En la gran reunión de líderes de China, lo que no se dice dice mucho
Los funcionarios chinos evitan las preguntas difíciles en la reunión anual de legisladores, mientras aumenta la distancia entre las palabras y la realidad económica. Este año, el primer ministro chino, Li Qiang, abandonó el Gran Salón del Pueblo de Beijing al final de la sesión sin responder a una sola consulta, un potente reflejo del secretismo que envuelve la toma de decisiones en China, mientras el líder Xi Jinping refuerza su control ante los crecientes desafíos.
BEIJING- Se suponía que esta iba a ser una historia sobre una rueda de prensa del primer ministro chino.
Cada año, desde hace más de tres décadas, el líder número dos de China concluye las reuniones legislativas anuales del país en Beijing respondiendo a las preguntas de los periodistas. Retransmitida por la televisión nacional, ha sido una de las pocas oportunidades que han tenido los chinos de escuchar a un alto funcionario interrogado directamente sobre los problemas acuciantes a los que se enfrenta el país.
Hasta el lunes. Este año, el primer ministro chino, Li Qiang, abandonó el Gran Salón del Pueblo de Beijing al final de la sesión sin responder a una sola pregunta, un potente reflejo del secretismo que envuelve la toma de decisiones en China, mientras el líder Xi Jinping refuerza su control ante los crecientes desafíos.
A primera vista, la semana pasada la Asamblea Popular Nacional se desarrolló con normalidad. Cerca de 3.000 delegados de toda China tomaron asiento en un cavernoso auditorio dentro del Gran Salón del Pueblo, bajo una gigantesca estrella roja. El día de la inauguración, Li pronunció un informe de trabajo, una especie de discurso sobre el Estado de la Unión con características chinas.
Pero las reuniones también pusieron de manifiesto que la distancia entre las palabras de Beijing y la realidad es cada vez mayor. El gobierno prometió apertura y transparencia, pero cada vez se esfuerza más por controlar a la prensa. La rueda de prensa de Li se suspendió sin apenas explicaciones. Los funcionarios celebraron las perspectivas de la economía y pasaron por alto los peligros a los que se enfrenta. El propio congreso se jactó de que sus votaciones eran democráticas, a pesar de que la toma de decisiones en el país se concentra cada vez más en manos de Xi.
Hasta cierto punto, esa disonancia ha sido durante mucho tiempo una característica de la política china. Pero es cada vez más fuerte a medida que se hacen más evidentes las debilidades fundamentales de la economía china.
La semana pasada, la televisión china y las redes sociales estatales dedicaron decenas de horas al congreso. Sin embargo, apenas se mencionaron, si es que se mencionaron, los principales problemas a los que se enfrenta la economía: una población que se desploma, niveles de deuda en alza, relaciones agrias con algunos de sus principales socios comerciales y caída de los precios de la vivienda.
Por el contrario, estos temas se debaten en privado, y las decisiones más importantes dependen de un solo hombre: Xi. Bajo la pompa del congreso, los altos funcionarios reforzaron enérgicamente el mensaje de su total autoridad durante la semana pasada.
“Creemos firmemente que bajo el firme liderazgo del Comité Central del partido, con el camarada Xi Jinping como núcleo”, dijo Zheng Shanjie, jefe del máximo órgano de planificación económica de China, “tenemos la confianza, la capacidad, las condiciones y la fuerza para promover una recuperación económica sostenida y una mejora a largo plazo”.
China está entrando en una fase especialmente delicada. Durante décadas, independientemente de los problemas del país, el gobierno podía apoyarse en el hecho de que la economía era fuerte en general y la gente se enriquecía gradualmente. Ahora, los funcionarios se ven obligados a mantener ese mensaje, aunque cada vez más chinos se den cuenta de que los hechos sobre el terreno sugieren lo contrario.
