Los curiosos fueron más que los leales en funeral de Thatcher




El viaje que comenzó en un departamento arriba de una tienda de comestibles en Grantham y terminó en el Hotel Ritz tuvo su final en la catedral de St. Paul ayer. El cuerpo de Margaret Thatcher estuvo bajo la cúpula de la catedral, bajo las curvas perfectas del Sir Christopher Wren - una conclusión improbable para una vida llena de ángulos agudos.

A Thatcher se le dio un funeral de una dignidad y un estado que no se veía en Gran Bretaña, desde la muerte de la reina madre en 2002 y dejando la realeza de lado, desde Sir Winston Churchill en 1965. Todo tipo de figuras y rituales improbables emergieron desde las oficinas donde los secretos británicos están encerrados: cánones menores, sacristanes, el señor alcalde y su espada de duelo.

La nación se levanta habitualmente para ocasiones como ésta, y lo hizo de nuevo. La exhibición pública apareció con pies perfectos, y hubo momentos de pura belleza: en la catedral, al mismo tiempo que el primer ministro David Cameron se levantó para dar su lectura, un rayo de sol se abrió paso e iluminó la estatua del almirante Horatio Nelson.

En el exterior, la participación no quedó humillada, como algunos temían, ni el público estuvo abrumadoramente enojado, que era la preocupación principal de la policía. Los leales a Thatcher eran mucho más numerosos que los furiosos, pero los curiosos superaron en número a los dos. Fue un día para escaparse de la oficina, tomar un café y echar un vistazo.

Definitivamente no fue un día de luto nacional. Thatcher tenía 87 años. Su mandato como primera ministra terminó hace más de 22 años. Ella estaba cada vez más débil  y - como su certificado de defunción confirmó - sufría de demencia. La gloria de su vida se había marchado mucho antes que esta misma.

Había poco sentido de su personalidad, o de cualquier persona, en la ceremonia. Ese es el precio a pagar cuando un funeral es organizado por una coalición cercana al gobierno, las autoridades de la catedral, la familia y sus asesores de relaciones públicas.

Cada detalle floral y coral era perfecto - no obtienes menos en St. Paul. Sin embargo, la selección de himnos y lecturas fue sosa, consensual - y muy poco Thatcher.

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© The Financial Times Ltd, 2011.

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