Mariana Mazzucato, la economista que sigue el Frente Amplio: “Hay que redefinir el rol del Estado en la economía y es bueno hacerlo ahora que reescriben su Constitución”
Académica de la University College London y autora de libros como “El Estado Emprendedor” y “Misión Economía: Una carrera espacial para cambiar el capitalismo”, plantea que el Estado chileno debiera liderar la transformación de industrias como las del cobre y el salmón. También señala que una agenda progresista tiene que pensar en nuevas formas de generar riqueza, en primer lugar.
Es una de las voces críticas del sistema capitalista, o al menos de un tipo de capitalismo, como dice en esta entrevista con Pulso la académica ítalo-estadounidense Mariana Mazzucato (52 años). De hecho, en 2019 el New York Times la describió como “la economista de izquierda con una nueva historia sobre el capitalismo”. Sus planteamientos se han escuchado mucho más en los últimos años, un tiempo en que ha crecido la discusión sobre el tipo de modelo de desarrollo que debe aplicarse en Chile y otros países.
En ese debate, Mazzucato defiende un rol mucho más protagónico del Estado, cuestión que explica y ahonda en esta conversación.
Referente en Chile de dirigentes del Frente Amplio como Giorgio Jackson, el líder de Revolución Democrática, pero también seguida por figuras de la ex Nueva Mayoría, como el senador Carlos Montes, Mazzucato es académica de Economía de la Innovación y Valor Público de la University College London y autora de libros como “El Estado Emprendedor” y “Misión Economía: Una carrera espacial para cambiar el capitalismo”.
Mazzucato, que ha visitado varias veces nuestro país invitada por la Cepal y que ha estado pendiente de la contingencia nacional -el año pasado Jackson la entrevistó vía zoom-, sugiere aquí que el proceso constituyente en curso en Chile es una buena oportunidad para repensar el papel del Estado en la economía.
¿Su crítica apunta al capitalismo en general o a su forma neoliberal?
-Es más bien del tipo de capitalismo. No se trata de capitalismo o socialismo, esa es una discusión muy ideológica. Incluso me parece que centrarlo en el neoliberalismo resulta un debate de conceptos del pasado y del mundo de la filosofía. Lo importante es que genere un análisis que apunte a una transformación concreta sobre cómo funciona el modelo económico.
En ese sentido, lo primero es romper con la idea de que el Estado tiene un rol secundario en la economía, porque de ser así siempre llegará con poco y tarde. Entonces lo que propongo es que el Estado necesita tener un fuerte sentido de propósito público al interior de organizaciones públicas.
¿Cómo es el Estado que puede realmente ocupar un rol más preponderante en la economía?
-Me refiero más puntualmente a un Estado como una red descentralizada. Es una organización pública diferente. En el interior de esas organizaciones, ya sea algo como la BBC en el Reino Unido o como Corfo en Chile, se necesita primero que todo entender el rol del Estado como modelador y creador de mercados que sirvan a propósitos públicos. Por lo tanto debe ser un Estado más inclusivo y más sostenible.
En segundo lugar, es un Estado que necesita invertir en áreas particulares que quizá involucran altos riesgos, porque en la actualidad no cuentan con un sector privado que invierta allí. Pero si el Estado se hace cargo con una visión ambiciosa, el objetivo general tiene que ser el aglomerar al sector privado. Entonces, no hay que pensar en Estado versus empresas, sino que un Estado catalizador para que las empresas hagan su trabajo.
¿Cómo exactamente es el vínculo que propone entre el sector privado y el Estado?
-Por ejemplo, en muchos países latinoamericanos no hay suficiente inversión privada y todos culpan al Estado de aquello. Sin embargo, esta situación también devela una inercia del sector privado. Entonces, el Estado no sólo debe ser ambicioso en convocar a la inversión empresarial, sino que también debe establecer condiciones unidas a la inversión pública, de manera que se asegure que el sector privado haga su trabajo, de otra manera se puede estar otorgando un pase libre para que el sector privado llegue y cuando se obtengan resultados solo se dedique a ganar dinero. Eso no está bien.
Es por lo anterior que puntualizo la necesidad de tener un ecosistema simbiótico de innovación. En otras palabras, un ecosistema donde la inversión pública también se enfoque en una recompensa pública. Hay que comprender que esto no se refiere únicamente a un asunto monetario, sino que a condiciones mediante las cuales se asegure que cuando la inversión privada se impulse en conjunto con la inversión pública, vaya acompañada de condiciones de trabajo seguro y de una producción que cuide del medioambiente, entre otros elementos.
Hay quienes están avanzando en esa línea. Por ejemplo, el gobierno de Emmanuel Macron ha establecido ese tipo de requisitos para las empresas a las que el Estado francés les ha prestado ayuda en el marco de la pandemia.
Los contrarios a otorgar más protagonismo al Estado apuntan a una ineficiencia que destacaría en países como los latinoamericanos. ¿Cómo responde a esa línea argumental?
