Propósito y Libertad
"Es de esperar que el diseño del nuevo Chile nos permita ejercer esa libertad madura y responsable y movilizarnos ya no contra algo, como prisioneros del pasado, sino a favor de algo, como protagonistas del futuro".
Quienes promovemos las empresas con propósito sabemos que la libertad y la responsabilidad son dos condiciones necesarias para su existencia. Para Viktor Frankl, “ser responsables es tener una misión”. Según él, las personas somos seres en busca de sentido, y el sentido de la existencia está en asumir nuestra responsabilidad para hacer realidad la posibilidad. Por ello, la primera responsabilidad que tenemos es con nosotros mismos; es decir, encontrar el propósito de lo que hacemos y actuar en consecuencia.
La responsabilidad en Frankl puede ser abismal. Terrible, porque nos hace responsables del siguiente momento en la historia y para toda la eternidad; y maravillosa, porque lo que nuestra decisión crea y pone en el mundo, es rescatado de la caducidad. Por sus rasgos de infinitud, la responsabilidad sólo puede plantearse en el ámbito de la libertad, y no en el de la obligación o del cumplimiento, ya que, en definitiva, nadie puede definir nuestro propósito por nosotros.
Para George Bernard Shaw “la libertad implica responsabilidad y, por eso, la mayoría le tiene tanto miedo”. Pese a esta carga de responsabilidad, es necesario y vale la pena defender sin miedo la libertad; de crear, emprender y expresar. Hoy percibimos ciertas pulsiones por imponer una homogeneidad que no haría más que empobrecer nuestras visiones, cayendo en la tentación de sujetarse a los dictámenes de otros y evitar la responsabilidad por nuestras decisiones.
Tendremos que madurar como ciudadanos, asumiendo cada uno y entre todos, los costos de la libertad. En este ejercicio, será interesante descubrir nuestros obstáculos a la toma de responsabilidades, más allá del miedo o la falta de voluntad. En sus demoledores ensayos críticos a la infantilización y al “victimismo”, el italiano Daniele Giglioli, nos alerta de la figura del ciudadano “menor de edad”, en cuanto inocente, irresponsable y quejumbroso, y de la instrumentalización del sufrimiento para acaparar poder y someter a otros.
Esto es posible porque creemos que refugiándonos en lo que hemos padecido, nos volvemos incuestionables e irresponsables, construyendo una suerte de “aristocracia del dolor” o “meritocracia de la mala suerte”, un inconducente ranking sobre quién merece más empatía, y dividiendo el mundo entre víctimas y monstruos, sin matices, caldo de cultivo perfecto para los populismos.
Este poder aparente, es contradictorio porque en lo profundo, no hay nada menos empoderante y dignificante que situarse en la vida como sujetos pasivos e impotentes frente a lo que nos ocurre. Es duro hasta de escribirlo, pero sin duda algo para pensar.
Es de esperar que el diseño del nuevo Chile nos permita ejercer esa libertad madura y responsable y movilizarnos ya no contra algo, como prisioneros del pasado, sino a favor de algo, como protagonistas del futuro.
*Josefa Monge, Presidenta de Sistema B Chile.
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