Cómo congeniar protección de la biodiversidad con desarrollo productivo
Desde el gobierno, la academia, las ONG y gremios empresariales explican cómo lograr compatibilizar dos conceptos que cada cierto tiempo entran en conflicto.
Hace menos de una semana se celebró el Día de la Biodiversidad, una efeméride que este año cobró mayor importancia debido a una serie de ingredientes como la megasequía, el primer año de un gobierno que ha puesto lo verde como una prioridad, y la importancia del tema en la discusión constitucional.
Si bien Chile ya cuenta con el 42% de la superficie marina y el 21% de la terrestre bajo alguna figura de protección ambiental, aún se da fuertemente la discusión entre la protección a la biodiversidad versus el desarrollo productivo. Le preguntamos a expertos de la academia, ONG, gremios empresariales y al gobierno de qué manera congeniar ambos mundos. Dato no menor: en 2006 se generó la idea de crear un Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas (SBAP), pero desde entonces, todos los gobiernos han tratado de sacarlo adelante y aún está en trámite, actualmente, en la comisión de Agricultura de la Cámara de Diputados. Entre otras cosas, dicha entidad elevaría el presupuesto para la biodiversidad de los actuales $ 15.000 millones anuales a $ 40.000 millones al año, en régimen.
“Debemos dejar atrás esa falsa dicotomía entre desarrollo versus cuidado de la naturaleza”, afirma la ministra del Medio Ambiente, Maisa Rojas, sobre el tema, y agrega: “La inversión no solo debe ser compatible con el cuidado de la naturaleza, sino que debe impulsar los cambios que requiere Chile para enfrentar la crisis climática, ecológica y de desigualdad que estamos atravesando. Para ello, estamos proponiendo operativizar el concepto de Transición Socio-Ecológica Justa”, explica Rojas.
Desde la academia, Alex Godoy, director del Centro en Sustentabilidad de la Universidad del Desarrollo (UDD), sostiene que hay que partir de la premisa de que toda producción conlleva impactos medioambientales, como descargas, residuos sólidos o emisiones, “donde la biodiversidad puede ser más o menos vulnerable, dependiendo de muchos factores. Por lo tanto, la reducción de procesos ambientales de cualquier modelo productivo, fabricación o manufactura conllevará por defecto a proteger la biodiversidad”.
En este aspecto, Godoy indica que cada vez más “crece la tendencia a regenerar o rehabilitar ecosistemas, que son acciones que van más allá de reducir los impactos medioambientales. Y en los sectores del turismo y vitivinícola estamos viendo muy buenos ejemplos”.
Por otro lado, el sector forestal chileno ha tenido que cambiar varias lógicas para identificar, manejar y monitorear las llamadas Áreas de Alto Valor de Conservación (AAVC), las que suman unas 100 mil hectáreas. Las grandes empresas del sector hoy tienen más de 400 mil hectáreas de bosque nativo en sus propiedades, que deben proteger; además, tienen que restaurar alrededor de 36 mil hectáreas de bosques que se sustituyeron previo al año 1994.
“El enfoque del sector privado tiende a plantear una mirada de sitio, es decir, al área de impactos directos y acotados. Sin embargo, hoy es imprescindible adoptar una mirada de ecosistema. Por ejemplo, Bosque Templado Valdiviano; paisaje (cordillera de Nahuelbuta) o emisiones nacionales y no por empresa. O de corredores biológicos de cordillera a mar y no de un predio agrícola. Por lo tanto, a veces nos cuesta conversar y llegar a los consensos necesarios”, plantea Ricardo Bosshard, director de la ONG conservacionista WWF Chile.
Desde la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA), su secretario general, Jorge Matte, señala que el tema lo han abordado “con agricultura más moderna, tecnificada, regenerativa y mejores producciones, siendo más respetuosos de nuestro entorno y las relaciones con las comunidades. Por ejemplo, en el sur del país, las producciones ganaderas están siendo más sustentables con manejos de praderas regenerativas, control de las emisiones de efecto invernadero y, a su vez, trabajando en economía circular, reutilizando todos los residuos orgánicos y reciclando los inorgánicos”.
En una industria totalmente diferente, Diego Hernández, presidente de la Sociedad Nacional de Minería (Sonami), recuerda que las compañías mineras fueron las principales promotoras de la regulación del tema, que dio origen a la Ley 19.300 sobre Bases Generales del Medioambiente. “Afortunadamente, la minería se realiza mayormente en la zona norte del país, por lo que hay más baja probabilidad de causar daño a la biodiversidad. Ejemplos de cuidado son los avances que la minería ha realizado en términos de disminución de consumo de agua. La recirculación es del 73% y el uso de agua de mar alcanza al 30% del total consumido en el sector”, detalla Hernández.
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