El empresario que transformó La Vaquita en un negocio de US$106 mills.

Rodrigo Tobar comenzó vendiendo quesos a los 8 años. No terminó el colegio y a los 18 instaló su primer local. La empresa fue comprada por Parmalat la semana pasada.




La semana pasada el gremio de los lácteos fue sorprendido ante la apuesta que realizó Parmalat. La compañía adquirió la totalidad de empresa La Vaquita por US$106 millones. Al momento de comentar la transacción surgía una figura clave: la de Rodrigo Tobar, el dueño de la compañía que a los 40 años logró, sin un MBA ni grado universitario, consolidar un millonario negocio.

Emprender desde cero

Tobar es un empresario atípico. Evita en la medida de lo posible todo tipo de aparición pública. Consultado al respecto, Tobar asegura que su reticencia a hablar con los medios se debe al pudor, ya que busca mantener un bajo perfil. A su entorno suele señalarle que no le gustan los "agrandados". Por eso, aun cuando ahora revela que buscará posicionarse en el mercado de productos agrícolas- dado que, por la venta a Parmalat no puede seguir con la producción de quesos- su historia ha sido más bien desconocida en el entorno empresarial.

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Rodrigo Tobar nació en Rancagua el 12 de septiembre de 1976. A inicios de los 90, estudiaba en el Liceo Alemán y vivía con su familia. A los 8 años empezó a vender puerta a puerta quesos frescos provenientes de una quesería familiar en Melipilla, a sus vecinos entre las calles Carmencita e Isidora Goynechea en Las Condes. A los 15 años, tomó una decisión radical. "Yo era re malo para el colegio, y le dije a mi mamá que no iba a ir más. Casi me mató", relató en un encuentro con emprendedores en 2015. La resolución no fue fácil, recién estaba cursando segundo medio y su padre había fallecido hace apenas cinco meses. Por ello, se fueron a vivir a Melipilla. El enojo de su madre duró un año. Dadas las circunstancias, el adolescente definió que quería llegar a ser el mejor vendedor de quesos. Y así comenzó vendiendo todos los días a sus cercanos del colegio, parientes y recorriendo el vecindario. En las mañana se aprovisionaba de leche, elaboraba los quesos frescos y en la tarde se dedicaba a venderlos. Así, a los 17 años, logró marcar presencia en sus negocios. Como era menor de edad, para trasladarse entre Melipilla y Santiago, hizo un trato con un conocido para trabajara con él como chofer.

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Cuando cumplió 18, Tobar decidió que era el instante de expandirse, y para ello se trasladó a vivir a Santiago y arrendó un local pequeño en Exposición con Blanco Encalada. El mobiliario estaba compuesto sólo de un escritorio de metal y un refrigerador de carnicería que compró en el mercado Persa. Al principio contaba con quince clientes diarios, de pequeñas tiendas y panaderías. En un encuentro con emprendedores, Rodrigo les confesó: "Al principio me daba vergüenza, después me puse más canchero, tomé clientes en La Vega como "Quesos Arturito", Lo Valledor, y panaderías Castaño". Así, se tragó su pudor y se propuso todos los días encontrar un cliente nuevo. Cuando copaba la capacidad del refrigerador, salía a buscar más clientes. Así fue comprando más camionetas y aumentó el número de choferes para mejorar la distribución. La meta era llegar con sus quesos a los supermercados.

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Nuevos rumbos

A los 23 años, Tobar quiso ampliar su producción. Tras un viaje al sur, comenzó a vender queso chanco. A los 27 años, tuvo la idea que -dice- disparó su negocio. Se dio cuenta que los consumidores demandaban queso laminado, para lo cual importó desde Europa una máquina especial. Fue el primero en vender este alimento de forma empaquetada y resultó un éxito. Por ello, obligó a ampliar sus oficinas y bodegas. Así, antes de cumplir los 30, compró la totalidad de la marca a su familia. Sumado a la remodelación y expansión de sus oficinas, esto contribuyó a que, finalmente, los supermercados se acercaran para hablar de negocios. Y también atrajo a socios, como Kike Morandé y Gonzalo Vial, de Lácteos del Sur. Este último se retiró antes de la venta a Parmalat. "Creo que la clave es siempre ser sencillo y no creerse el cuento, tratar de buscar nichos que no estén tan explorados por los grandes", comentó Tobar a emprendedores hace dos años.

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Tras la venta a Parmalat, el empresario estará abocado a otros proyectos. "Voy a seguir ligado a la agroindustria, desde hace cuatro o cinco años que tengo empresas ganaderas y de frutas", detalla.

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