La integración tributaria una vez más
La discusión del Proyecto de Modernización Tributaria en la Comisión de Hacienda del Senado ha abierto una vez más el tema de la reintegración del sistema, tema que había sido acordado entre el gobierno y la Democracia Cristiana en la Cámara de Diputados. Nos merecemos un debate profundo sobre este tema y donde las posiciones políticas a favor de uno u otro sistema deben ser bien respaldadas con la verdad detrás de cada afirmación.
La discusión del Proyecto de Modernización Tributaria en la Comisión de Hacienda del Senado ha abierto una vez más el tema de la reintegración del sistema, tema que había sido acordado entre el gobierno y la Democracia Cristiana en la Cámara de Diputados. Nos merecemos un debate profundo sobre este tema y donde las posiciones políticas a favor de uno u otro sistema deben ser bien respaldadas con la verdad detrás de cada afirmación. En parte estos dimes y diretes sobre los eventuales efectos de la integración se mantienen porque el debate está desinformado. El Ministerio de Hacienda podría liberar al escrutinio público de los analistas e investigadores la rica información y base de datos que dispone de las últimas dos declaraciones de renta. Aún hay tiempo de que podamos tener un debate más informado.
La discusión se abrió en parte por las siguientes afirmaciones de la oposición, cuyos votos parciales se requieren para aprobar la reforma, pero deben ser suficientes como para que la propuesta aprobada se mantenga por un tiempo largo. En primer lugar se argumenta que la reintegración es un regalo a los más ricos y hay que avanzar en desintegrar totalmente el sistema. En segundo, que el gobierno se ha sobregirado en atribuir bondades de incentivo a la inversión a la reintegración. No comparto en absoluto la primera afirmación, pero si la segunda. La inversión depende del nivel de la tasa corporativa. Por ello en sectores empresariales se han estado abriendo a sacrificar la integración a cambio de una baja en la tasa corporativa. Este último intercambio no tiene sentido.
La afirmación de que la reintegración es un regalo a los ricos tiene tres aristas distintas. La primera es la idea que quienes están en la tasa del 35% pagarán masivamente el 44,5% que resulta con la semiintegración. Ello es una apreciación audaz, pues en el tiempo será muy fácil que los dueños de empresas se remuneren con dietas de directorio y sueldos de sus empresas en lugar que con retiros; los dividendos de las sociedades de alta presencia no pagan impuestos personales; y finalmente, los segmentos de muy altos ingresos ya dejaron pagados U$S32 mil millones en futuros dividendos por impuesto sustitutivo del FUT que entregó la reforma de 2014. En realidad, quienes pagarán el impuesto de 9,45% adicional por semiintegración serán los otros tramos de empresarios que tengan sistema de base retirada e inadvertidamente pagarán ese impuesto por falta de conocimiento o recursos para reestructurar sus negocios. La reintegración es fundamentalmente sobre equidad horizontal, no redistribución a favor de altos ingresos. La segunda arista de esta posición es que se cree que el sistema integrado es inherentemente más fácil de evadir o eludir impuestos. Ello es falso. La elusión agresiva que tenía el sistema anterior al año 2014 fue correctamente eliminada en dicha reforma. Finalmente, avanzar a la desintegración total es un grave error en un país que no tiene jurisprudencia en ese sistema y donde se abren enormes complejidades nuevas, tales como diferenciar la tasa de impuesto a dividendos y retiros, y toda una nueva legislación sobre pago de impuestos consolidados de los conglomerados o grupos económicos.
La reintegración no es sobre estímulo a la inversión, sino sobre simpleza y equidad horizontal de nuestro sistema tributario. La discusión sobre la necesaria baja en el tiempo de la tasa corporativa debe mantenerse independiente de la reintegración. Propongo que la baja de la tasa corporativa se realice contra un incremento significativo del impuesto que pagamos quienes estamos en el ramo del 35%, a través de una severa fiscalización de todos quienes debemos estar allí por nuestro nivel de ingresos. Esta sí es una vinculación virtuosa para Chile, para la inversión y también para la distribución del ingreso.
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