste mensual del 2% para alcanzar su objetivo. Aún así, el aumento de los precios de importación afectará duramente a la economía cuando la inflación ya se sitúa en el 160,9% en 12 meses.

“Durante unos meses, vamos a estar peor que antes”, dijo Caputo, que ha prometido compensar el golpe a los argentinos pobres mediante cupones de alimentos y prestaciones por hijos a cargo.

En última instancia, sin embargo, la destrucción económica es una característica de este plan, no un defecto. Detener la inflación dependerá de que se desencadene una recesión lo suficientemente profunda como para que las importaciones caigan en picada y los sindicatos moderen sus demandas salariales. No hay garantías de que los meses no se conviertan en años, y el atractivo de Milei puede que no sobreviva a una repetición del drama de la estanflación que los argentinos han vivido muchas veces antes. Sigue faltando una estrategia de crecimiento a largo plazo.

La terapia de choque es menos peligrosa que quemar el Banco Central, pero eso no la convierte en una perspectiva atractiva para Argentina.

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