Latinoamérica frente a una encrucijada: ¿populismo o democracia?




Los años dorados de América Latina terminaron. El boom de los commodities alcanzó su clímax en la región, pero ya no goza del abundante capital que tenía. Las economías como Brasil, se desaceleran rápidamente. El mes pasado, el Fondo Monetario Internacional redujo la previsión de crecimiento de la región para el año 2013 a 2,7%, su peor desempeño desde el colapso de  Lehman Brothers en 2008.        

Mientras tanto, los avances democráticos están amenazados: basta con mirar el hiper  presidencialismo de Venezuela o Argentina, cuyos dirigentes aspiran a mandatos eternos.

Las próximas elecciones en Argentina , Chile y Venezuela, además de la incipiente  campaña presidencial de Brasil, sugieren que la democracia es más fuerte que nunca. Y todavía queda por delante un buen momento económico para Latinoamérica. Los precios de los commodities son más altos que los de la era de oro de mediados del 2000. El capital también sigue siendo abundante. Entre 2003 y 2008, alrededor de $US100 mil millones fluyeron hacia la región cada año  y en 2013, los ingresos superarán los US$300 mil millones.

Sin embargo, América del Sur ha llegado a una encrucijada. Los precios de las materias primas y los flujos de capital siguen siendo altos, pero ya no están aumentando. Si bien la suerte de muchos mandatarios todavía es buena, los excesos del pasado se están dejando ver. La región experimenta una especie de bifurcación política y económica.

Un grupo de países, que incluye Chile, invirtió los sorpresivos ingresos de los commodities y sigue creciendo. Otro grupo, que incluye Argentina y Venezuela, gastó sus ingresos del boom en consumo. Estos últimos, como muestra un informe de Brookings Institution,  sufren cuellos de botella por el estrangulamiento del crecimiento.

La política cuenta una historia similar. Durante los últimos 10 años, el auge de los commodities impulsó a los gobernantes a gastar en programas sociales. Millones de personas ingresaron a la "nueva clase media". Sin embargo, mientras el crecimiento ayudó a quienes tenían el poder, no siempre favoreció a la democracia. En los países donde el constitucionalismo era débil, ésta se volvió más débil, pues algunos presidentes no estaban dispuestos a gobernar sólo durante un periodo o llegar a acuerdos con los opositores. Es probable que sus (re)elecciones, al igual que sus desaceleraciones, sean más traumáticas.

En Argentina durante la última década, Cristina Fernández, junto a su marido y ex presidente, Néstor Kirchner, concentró el poder  en detrimento del poder judicial y el poder legislativo. El matrimonio planeó gobernar para siempre, pero con la desaceleración de la economía, las encuestas sugieren que en las elecciones legislativas de octubre, el  kirchnerismo mostrará ser una fuerza gastada.

En  Venezuela, Hugo Chávez fusionó los pequeños partidos en uno solo: el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Así, los partidos políticos quedaron debilitados.

Sin embargo,  la oposición venezolana se unió recientemente bajo una sola bandera y el PSUV se enfrenta a contradicciones internas, sobre todo desde que Chávez murió en marzo de este año.

Por el contrario, en las elecciones presidenciales de Chile de noviembre, probablemente se traspasará el poder desde un partido al otro por segunda vez desde la transición a la democracia hace 25 años, lo que es una señal de una democracia fuerte.

Por último, en Brasil el Partido de los Trabajadores ha gobernado el país desde 2002. Este largo período en el poder debilitó a la oposición. De hecho, es probable que la presidenta Dilma Rousseff gane las elecciones de octubre del próximo año.

Sin embargo, la alianza de la semana pasada entre Marina Silva, una popular ecologista, con Eduardo Campos,  un empoderado gobernador del estado, sugiere que la oposición está se está reformando, otra buena señal.

¿Qué lecciones se pueden extraer? En términos generales, hay  un grupo de países de Sudamérica con un fuerte proceso constitucional y economías fuertes, y otro que es todo lo contrario. Es la vieja verdad liberal: una buena política hace posible una buena economía, y viceversa.

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© The Financial Times Ltd, 2011.

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