La columna de Javier Salinas: “Próspero año nuevo, pero…”

La economía china (siempre relevante para la actividad local) ha estado dando señales de ralentización, y aún no es claro si son cíclicas o estructurales. Además, hoy por hoy, no es posible descartar eventos negativos de mayor magnitud en el gigante asiático.
El año comienza con relativamente optimistas perspectivas económicas: después de un 2023 en donde la economía habría mostrado un crecimiento nulo respecto al anterior, el 2024 se vislumbra más auspicioso, con un crecimiento de 1,7% según la Encuesta de Expectativas Económicas del Banco Central (1,5% según nuestras estimaciones). Un año en donde, a diferencia del 2023, no se perciben señales evidentes de sobrecalentamiento, en donde los riesgos políticos se sienten más acotados y las políticas monetarias serían menos contractivas tanto en Chile como en el resto del mundo.
Sin embargo, esta potencial mejora en el dinamismo de la economía no está en ningún caso exenta de riesgos, y éstos se presentan tanto en el plano internacional como local. Por el lado externo, tres serían los factores de incertidumbre más evidentes. En primer lugar, si bien la Reserva Federal en Estados Unidos debería iniciar la normalización de su política monetaria durante la primera mitad del año, existe la posibilidad que la economía sobrerreaccione a la aún presente contractividad de la política monetaria (un hard landing), o bien que la economía continúe resiliente a pesar de ésta (un no landing). Ambos casos implicarían noticias negativas para el desempeño de la economía chilena, aunque por razones distintas.
En segundo lugar, la economía china (siempre relevante para la actividad local) ha estado dando señales de ralentización, y aún no es claro si son cíclicas o estructurales. Además, hoy por hoy, no es posible descartar eventos negativos de mayor magnitud en el gigante asiático.
En tercer lugar, los acontecimientos geopolíticos a nivel global podrían exacerbarse, ya sea en los puntos que hoy en día conocemos (como la guerra entre Rusia y Ucrania, y los conflictos en Medio Oriente) o en nuevos frentes (como recientemente hemos observado en el Mar Rojo).
En el plano local, destacaría dos fuentes de riesgo. El primero de ello es el ritmo de normalización de la política monetaria. Si bien ya se muestra bien encaminada hacia niveles más acorde a la neutralidad, no podemos ser triunfalistas en asumir ciegamente que el proceso va a estar exento de sorpresas. De hecho, desde que inició este ciclo de recortes de tasa de política, éstos han sido todo menos constantes en su magnitud.
El segundo elemento es el político: ahora que el segundo plebiscito constitucional ha concluido y que no se vislumbran nuevos procesos para elaborar otra carta magna en el corto plazo, la agenda legislativa del gobierno ha tomado un nuevo aire. Así, la intención de éste (evidente en su reciente actuar) es retomar las discusiones en torno a la reforma previsional y el pacto fiscal. La forma que vayan tomando éstas, sus posibilidades de aprobación y hasta las declaraciones de los diferentes actores del mundo político en estas materias, tienen el potencial de afectar la confianza de los empresarios, las decisiones de inversión y el desempeño de la economía.
Así, espero que todos tengamos un 2024 lleno de prosperidad, pero no confundamos la esperanza con las expectativas. Este año, las expectativas económicas muestras un mejor dinamismo que el 2023, pero los riesgos están a la orden del día.
El autor es economista jefe LarrainVial Research.
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