Columna de Francisco Pérez Mackenna: “La competencia por el crecimiento global”

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Francisco Pérez Mackenna, gerente general de Quiñenco.

“Parece haber llegado el tiempo de asumir que aún no somos desarrollados y que competimos con ese 75% de la población del planeta que requiere atraer capital. Recursos que provienen de inversionistas dispuestos a aceptar más riesgo que en los principales mercados del mundo, a cambio de una promesa de mayor retorno”.


El encuentro anual del World Economic Forum en Davos, Suiza, se vivió este año en un ambiente de plena reapertura por primera vez tras la pandemia. Si el 2023 había protocolos sanitarios, test de antígenos y temor al contagio, este año las calles se vieron muy concurridas y retornaron muchas altas autoridades políticas, miembros de la comunidad académica y de la sociedad civil, convocados con el propósito de “reconstruir la confianza”, desde una perspectiva predominantemente occidental de desarrollo.

Junto a líderes de grandes compañías internacionales, participaron autoridades como el premier chino Li Qiang, el encargado de Estados Unidos para el Cambio Climático John Kerry, el presidente francés Emmanuel Macron, el primer ministro de Catar Sheikh Mohammed, su similar de Croacia Andrej Plenković, y el mandatario ucraniano Volodymyr Zelenski. También hubo líderes de América Latina, como el colombiano Gustavo Petro, que inauguró la “Casa Colombia”, apostando al posicionamiento internacional de su país ante potenciales inversionistas, y el argentino Javier Milei, quien protagonizó uno de los discursos más provocativos, tratando a los empresarios como “héroes” y al Estado como parte del problema.

Se analizaron varios desafíos de este año que no se ve nada fácil. Por mencionar algunos: 1) Inflación, que continúa siendo una amenaza tras la pandemia. 2) Los conflictos bélicos en Ucrania, Medio Oriente, la crisis en Yemen, la tensión entre China y EE.UU., pasando por Taiwán. 3) La polarización y su efecto sobre las instituciones y la cohesión social, en un año marcado por las elecciones en EE.UU. 4) La transición energética en virtud del compromiso hacia una producción más sustentable y su presión sobre los costos de esa energía; 5) La inteligencia artificial convertida en agente de revolución productiva, ya no como teoría, sino como práctica, expuesta en decenas de pabellones promocionales en la calle principal de Davos.

Ante este complejo panorama, resulta clave no perder de vista lo básico, reflejado en uno de los ejes del debate de este año: crear crecimiento y empleo para una nueva era. Según el informe The Future of Growth 2024, publicado por el WEF, el crecimiento ha disminuido, en promedio, desde más del 2% en las economías avanzadas y cerca del 6% en aquellas en desarrollo a principios de los 2000, a menos del 1,5% y del 2% en el periodo posterior a la pandemia. Mientras, el Banco Mundial anticipa para 2024 el crecimiento global más débil comparado con cualquier período quinquenal desde la década de los 90.

Ante este fenómeno, la pregunta fundamental para Chile debiera ser cómo volver a crecer y ser competitivos en un mundo donde, como país, hemos ido perdiendo terreno durante la última década. Lo primero que hay que tener en cuenta es qué ofrece Chile que lo haga distintivo respecto de otras naciones no desarrolladas. Como señala The Economist: tres de cada cuatro habitantes del planeta viven en países que aún no son desarrollados. Y eso incluye a los más de 17,5 millones de habitantes de Chile.

Por eso, no es inocuo que -con contadas excepciones, como el proyecto que aborda la llamada “permisología”, aunque de modo incompleto- desde el debate público se promuevan iniciativas que restan competitividad en lugar de reimpulsarla. La agenda de reformas tributarias, que con matices ha estado vigente de manera ininterrumpida desde 2010, siempre al alza, es un ejemplo, pero no el único. Según cálculos de la CPC, el royalty minero, sumado a la jornada laboral de 40 horas, al último incremento del salario mínimo y al potencial 6% adicional de cotizaciones, entre otros, aumentarían los costos del sector privado entre 3,7% y 4,1% del PIB.

En materia de empleo, la recuperación pospandemia se ha concentrado en Chile en el sector público. Ello no sólo es poco sostenible en el tiempo, sino que puede producir un daño estructural a los pilares de nuestra economía, con un gasto que puede transformarse en incontenible y una fuerza laboral que no es capaz de insertarse en las nuevas exigencias de los mercados. Hay también políticas sectoriales que mirar con atención y responsabilidad para entender sus efectos, como el reglamento de la ley sobre aplicaciones de transporte o la ley de conciliación laboral. Esto, sin contar la crisis del sistema de Salud. Todas estas iniciativas golpean el bienestar de la población y el progreso del país.

Parece haber llegado el tiempo de asumir que aún no somos desarrollados y que competimos con ese 75% de la población del planeta que requiere atraer capital. Recursos que provienen de inversionistas dispuestos a aceptar más riesgo que en los principales mercados del mundo, a cambio de una promesa de mayor retorno. Para eso, a no olvidarse de aquellos pilares que permitieron a Chile avanzar: libertad; Estado de derecho y respeto de la propiedad privada; estabilidad de las reglas del juego, gasto fiscal acotado y tasas de impuesto que incentiven la inversión.

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