El costo de vivir el día a día
Algunas semanas atrás, cuando estaba hablando con el director de una de las compañías de comida y bebida más grandes de Estados Unidos, él realizó un revelador comentario sobre los flujos de datos. Como la mayoría de los grupos de consumo, esta compañía está gastando mucho dinero en el monitoreo de grandes datos de los consumidores.
Pero no se trata simplemente de mirar lo que compran y lo que no. Hoy día es cada vez más el control del detalle a nivel micro del ciclo de pagos y beneficios en todo Estados Unidos. ¿La razón? Antes de 2007, este ejecutivo decía que el gasto del consumidor en comida y bebida era bastante estable durante el mes. Pero desde 2007, los patrones de gasto se han vuelto volátiles.
Más y más consumidores parecen estar viviendo el día a día, comprando bienes solo cuando sus sueldos, vales de comida o dinero llegan.
“Nosotros vemos una pronunciada diferencia entre cómo la gente está comprando hoy día y antes de la recesión” explicó el ejecutivo. “Los consumidores están viviendo de sueldo en sueldo y gastan en consecuencia. Entonces, para nuestro negocio esto se ha convertido en algo fundamental para entender el ciclo -cuando los sueldos (y los beneficios) llegan”.
Lamentablemente, todavía no parece posible para los extranjeros (o periodistas) hacer los cálculos de los números de la economía entera. Las grandes compañías son reservadas sobre sus grandes proyecciones de datos (este particular grupo, que fabrica muchos de los snacks predilectos en Estados Unidos, no me permitiría revelar su nombre). Y aunque los economistas monitorean las macrotendencias de gasto en retail, no han analizado tradicionalmente las oscilaciones de los micro-gastos.
Sin embargo, esta historia no es única. Ejecutivos de Walmart, por ejemplo, han notado el creciente impacto del “ciclo del cheque de pago”. Y como este, los relatos anecdóticos son interesantes por dos razones. Primero, nos recuerdan la silenciosa y oscura amenaza de la “recuperación económica”. Parece que los sectores más pobres de la sociedad estadounidense son financieramente más frágiles que antes de la crisis. Una encuesta publicada hace unas semanas sugirió que la riqueza de las familias latinas y afroamericanas declinó un 44% y 31% entre 2007 y 2010, respectivamente.
Medir esta fragilidad financiera es difícil. Pero se cree que uno de cada siete estadounidenses (sobre 50 millones) está viviendo en la pobreza y un número similar con cupones de alimentos. Y cuando Brookings Institution trató de mirar este tema de fragilidad analizando cuántos hogares podían acceder a US$2.000 en caso de apuro, concluyó que un cuarto de las familias no tenía acceso a fondos de emergencia. “Aunque la fragilidad financiera es más grave en los hogares de bajos ingresos, una considerable fracción de los estadounidenses de clase media estaba también en riesgo”, concluyó el estudio.
La segunda razón por la cual encuentro intrigante esta tendencia -por no decir trágica- es lo que esto revela sobre nuestra actitud en el tiempo. Durante el siglo pasado, esto fue con frecuencia visto como un sello de “progreso” que ha ampliado los horizontes de planificación. A diferencia de los campesinos y pastores de la era pre-moderna, que carecían de la capacidad de medir el paso del tiempo o calcular los riesgos del futuro con precisión, el hombre del siglo XX apareció con tanto control sobre el medio ambiente, que fue posible -y deseable- tener una visión a largo plazo. El hecho de que la gente ya no se alimentara con comida cada día, sino visitando el supermercado en intervalos planificados, fue una buena metáfora para un gran cambio social y cognitivo.
Pero, como se ha demostrado en los últimos cinco años, la historia no viaja en línea recta. Si se le pidiera a los estadounidenses ricos visualizar el futuro, ellos podrían describirlo como un camino calibrado, que esperan viajar. Pero si se le pregunta a estadounidenses pobres, quienes están luchando con el sueldo de un cheque, ellos perciben el futuro como una caótica serie de ciclos a corto plazo.
La polarización económica, en otras palabras, crea diferentes mapas cognitivos y, por supuesto, estos patrones de gasto que las empresas productoras de bienes de consumo quieren rastrear ahora.
Déjenos solo esperar que la historia, sociología, psicología y otras áreas de expertise sean capaces de acceder a los grandes datos en un futuro no muy distante. Esto no solo será profundamente revelador; si no también conmovedor.
*La autor es editora de Financial Times para Estados Unidos.
COPY RIGHT FINANCIAL TIMES
© The Financial Times Ltd, 2011.
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