José Gabriel Palma: “Esta generación en el poder no tiene la capacidad para entender la urgencia del problema de la pobreza”

José Gabriel Palma
José Gabriel Palma, economista de Oxford y actual profesor de la U. de Cambridge.

El economista de Oxford y actual profesor de la U. de Cambridge en Inglaterra, donde logró cercanía con autoridades de gobierno como el ministro de Hacienda, Mario Marcel, y el subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales, José Miguel Ahumada, cree que la actual administración se ha preocupado más de la agenda de libertades personales que de solucionar los problemas relacionados con la pobreza. Fuerte crítico del TPP11, aboga por el desarrollo de una política industrial y por el recambio de la elite empresarial en el país.


Ha sido profesor de varias generaciones de chilenos que han estudiado en la Facultad de Economía de la prestigiosa Universidad de Cambridge, en Inglaterra. José Gabriel Palma, doctor en Economía de la Universidad de Oxford y también académico de la Universidad de Santiago en Chile, analiza con rigor la llegada de la actual nueva generación al poder y pide avanzar hacia un nuevo modelo de desarrollo para salir del estancamiento de la productividad en que se encuentra el país hace 15 años.

“Esta generación en el poder no tiene la capacidad para entender la urgencia del problema de la pobreza”, dice el economista, al cuestionar con dureza al gobierno de Gabriel Boric y a la forma en que la centroizquierda priorizó los temas en la Convención Constitucional. Confiesa, con desaliento, haber asesorado a algunos constituyentes para relevar los temas relacionados al combate contra la pobreza.

Desde la ciudad de Cambridge, donde reside actualmente, ve al ministro de Hacienda, Mario Marcel -a quien tuvo como alumno en Cambridge-, como un cercano. “Tenemos posiciones distintas, pero la amistad es una cosa más profunda que eso”, afirma Palma, quien admite también su cercanía “ideológica” con el subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales, José Miguel Ahumada.

¿Cuál es su explicación, desde fuera de Chile, para el abrumador triunfo del Rechazo a la nueva Constitución?

Es un tema complejo y hay muchas cosas interactuando. Lo que yo resalto es que en Chile, y no solo en Chile, hemos llegado a una especie de esquizofrenia ideológica entre esta generación joven de exlíderes universitarios que llegaron al gobierno, y el mundo popular. Los jóvenes están mucho más interesados en los temas de derechos personales, de derechos reproductivos, de la diversidad sexual, de la inmigración y del medioambiente que de las cosas que le preocupan al mundo popular, como es su compleja subsistencia. Son dos grupos aliados naturales, pero con urgencias muy distintas, y ellas se divorciaron completamente. Además, mucho del mundo popular, ya sea por razones religiosas o culturales, está incluso en contra de algunos de esos derechos personales, que es el centro de la ideología de este grupo joven.

La Constitución tenía muy poco que ofrecer a quienes tienen que luchar día a día por la subsistencia, y mucho del tipo de cosas que le llega al corazón al grupo de izquierda, jóvenes de clase media. Llegamos a un plebiscito que se gana en Ñuñoa, pero se pierde en todos los barrios populares. La incapacidad de diálogo entre esos dos mundos, aliados naturales, es responsabilidad de quienes están hoy en el gobierno. O se hace una reingeniería de esa alianza, o mejor que esa izquierda se olvide del poder.

¿Hay una distorsión en materia de prioridades?

Una forma exagerada de decir lo anterior es que la generación joven pareciera estar mucho más preocupada de la crueldad contra los animales, que de la crueldad contra las personas, porque tener a tres millones de personas bajo la línea de la pobreza es crueldad infinita, y evitable. Incluso nuestro salario mediano no alcanza a sacar a una familia de cuatro individuos de la pobreza si solo uno trabaja. Intenté plasmar esas urgencias en el debate de la nueva Constitución en la Convención, pero muchos de ellos, incluido el Frente Amplio, se opusieron. Para no creerlo. Tenemos posiciones distintas.

Esta generación en el poder no tiene la capacidad para entender la urgencia del problema de la pobreza.

¿Cuáles reformas?

¿Las reformas estructurales que busca este gobierno debiesen ser moderadas luego del plebiscito?

¿Cuáles son las reformas económicas estructurales de este gobierno? La reforma tributaria busca estabilizar las cuentas fiscales, luego del profundo déficit del 7% del PIB que recibió del gobierno anterior. La reforma de pensiones, a su vez, venía desde antes y todo indica que se hará lo mínimo. En Nueva Zelandia, por ejemplo, la cotización obligatoria va cien por ciento a la seguridad social y eso asegura que todo el mundo tenga una pensión mínima. Por sobre eso se puede ahorrar más en un sistema privado o público del tipo voluntario. Esa es la única combinación que tiene sentido. De todas formas, en materia tributaria, encuentro interesante el impuesto al patrimonio y que se suba algo el royalty. Son medidas inteligentes, que van en la dirección adecuada. El tema es que podría haber sido mucho más ambicioso en ambas, y que el royalty debió ser diferenciado para incentivar la industrialización del cobre: más alto al concentrado que al fundido, por ejemplo.

