2018: Navidad volátil
El Viejo Pascuero nos suele traer buenos regalos todas las navidades. Sin embargo, este 24 de diciembre las sorpresas no vinieron desde el Polo Norte, sino de Wall Street, y no fueron buenas.
El Dow Jones, una especie de Ipsa, cayó ese solo día en 2,91%. Los demás índices no lo hicieron mejor, el Nikkei de Japón se desplomó más de 5% al día siguiente, el peor número de los últimos dos años.
Desde sus valores máximos observados en septiembre, el Dow perdió 19,8% en un mes. Y aunque al día hábil siguiente la Bolsa se recuperó, la volatilidad y el riesgo persisten. El mejor indicador de volatilidad, el VIX, llegó al doble de su valor normal, empinándose por sobre los 36 puntos, indicando que hay miedo y pesimismo. Como daño colateral, los fondos A de las AFP llevan perdido 6,5% este año.
Una caída bursátil de esas magnitudes equivale a casi tres años de retornos perdidos. Es un ajuste mayúsculo. Cuesta conciliarla con las cifras para la economía norteamericana que a primera vista se ven bien. Con un desempleo de 3,7%, en mínimos de casi 50 años, y una inflación cercana a su meta de 2%, ¿qué tiene preocupado al mercado norteamericano?
La prensa ha atribuido el mayor nerviosismo a las críticas del Presidente Trump a la Federal Reserve, su Banco Central, generando especulaciones de que podría despedir a su presidente, Jerome Powell, por las alzas a la tasa de interés.
De ser cierto, sería un completo desastre para la independencia de esa entidad, lo que podría explicar mayor volatilidad en los mercados. La disputa presupuestaria entre Trump y el Congreso por el financiamiento del muro fronterizo con México condimenta aún más la incertidumbre.
Desde la gran recesión del 2007-2008, la actividad económica global está pisando huevos. El caso de los EE.UU. demuestra que las cosas nunca se recuperaron del todo.
Ello es particularmente cierto en el caso del mercado laboral, ya que la baja tasa de desempleo se explica, en buena parte, porque un número grande de personas se retiraron del mercado del trabajo para no regresar.
Hay tendencias preocupantes como, por ejemplo, que los norteamericanos están migrando menos que en el pasado desde ciudades con tasas de desempleo altas a lugares con desempleo bajo.
Ello podría deberse a los altos costos de la vivienda en los lugares con boom de actividad, explicado, en parte, por restricciones a la construcción en las grandes urbes norteamericanas.
Por otra parte, un número récord de personas, muchas de ellas jóvenes, ha recurrido al expediente de retirarse por discapacidad laboral, buscando una especie de pensión de invalidez. Los economistas que comparan la tendencia de la economía norteamericana pre y posrecesión hablan de un gap de recuperación del 10% del PIB.
En Europa y China, por su parte, ha aumentado la preocupación por una mayor debilidad en el crecimiento. Las protestas violentas de Francia, la languidez del sector manufacturero en Alemania, Italia al borde de la recesión y la desaceleración en China configuran un cuadro un tanto desalentador para el nuevo año.
Aunque los últimos 10 años han sido buenos para las bolsas y el crecimiento mundial, los déficits fiscales se ven más preocupantes hacia adelante. En EE.UU., por ejemplo, la deuda federal era de menos de 40% del PIB hace 10 años.
Hoy, se ha empinado al 75%. La Oficina de Presupuestos del Congreso norteamericano proyecta para el 2028 un aumento del déficit de 3,5% a 5,1%. En los EE.UU. el tamaño del Estado ha crecido mucho, llegando al 38% del PIB. Con todo, es significativamente más reducido que el de sus pares europeos con una Alemania en que alcanza al 44%, Italia al 51% y Francia al 57%, teniendo esta última un déficit de 3% del PIB.
Por ende, son válidas las dudas de los agentes económicos sobre la futura capacidad de financiamiento de estos inmensos gastos fiscales en un contexto de poblaciones más viejas, disminuyendo la relación de trabajadores activos a pasivos.
Las erogaciones por las promesas de prestaciones de salud y pago de jubilaciones para todos, particularmente en sistemas de reparto, solo pueden poner presión creciente en los presupuestos fiscales. Las dudas generan expectativas de mayores impuestos e inflación en el futuro, lo que implica menos ingreso disponible y, por tanto, menos tolerancia para las pérdidas bursátiles.
En consecuencia, es fundamental recuperar la confianza en el crecimiento por ser la mejor fuente de financiamiento para los mayores gastos que se vislumbran. Un reciente artículo de Martin Feldstein indica algunas claves para explicar que EE.UU. haya crecido más que sus pares europeos: posee una cultura empresarial de ciudadanos deseosos de desarrollar negocios, tiene un sistema financiero que apoya el emprendimiento, cuenta con universidades de clase mundial, con mercados laborales flexibles y eficientes, con una población que crece e incluye como fuente la inmigración.
Posee una cultura y sistema tributario que estimulan trabajar duro, un entorno regulatorio favorable a los negocios y un sistema en que las autoridades locales compiten por facilitar el emprendimiento. La revisión de esta lista es un buen examen de conciencia para ver cómo andamos por casa.
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