Firme compromiso con la solidaridad, la clave para ganar el 17/12
Por Mauricio Rojas. Evolucionar hacia una economía solidaria de mercado es una de nuestras grandes tareas pendientes: asumirla con decisión se hace hoy urgente de cara a la segunda vuelta presidencial entre Alejandro Guillier y Sebastián Piñera.
Ante el desafío del 17/12 es decisivo que la centroderecha no haga oídos sordos a las nuevas inquietudes y demandas que con fuerza se expresaron el 19/11. Debemos hacerlas nuestras y canalizarlas, pero no hacia un cuestionamiento destructivo del modelo de economía de mercado que tanto progreso nos ha dado, sino hacia su profundización y perfeccionamiento.
Esto implica reconocer la necesidad de realizar intervenciones políticas de carácter redistributivo destinadas a corregir el resultado espontáneo de los mecanismos de mercado, con la finalidad de ampliar la base de recursos y oportunidades de que dispone una parte significativa de nuestra sociedad. Se trata, en otras palabras, de un esfuerzo solidario destinado a incrementar la igualdad de oportunidades y quiero dar tres razones para fundamentar su imperiosa necesidad: la primera referida a la eficiencia, la segunda a la ética y la tercera a la política.
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El mercado es un distribuidor altamente eficiente de los recursos productivos existentes. Sin embargo, sin una intervención correctiva tiende a subutilizar los recursos potenciales, en particular en lo referente a los talentos de la población. Se trata de una situación de "desperdicio" o "pérdida interna de cerebros", para utilizar las expresiones de Sebastián Piñera en su tesis doctoral de 1976. Esto implica que debido a la falta de condiciones adecuadas, una parte del potencial productivo y creativo de la sociedad nunca se realiza ni llega al mercado para que este lo distribuya eficientemente.
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Por cierto que el mercado crea incentivos para el desarrollo del capital humano, pero su capacidad correctiva de las "desventajas de la cuna" dista mucho de ser óptima, lo que retrasa significativamente el desarrollo de países como Chile, donde amplios segmentos de la población aún carecen de las condiciones para realizar su potencial y hacer un aporte más pleno al progreso del país.
Este aspecto, referido a la eficiencia, es importante, pero aún más lo son las consideraciones éticas. Desde el punto de vista de las ideas de la libertad y la igual dignidad de los seres humanos, la libertad no debe ser el privilegio de algunos sino un derecho real de todos. Ese es el gran norte de todo liberalismo socialmente comprometido y el presupuesto ético fundamental de una sociedad libre.
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Ahora, el ejercicio real de la libertad exige condiciones que tienen directamente que ver con nuestro acceso a ciertos recursos y seguridades básicas. La libertad de leer libros es más una burla que una posibilidad para quien nunca tuvo la oportunidad de aprender a leer, la libertad de información queda reducida a muy poco cuando no se tiene la formación mínima para procesarla, y la libertad de circulación no es más que una parodia cuando la delincuencia se apropia de nuestras calles o la falta de medios de transporte adecuados la hacen, de hecho, imposible o sumamente costosa.
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En suma, el ejercicio de la libertad requiere, como bien señala el premio Nobel Amartya Sen, del acceso simultáneo a ciertos derechos, capacidades y recursos. Por ello, la ética de la libertad coincide con la perspectiva que subraya la importancia de la solidaridad y la igualdad básica de oportunidades.
Las razones políticas para una intervención que promueva esos principios también son imperiosas. La estabilidad y la cohesión social dependen de la existencia de un sentimiento generalizado de justicia acerca del orden establecido, lo que a su vez depende de que la gran mayoría ciudadana sienta que tuvo una oportunidad justa de realizar sus potencialidades y alcanzar sus sueños, y que sus hijos también la tendrán.
En nuestra época, un orden político justo no puede basarse en la lotería del nacimiento, sino en nuestra responsabilidad común porque a nadie le falten las condiciones básicas del ejercicio de la libertad. Por ello, sólo comprometiéndonos sin la menor ambigüedad con la solidaridad que extiende y fortalece la libertad, podremos darle una profunda legitimidad y cohesión a una sociedad libre.
Ahora, ¿en qué consiste la igualdad básica de oportunidades? A mi juicio, se trata en lo fundamental de cuatro aspectos: educación, salud, seguridad ciudadana e infraestructura. Es en torno a ellos que debemos focalizar nuestras intervenciones correctivas de los efectos espontáneos del mercado, con el compromiso de que todo chileno tenga acceso a aquellas condiciones sin las cuales el ejercicio de su libertad en gran medida se hace ilusorio.
Ese debería ser el gran compromiso político de la centroderecha para enfrentar con éxito el desafío del 17/12. Pero ello no implica proponer un Estado de bienestar de corte socialista, donde el Estado asume no sólo la responsabilidad de que a nadie le falten estos recursos y oportunidades, sino que de hecho pretende monopolizar su gestión y ponerla al servicio de las preferencias de la clase política. Eso es algo que se debe rechazar con fuerza. En una sociedad abierta y pluralista el Estado debe apoyar, acompañar y potenciar el accionar libre de los ciudadanos y la sociedad civil, empoderarlos y no dictarles cómo vivir sus vidas. Esta es la opción de la solidaridad con libertad o del Estado solidario, que es diametralmente opuesto al Estado-patrón de la opción socialista.
Para concluir, quisiera proponer un cambio en nuestro vocabulario que sirva para destacar con fuerza la importancia que debemos darle al aspecto solidario de la economía de mercado. En vez de hablar de economía de mercado o economía social de mercado deberíamos decir, lisa y llanamente, economía solidaria de mercado.
*El autor es senior fellow de la Fundación para el Progreso y director de la Cátedra Adam Smith de la Universidad del Desarrollo (@MauricioRojasmr).
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