Malala: el caso trasciende las diferencias oriente-occidente
Si, como muchos esperan, Malala Yousafzai recibe hoy el Premio Nobel de la Paz, la noticia será bienvenida con menos que euforia nacional en Pakistán, el país donde nació.
Desde que le dispararon los talibanes camino al colegio hace exactamente un año, su fama se ha multiplicado en occidente, donde es casi universalmente aceptada por lo que es: una joven temeraria que defiende la educación de las niñas.
En Pakistán, sin embargo, donde ella también fue alguna vez alabada como una heroína intachable, el ánimo ha cambiado en contra de ella. Si bien muchos todavía la admiran, también ha tomado impulso una extraordinaria campaña de odio. En este mundo paralelo, ella es retratada como una reina del drama, un títere del mundo occidental e incluso, en versiones extremas, como una agente de la CIA que fingió haber sido disparada.
Incluso entre aquellos que admiran su coraje y su posición sobre la educación de las niñas, hay escrúpulos sobre lo que de alguna forma es una distorsión de la imagen de Pakistán que su fama está proyectando. "Si recibe el Premio Nobel por recibir un disparo, por buscar educación, esto no pone a Pakistán en la mejor de las posiciones", dice Bina Shah, una novelista que vive en Karachi. "Desde mi experiencia, esa no es la historia de todos los días de los niños de Pakistán que van al colegio".
¿Por qué ha habido tal retroceso? Escribiendo en el New York Times, Huma Yusuf, columnista pakistaní, identifica tres críticas contra Yousafzai, quien recientemente cumplió 16 años. Primero, su caso atrae la atención del aspecto más negativo de Pakistán, principalmente la rampante militancia que afecta a partes del país. Segundo, su campaña hace eco de lo que se considera una agenda occidental. Tercero y más deplorable, la casi santificación del occidente a Yousafzai es considerada como hipócrita dado que ignora el compromiso de muchos otros inocentes que han sido blanco de ataques de drones occidentales y de fuerzas de invasión.
Ibrahim Khan, senador y líder del partido islámico Jamaat-e-Islami en la provincia Khyber Pakhtunkhwa donde le dispararon a Yousafzai, está en el otro lado del debate. Él dijo al Washington Post: "Ahora ella es usada - más bien, mal utilizada- en el occidente para retratar una imagen errónea de Pakistán como una sociedad violenta y contra la mujer. Si Malala recibe premios por usar su nombre para difamar a Pakistán, entonces tendremos que condenarlo".
Pakistán, pese a lo que Khan quiere decir, es un país violento, a quien quiera que se culpe. Como muchos pakistaníes señalan, ellos -más que cualquiera- han sufrido los efectos del terrorismo. Cerca de 50 mil personas han muerto desde el 11 de septiembre de 2001.
Sea o no Pakistán una sociedad contra las mujeres es algo que está menos definido. Es cierto que las mujeres juegan un rol integral en la vida pública del país. Pueden encontrarse en cada profesión. Pakistán, a diferencia de Estados Unidos, tuvo una líder femenina en Benazir Bhutto. Pero por otra parte, Pakistán no anda bien cuando se trata de que las niñas vayan al colegio. El alfabetismo femenino es 40% en comparación con el 69% en los hombres. En un estudio de 2004 que mide el acceso de las niñas a la educación, Pakistán se ubicó último de 17 países asiáticos, con 20 puntos en una escala de 100. Japón, Corea del Sur y Singapur alcanzaron las notas máximas.
La violencia talibán no es el mayor obstáculo. Escuelas sin techos, escuelas sin baños, sin profesores, son un impedimento mucho mayor. Así también lo es el rechazo de algunos padres de enviar a sus hijas al colegio porque temen por su seguridad o no pueden entender la idea de que ellas "pierdan el tiempo". Pakistán invierte un monto abismantemente bajo en educación de cualquier tipo: 2% del PIB, cerca de la mitad del promedio mundial.
La fusión del caso Yousafzai con las quejas que los pakistaníes podrían tener legítimamente con el occidente es una excusa. Yousafzai misma describe bastante bien la falsedad de ver su campaña a través del prisma del occidente versus el oriente. "La educación no es ni del occidente ni del oriente", dijo a Panorama, un programa de Reino Unido, durante el fin de semana. "La educación es la educación y es el derecho de todo ser humano".
Aquellos que critican a los occidentales, pakistaníes o a cualquier otro por admirar a Yousafzai debieran preguntarse esto. Si uno no habla efusivamente acerca de una niña preparada para enfrentar las balas por su derecho a ir a la escuela, entonces ¿por qué otra cosa en este mundo valdrá la pena hablar efusivamente?".
COPY RIGHT FINANCIAL TIMES
© The Financial Times Ltd, 2011.
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