Impuestos... más complicados que álgebra marciana




Los impuestos son un tema que provoca divisiones, pero todos parecen estar de acuerdo en un punto: los impuestos son demasiado complicados y debieran ser más sencillos. Desafortunadamente, los sistemas tributarios no recibieron el mismo memorándum.

En Reino Unido hace apenas unos años, casi todos los trabajadores solían ser gravados a una tasa marginal de 31% o 41%, dependiendo de cuánto ganaban. (El Reino Unido tiene dos sistemas acumulativos de impuestos a los salarios, uno de los cuales recibe el nombre de “seguro nacional”).

El sistema es más complicado hoy que el álgebra marciana. Paul Johnson del Instituto para los Estudios Fiscales destaca que, en diferentes niveles de ingreso, un trabajador casado con dos hijos tendrá que pagar un impuesto a tasa marginal de 12%, 31%, infinito, 42%, 60%, 42%, 60%, 42% y 47%. Tener nueve tasas de impuestos marginales es una señal de que las cosas no están bien. Hay otras. Las barras de cereal tienen un IVA de 20%, pero las galletas de avena tienen una tasa de cero; los chips vegetales son libres de impuestos si el vegetal en cuestión no es una papa; los frutos secos están sujetos a IVA a menos que se destinen a pasteles. En una galleta de jengibre el glaseado atrae una cantidad sustancial de IVA a menos que el glaseado forme parte de los ojos.

Si esta diferencia parece algo único británico por su excentricidad, no lo es. Funcionarios del estado de Nueva York se han visto obligados a dictar normas sobre el estatus tributario de los burritos, dado que legalmente son considerados sándwiches y atraen un impuesto de 8%. También están los subsidios tributarios a la tierra agrícola en lugares como Florida. La tierra agrícola no es más fácil de definir que una galleta de avena o un sándwich. Arrendar una vaca, dejar que paste en tu jardín; si eso no es agricultura, entonces ¿qué es?

Todo esto importa no sólo porque las reglas son difíciles de entender y de obedecer sino también porque los impuestos moldean nuestro comportamiento. Por ejemplo, los estrafalarios trajes de Abba se habrían inspirado en las reglas tributarias: eran deducibles de impuestos sólo si eran demasiado extravagantes como para usarlos en un lugar que no fuera un escenario.

Este es un ejemplo trivial, pero el mismo principio puede aplicarse a un bien mayor: un impuesto al carbón para volcar nuestro sistema energético hacia los combustibles bajos en carbono. Los impuestos bien diseñados pueden elevar los ingresos y premiar el comportamiento verde.

Mientras los impuestos complejos e ilógicos recaudan menos ingresos y premian a los contadores inteligentes. Ha habido ira pública por la evasión tributaria de las celebridades en Reino Unido, pero los esquemas de elusión tributaria habitualmente involucran un intento del gobierno por entregar un incentivo tributario a la industria televisiva británica.

¿Qué está detrás de estas locuras? En parte, los vacíos absurdos existen porque hay grupos de interés especiales que los demandan; de ahí los subsidios para la tierra que tiene vacas. En parte, a los votantes se les da los sistemas tributarios que merecen porque simpatizamos con quienes pierden cuando se cierra un vacío.

El sistema tributario británico de dos escalas a los ingresos es un buen ejemplo. Las tasas básicas de impuestos a los salarios han tendido a caer con el tiempo, mientras las tasas de seguro nacional han tendido a subir. Las tasas reales de impuesto a los salarios para el trabajador típico son cercanas a aquellas hace 35 años pero parecen mucho más bajas. Este juego de manos es políticamente conveniente pero incrementa la complejidad, crea injusticias y abre oportunidades para la elusión tributaria.

Es tentador, entonces, llamar a una simplificación radical, para que los impuestos sean lo suficientemente sencillos como para anotarlos en una tarjeta. Pero esto ignora la tercera razón por la cual los impuestos son complejos: una tributación justa es un tema genuinamente complejo.

Sólo una reforma radical y sistémica tiene altas posibilidades de éxito, y podría ser menos elegante de lo que esperan muchos reformistas. Hace 25 años se fijó un impuesto al sufragio en Reino Unido y rápidamente terminó con el mandato de Margaret Thatcher. Era indudablemente simple, pero en tributación, como en la vida, la simplicidad no es la única virtud.

*Columnista FT. Autor del libro “El Economista Encubierto”.

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© The Financial Times Ltd, 2011.

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