"Dark pools": vuelven los llamados a una mayor transparencia
Cuando estalló la crisis financiera hace seis años, “transparencia” se convirtió en una palabra de moda. No es raro. A medida que los bancos implosionaron, los políticos y votantes quedaron en shock al descubrir las sórdidas prácticas que habían proliferado en el mundo de los derivados y de deuda.
Ahora hay una ironía en el mundo de las finanzas. Desde 2008, los reguladores han batallado para hacer los mercados de crédito y derivados más transparentes. Si bien el progreso ha sido irregular, los inversionistas ahora pueden acceder a niveles una vez inimaginables de información acerca de los patrones de transacciones en mercados para derivados de créditos o precios de los bonos. Incluso el pantano de las transacciones de swaps se está haciendo menos opaco.
No obstante, en el sector de las acciones -que solía ser más transparente que el mercado de crédito- la tendencia se ha estado moviendo en la otra dirección. Hace una década había una cantidad considerable de información disponible acerca de los precios de las acciones y volúmenes de transacciones, dado que la mayor parte de la actividad ocurría en bolsas centralizadas. Ahora, más de un tercio de las operaciones de acciones en EEUU y Europa se realiza fuera de las bolsas principales. Ha habido una explosión de actividad en los llamados “dark pools”, o lugares de transacción privados y fragmentados, dirigidos por bancos y otras instituciones, que contactan a los compradores con los vendedores de manera directa.
Algunos de estos centros de transacciones publican datos limitados sobre precios y flujos. Pero los inversionistas generalmente no pueden ver la completa profundidad de la liquidez del mercado, o los precios, antes de hacer estas transacciones. Para agregar al sentido de opacidad, una creciente proporción de las transacciones son realizadas por operadores de alta frecuencia. Como Michael Lewis describió en su último libro “Flash Boys”, estos se mueven tan rápido que quienes no son especialistas tienen pocas posibilidades de seguirles el paso.
Muchos banqueros insisten en que las dark pools -de las cuales hoy hay cuatro docenas en Estados Unidos y Europa- son esenciales para la operación eficiente del sistema financiero moderno. Permiten a los inversionistas institucionales transar grandes bloques de acciones de manera discreta, sin afectar los precios de manera preventiva y, por lo tanto, manteniendo altos niveles de liquidez, o por lo menos ese es el argumento.
El problema es que este tipo de competencia no ha producido un “libre mercado” como Adam Smith lo conocía. No todos pueden participar, dejando de lado ver los precios. Y esto está dejando en mal pie incluso a algunos inversionistas supuestamente conocedores. De ahí el fallo del fiscal general de Nueva York, Eric Schneiderman, contra Barclays. Se dice que el banco cometió fraude con sus propios clientes institucionales, prometiendo protegerlos contra el potencial comportamiento “predatorio” de los operadores de alta frecuencia, y luego no informándoles que el mayor actor en su “piscina oscura”, Barclays LX, era una firma de operaciones de alta frecuencia.
¿Hay una solución? Una medida lógica sería que los reguladores prohibieran estas dark pools. Y este es el enfoque que ahora impulsan bolsas como Nasdaq. Pero los reguladores temen que esto perjudique a la liquidez. En cambio, el énfasis regulatorio ha estado en forzar a los bancos a hacer que estas dark pools ajusten sus estándares y entreguen más información acerca de la actividad a reguladores e inversionistas.
Los reguladores también esperan que a medida que los inversionistas se hacen más conocedores de los posibles riesgos, eventualmente fuercen el cambio. Pero hacer esto parece demasiado inocente. Ese enfoque llevó a los mercados de crédito a volverse más oscuros.
Organizaciones como la Comisión de Valores y Bolsa de EEUU (SEC, su sigla en inglés) y la Oficina de Investigación Financiera, una rama del Departamento del Tesoro estadounidense a cargo de mejorar la transparencia en los mercados financieros, ya está tratando de registrar los flujos financieros de manera más efectiva.
Por supuesto, esto no evitaría delitos como el que se le imputa a Barclays; ni pondría a los inversionistas retail en la misma cancha que a los fondos de cobertura. Pero ayudaría a contrarrestar los instintos de la industria financiera de seguir impulsando la actividad en las sombras. Y podría ayudar a los reguladores a decidir si eventualmente deben tomar una medida más draconiana: prohibir esas “dark pools” por completo.
COPY RIGHT FINANCIAL TIMES
© The Financial Times Ltd, 2011.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.