Francia vota por aislar al resto del mundo
No hace mucho tiempo, François Hollande tenía la carrera asegurada para ganar el Elíseo. Pero tras el atentado terrorista en Toulouse, Francia puede estar teniendo dudas. El líder socialista está todavía por delante en las encuestas, pero Nicolas Sarkozy no se ha visto golpeado todavía.
Lo que llama la atención acerca de la elección presidencial es la hipótesis de organización - muchos dirían pretensión - de que Francia es una isla. Olvídese del resto del mundo -los estados emergentes de Asia, la crisis de la eurozona, la preeminencia de Alemania en Europa- el próximo líder de la Quinta República hará lo que le plazca. No importa la globalización. Francia dirige su propio destino.
Hay algo de tal negación en las elecciones en todo el mundo. Los políticos nacionales apenas pueden admitir que digan lo que digan en la campaña electoral están supeditados a los acontecimientos y las circunstancias en el mundo. Pero las opciones de Francia son ahora más limitadas que en cualquier otro momento desde la Segunda Guerra Mundial. Una lucha de medio siglo de duración para mantenerse en el pasado y su influencia en el mundo es cada vez más difícil.
Decir que a los votantes no les gusta mucho Sarkozy tien algo de subestimación. Francia es una monarquía vestida de república. El presidente, uno oye en las reuniones de la élite parisina, no asistió a la Ecole National d'Administration. Peor aún, se formó como abogado. Hollande puede ser zurdo -me dijo el otro día un conocido francés- pero al menos es un hombre educado.
El hecho de que sea culto es casi todo lo que sabemos acerca del candidato socialista. Hollande emergió de las filas de su partido sin dejar un gran rastro. Incluso entre los partidarios existe un vivo debate acerca de sus convicciones. Su odio a los plutócratas de las finanzas parece bastante real, pero en estos días esos sentimientos son ampliamente compartidos en todo el espectro político. También lo es la promesa de domar los excesos de los bancos. Una tasa máxima del impuesto sobre la renta del 75% puede ir un poco lejos, pero ¿hay acaso algún político de cualquier color que quiera ponerse del lado de los financistas?
El populismo en la campaña electoral es una cosa. Una vez instalado en la presidencia, ¿sería capaz Hollande realmente de dar un vuelco serio hacia la izquierda para romper con la disciplina económica impuesta a Europa por la alemana Angela Merkel? O bien, después de una escaramuza inicial con Berlín, ¿seguiría los pasos de François Mitterrand al virar hacia el centro? He oído ambos puntos de vista de las autoridades políticas francesas. El segundo es por lejos el más común.
El terreno de juego electoral de Sarkozy es que es un estadista experimentado. Como lo demostró durante la crisis de Toulouse, él supo manejar bien la situación. Puede que yo no te guste, le dice a sus conciudadanos, pero Francia necesita un liderazgo enérgico y decidido. El amor de Hollande por la cultura no es suficiente para el Elíseo.
El presidente, por supuesto, tiene su propio paquete de contradicciones. Él ha hecho más de lo que se cree a veces por modernizar la economía francesa. Por extraño que parezca en el mundo anglosajón, fue algo significativo elevar la edad de jubilación a 62 años. Una gran parte de su manifiesto económico ha sido una llamado a Francia a igualarse con la competitividad y la flexibilidad alemana. Por otro lado, el impulso mercantilista es profundo en Francia. Sarkozy quiere un "compre productos europeos" para impedir la entrada de importaciones chinas más baratas. También quiere poner más candados en las puertas fuera de las fronteras de la zona de Schengen.
DIABLO CONOCIDO
La mayor parte de Europa está apostando por el diablo que conoce. Nicolas, como Merkel lo llama, es bastante difícil de tratar, le confió la canciller alemana a un compañero. "¿Pero Hollande? Él sería imposible", señaló Merkel. La promesa del candidato socialista de reabrir el pacto fiscal que Alemania ha establecido como el precio del rescate de la zona euro, le ha ganado pocos amigos en Berlín.
David Cameron, ha tenido sus (a menudo muy públicas) diferencias con Sarkozy, pero cuando Hollande visitó Londres un tiempo antes, las puertas de Downing Street permanecieron fuertemente cerradas. Uno sospecha que Mario Monti ve un potencial aliado en Hollande en su campaña silenciosa para conseguir que Merkel añada una pizca de crecimiento económico a su receta para la zona euro. Pero el líder italiano hasta ahora ha mantenido una distancia diplomática.
Por su parte Sarkozy y Hollande conspiran para dar sus espaldas al mundo. Lo que está faltando en la campaña es aún el más mínimo atisbo de reconocimiento de las limitaciones impuestas por la globalización y el cambio en el equilibrio geopolítico.
La realidad es que la estrategia de influencia que Francia ha perseguido desde mediados de 1950 se ha quedado sin camino.
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