En el congreso, los funcionarios trataron de proyectar confianza. El primer ministro Li estableció un objetivo de crecimiento económico del 5% para 2024, un objetivo ambicioso que sugiere que los funcionarios no quieren que el crecimiento se ralentice demasiado, incluso mientras Xi intenta reorientar a China lejos de los motores tradicionales del crecimiento, como las infraestructuras y el sector inmobiliario, y hacia áreas como la fabricación avanzada y la tecnología.
Para lograr el objetivo, China indicó que vendería alrededor de 1 billón de yuanes, o US$ 139.000 millones, de bonos especiales del Tesoro ultralargos, y que el dinero se destinaría a reforzar proyectos en áreas como la ciencia y la tecnología, y la seguridad alimentaria y energética. Xi y otros líderes han hablado recientemente de liberar “nuevas fuerzas productivas” en China, una nueva jerga política que parece referirse, en gran medida, al fomento de las tecnologías autóctonas.
Para los propios delegados de la semana pasada, esta nueva fase de China ha entorpecido aún más sus funciones, en gran medida ceremoniales. Antes de Xi, de vez en cuando se pronunciaban públicamente sobre diversos temas. Hoy, hacerlo es mucho más arriesgado.
En la mañana inaugural del congreso, Wang Daowen, delegado de la provincia interior de Hubei, atravesó a grandes zancadas una galería de recepción con arañas en dirección a la puerta este del Gran Salón, tras haber escuchado a Li presentar el informe de trabajo del gobierno.
Un periodista del Wall Street Journal le preguntó por qué se había cancelado la rueda de prensa del primer ministro.
“¿Era razonable que cancelaran la rueda de prensa del primer ministro?” le preguntaron a Wang.
“No se trata de si era razonable o no. Todo está claro en el informe de trabajo”, respondió él.
“Pero en el pasado, los periodistas extranjeros tuvieron la oportunidad de hacer preguntas...”.
“¿No estaban escuchando? Ya lo hemos oído todo” del Primer Ministro, afirmó Wang. “Creo que el gobierno ya es muy transparente y abierto, y eso es un gran tipo de política”, agregó.
Algunos de los momentos más reveladores del congreso vinieron de lo que no se dijo.
En el congreso del año pasado, el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Qin Gang, parecía estar disfrutando, cortejando a docenas de periodistas. Con un enorme pin de la bandera china en la solapa, Qin arremetió ese día contra Estados Unidos, afinando su reputación de nacionalista al servicio de la visión de Xi.
Tres meses después, Qin desapareció. China no ha explicado qué le ocurrió; su paradero sigue siendo desconocido. El Journal informó el pasado otoño de que se había informado a altos funcionarios chinos de que se le estaba investigando por una relación extramatrimonial que dio lugar al nacimiento de un hijo en Estados Unidos.
En el transcurso de una rueda de prensa de 90 minutos celebrada el pasado jueves en la misma sala con alfombra roja donde Qin se reunió con los periodistas hace un año, ni un solo reportero se aventuró a preguntar a su sucesor qué había sido de Qin. (El Journal no fue seleccionado para formular ninguna pregunta).
En cambio, los periodistas procedentes de países considerados más amistosos por Beijing, desde Cuba hasta Tanzania, se movieron en un terreno mucho más seguro con sus preguntas.
“En su opinión, ¿cuáles son los aspectos más destacados y los puntos clave de la historia de China en la nueva era? ¿Cuál es la importancia de contar bien la historia de China?”, preguntó un periodista de Medio Oriente.
Wang sonrió. Dijo que había visto un video del periodista bailando una danza popular en una fiesta del Año Nuevo Lunar organizada por el Ministerio.
“¿Sigues bailando?” preguntó Wang.
En cuestión de horas, el amistoso intercambio entre el ministro de Asuntos Exteriores y el periodista fue ampliamente difundido en las redes sociales estatales chinas, en las que se mostraba a Wang muy amable.
“Ver que el ministro de Asuntos Exteriores me reconocía hizo que mi vida valiera la pena”, dijo el periodista en un video ampliamente difundido en las redes sociales.
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