¿Está escéptico y poco optimista, entonces, sobre lo que pueda hacer el gobierno en los poco más de tres años que le quedan?

No en materia de derechos personales, pero sí en materias de pobreza, estrategia productiva y política económica. Para hacer más de lo mismo, nadie mejor que el ministro de Hacienda, Mario Marcel. Pero el programa era otro.

Llevamos 15 años sin crecimiento de la productividad y no hay ninguna forma de salir de ese pantano si no es reestructurando para reactivar. Haciendo más de lo mismo no da, porque los motores extractivos del crecimiento de la productividad ya están agotados. Se necesitan nuevos.

Modelo de desarrollo

¿Hay que hacer política industrial?

Por supuesto. Llevamos 50 años pegados en lo extractivo y las rentas fáciles, como las financieras. Solo actualizando estrategias productivas se puede lograr un crecimiento sostenido. Con el actual modelo extractivo hubo un nicho de crecimiento, pero ya se agotó y no se dio el paso siguiente. Cuando lo extractivo tocó techo en los emergentes asiáticos y nórdicos, ellos dieron ese paso y se industrializaron. La mano no tan invisible del mercado no funciona en esa evolución.

El paso siguiente también incluye los temas verdes, como energías limpias y renovables, y agricultura más orgánica. También está la digitalización de la economía como otro motor de la productividad. La reactualización productiva solo se da con política industrial. Es la gran lección de quienes lo lograron. Asimismo, lo que falta en Chile es un recambio en nuestra elite empresarial. La que tenemos ya dio lo que podía dar. También hay que repensar el rol productivo del sector público.

¿Vamos hacia un estado de bienestar, entonces?

Vamos para allá, pero como sustituto y no complemento de las transformaciones productivas, única forma de solucionar problemas en forma sustentable. Es por eso que estoy en contra del TPP11, que nos pilla cuando estamos en el pantano. Nos atamos las manos cuando más necesitamos flexibilidad y rango de maniobra en política económica y regulatoria para poder cambiar nuestra estrategia productiva. Ahí nos colocamos voluntariamente una camisa de fuerza. Con el TPP11, cualquier cosa que se haga y afecte la rentabilidad de lo viejo, lo sucio, lo que perdió legitimidad, amerita compensación. Eso es lo que esconde el discurso oficial.

Sus dardos al TPP11

En una reciente columna en La Tercera, Ascanio Cavallo cuestionó su hipótesis sobre el origen del TPP11 y atribuía el inicio a un acuerdo entre Nueva Zelandia y Singapur, Chile y Brunéi (P4). Usted había dicho que el tratado nació de un acuerdo entre el Departamento de Estado de Estados Unidos con las transnacionales del entretenimiento y de la salud…

En el debate sobre el TPP11, la gente que está a favor se niega a discutir el tema de fondo, que es por qué el acuerdo en sus 30 capítulos solo tiene cinco que son comerciales y los otros 25 son de otras cosas. En estos últimos se dice cómo debilitar a la empresa pública, cómo compensar por la expropiación indirecta, aunque el cambio fuese urgente, lógico y democrático, cómo fortalecer mecanismos ineficientes de propiedad intelectual, y cosas que no tienen nada que ver con lo comercial. Entonces, para evitar el debate de lo relevante, buscan cualquier otra cosa para discutir y pelear.

Efectivamente, había cuatro países, incluido Chile, que trataban de hacer un tratado comercial, pero de los tradicionales. Por otro lado, Estados Unidos y esas multinacionales decidieron hacer un tratado distinto, para fortalecer sus intereses: aislar a China, consolidar un concepto distorsionador de propiedad intelectual que en el hecho retarda la creación de conocimiento, e imponer la expropiación indirecta. Entonces, cuando el borrador del capítulo sobre propiedad estaba escrito, ahí invitaron a estos cuatro países a unirse. Es una fantasía delirante pensar que esos cuatro países pequeños fueron quienes invitaron a la mayor potencia del mundo a unirse a su tratado, decidieron excluir a China -su principal socio comercial-, e inventaron todo tipo de cláusulas autoflagelantes que les afectaban.

Pero EE.UU. salió del pacto y se morigeraron y sacaron todas las cláusulas extremas.

Ese es un gran mito. Cuando EE.UU. se salió del TPP, solo se ‘suspendieron’, no sacaron, unas 20 disposiciones que había incluido EE.UU. Estas siguen siendo parte del tratado. Si Chile firma el TPP11, acepta la posibilidad de que estas disposiciones suspendidas pasen a ser activas en cualquier momento.

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