-Esa es una profecía autocumplida, porque cuando se tiene esa visión al Estado no se le otorgan las capacidades para que se configure como un actor relevante. Entre más se piensa que el Estado es incapaz, que es burocrático por algo así como su ADN, menos se invierte en hacerlo más creativo y dinámico.
Pensar el Estado de una manera diferente requiere de inversión. Eso trabajamos en el Instituto para la Innovación y el Propósito Público, de la University College London. La idea es contribuir a que los estados se den cuenta que no se pueden conseguir mejores políticas si no se cambia la manera de pensar.
Hay que apuntar al desarrollo de nuevas habilidades, a discusiones acerca del valor y acerca de cómo medirlo con nuevas métricas, dejando atrás el modelo estático de costo y beneficio. Hay que tener una mentalidad de portafolio, con la idea del Estado como inversionista de primer recurso, no como el prestamista de último recurso.
Entonces no tiene que hacer todo, pero el Estado tiene que liderar el camino y hacer las inversiones de alto riesgo en las etapas iniciales de la cadena de innovación.
¿En qué áreas piensa al Estado en este rol de liderazgo?
-Por ejemplo, en temas como la digitalización de un país, que permita asegurar un avance en la dirección de un Estado de bienestar modernizado e innovador. Para eso se requiere, primero, de la inversión del gobierno, y luego, por supuesto, se puede convocar al sector privado.
Asimismo, el Estado debe liderar la transformación de industrias como la del cobre o hasta la del salmón. No solo debe estar ahí para cuando las ayude a sobrevivir, debería estar colaborando con su transformación en una dirección en particular.
Por ejemplo, cuando la industria del acero pidió un préstamo al gobierno de Alemania, se crearon rutas para la inversión en acero, asegurándose de que la industria se transformara y lo lograron. Ahora usan tecnología reciclada y hoy es el sector de acero más innovador, y no porque los privados lo hayan decidido, sino porque tuvieron que hacerlo para conseguir los préstamos del Estado.
¿El proceso constitucional ofrece una oportunidad para que Chile avance a un Estado como el que propone?
-Hay que redefinir el rol del Estado en la economía y es bueno hacerlo ahora que reescriben su Constitución. Es importante que quede clara la ambición por un crecimiento inclusivo y sostenible y el rol del Estado debe ser el establecimiento de obligaciones y métricas claras para que las instituciones cumplan con esos objetivos. De otra manera, solo tienes políticas que apuntan al incremento de las ganancias.
Por supuesto, el Estado también tiene que cumplir con la tarea de recolectar impuestos, con un diseño justo, por ejemplo con impuestos a la riqueza. Tiene que ser un sistema progresivo, teniendo presente que una agenda progresista no se puede sacar adelante sin crecimiento. Una agenda progresista tiene que pensar en nuevas formas de generar riqueza, en primer lugar.
Esto es algo que para el caso de los países de América Latina es especialmente importante, porque muchos populistas de izquierda solo se enfocan en la redistribución, sin contar con estrategias de innovaciones o planes de asociación público-privado.
¿La pandemia ofrece el espacio para pensar en un nuevo capitalismo como el que planteas en tu último libro?
-Muchos están hablando de volver a una etapa prepandémica, pero hay más alternativas. Las empresas por todo el mundo están requiriendo ayuda estatal, por ejemplo a través de rescates, y el diseño de esos contratos debe incluir una mejor asociación público-privado. Es decir, toda empresa que reciba fondos para su recuperación debería comprometerse a desarrollar un tipo de crecimiento diferente, con inversión en las condiciones de trabajo o reducción de sus emisiones de carbono.
En segundo lugar, hay que tomar lecciones de este momento y contar con la inversión para fortalecer los sistemas públicos de salud en el marco del fortalecimiento del Estado de bienestar. Esa es la mayor lección de esta crisis, que cuando tenemos un sistema de salud débil estamos arruinados.
En lugar de que sólo se busque dinero en el sistema de salud, necesitamos modernizarlo. Tenemos que modernizar el Estado de bienestar, en el cuidado de la gente, los trabajadores, del planeta...Para avanzar en eso, repito, es necesaria una estrategia de inversión pública.
La respuesta a la pandemia no se puede tratar simplemente de un helicóptero de dinero, de paquetes de estímulo sin una dirección clara. Entonces hay que apuntar a una recuperación inclusiva, sostenible, verde y con un sistema de salud fuerte.
¿Ha podido dialogar en torno a estos planteamientos con algunos políticos chilenos?
-Sí. Di una charla en Santiago en la Cepal en la que había muchos políticos chilenos, algunos en el gobierno y otros no. Además, más recientemente participé con Giorgio Jackson en un podcast público y cuando vino a Londres también hablé con él. Pero aclaro que no estoy vinculada a algún partido político en particular, solo acudo donde quieren escuchar mis ideas. Por ejemplo, también he podido conversar con el presidente de Argentina, Alberto Fernández, pero antes también sostuve diálogos con (Mauricio) Macri.
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