La urgencia del desafío climático

Por Verónica Devenin y José Luis Opazo. Si bien Chile ha demostrado que se puede transitar hacia una matriz energética más limpia, accesible y competitiva -como ha sido demostrado en las últimas licitaciones eléctricas-, desafíos sociales y de empresas requieren una agenda también explícita.




La cumbre del clima (COP23) que se celebró estos días en Bonn, Alemania, coincide con una noticia alarmante: la concentración de CO2 en la atmósfera ha alcanzado en 2017 niveles récord, de más de 400 ppm, comparables a los que existieron hace unos 5 millones de años, época en que la temperatura en la tierra era, en promedio, 2° a 3° C más que la de la época preindustrial. Sabemos -aunque parecemos no comprender- que muy probablemente las temperaturas aumentarán al menos 2°C. Este es el límite acordado como seguro y que define las ambiciones suscritas en la COP21, el Acuerdo de París. El riesgo es que el aumento de temperatura, dados los crecientes niveles de concentración de CO2, sea aún mayor, acompañado de una serie de efectos como el aumento del nivel del mar, la recurrencia de eventos climáticos extremos como las sequías, inundaciones e incendios que nos hemos ido acostumbrando a observar y sufrir en las últimas décadas. La necesidad de una transición a una sociedad baja en carbono se hace urgente.

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Si bien Chile ha demostrado que se puede transitar hacia una matriz energética más limpia, accesible y competitiva -como ha sido demostrado en las últimas licitaciones eléctricas-, los desafíos a nivel de sociedad, y a nivel de empresas en particular, requieren una agenda también explícita y que logre integrar el sentido de urgencia que todos parecemos compartir en el discurso, pero que olvidamos en nuestra vida cotidiana.

¿El mundo empresarial está haciéndose cargo de los posibles escenarios futuros? La transición a una economía baja en carbono demanda liderazgo y acción empresarial. Esto implica preguntarnos acerca de cómo produciremos, cuáles serán las restricciones que afrontaremos, los requerimientos de mitigación y sobre todo las medidas de adaptación. La producción y uso de energía y agua son las canchas donde se juega la capacidad de enfrentar el desafío climático para asegurar la prosperidad de nuestra sociedad, y los dos elementos que definirán el éxito de los negocios en el futuro.

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El liderazgo empresarial también implica preguntarnos cuáles serán los productos y servicios que requerirá la sociedad, lo que requiere una mirada de diversificación y de explorar nuevas oportunidades en un marco de incertidumbre. De allí que las empresas deberán forzar una mirada de escenarios futuros para hacer apuestas, en términos de innovación de procesos y productos, y así mantener su viabilidad, ya no sólo en el largo plazo, sino que en el mediano e incluso el corto plazo.

Se hace natural hablar del cambio climático como algo más bien ajeno, distante, casi de ciencia ficción. Habría que preguntar cómo están enfrentando estos cambios aquellos negocios que ya tienen al cambio climático en sus espaldas. Es el caso de las viñas, que ante el escenario de escasez hídrica de los valles centrales deben evaluar su eventual traslado a otros valles más al sur; el caso del retail, con los cambios en la estrategia de compra y logística por el desplazamiento de las temporadas; o del turismo y el impacto del aumento de las marejadas en el borde costero; las pesquerías con riesgos ante la sobreexplotación de los recursos y el colapso de ecosistemas cruciales para el repoblamiento; la minería, con crecientes demandas de agua y energía; o los bosques y plantaciones forestales enfrentando mayor vulnerabilidad ante las sequías e incendios, entre otros.

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En Bonn se discutió cómo "aterrizar" el Acuerdo de París. No nos queda suficiente tiempo de discusión, los pilotos de la nueva nave planetaria están sentados en sus directorios y gerencias generales y deben tomar el mando en el rumbo a la sostenibilidad.

*Los autores son investigadores Centro para la Sostenibilidad Empresarial (CBS-UAI).

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