Valente, el difícil paso del mundo privado al político

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Venía del mundo privado al Ministerio de Economía con muy buenas credenciales: José Ramón Valente era exitoso, capaz de sostener un discurso coherente con el relato del gobierno, con un estilo de declaraciones que lograban polemizar, y con muchas ganas.

Pero se encontró con una pared que en general afecta a los privados como es la tremenda burocracia que conlleva el sector público, la distancia que existe entre querer y hacer. Desde su oficina en El Golf unos pocos tomaban las decisiones y luego se instruía y se materializaba, pero en el Ministerio de Economía la situación no era así: las decisiones se podían adoptar relativamente rápido pero para concretar cualquier cosa había que hablar acá, reunirse con otro y otro, convencer, negociar, en una relación mucho más transversal.

Ello fue mucho más evidente en el Congreso donde todos se sienten en el mismo nivel de jerarquía que un ministro –si no más, porque ellos cuentan con votos que los respaldan-, mientras que Valente llegaba con la típica desconfianza del mundo privado, de los negocios, hacia la clase partidista.

Obviamente, con el paso del tiempo su percepción cambió, y así lo sostuvo en una conversación con Pulso: "Ha sido una sorpresa muy positiva el hecho de que los asesores de la contraparte, de los parlamentarios, son muy buenos".

Aun así, el ministro nunca se sintió muy cómodo en ese mundo. Tanto que a la mayoría de las comisiones asistía su mano derecha Michelle Labbé, quien negociaba con los senadores y diputados, quiénes de a poco, desde todos los partidos, empezaron a reconocer su liderazgo. "Con Michelle hemos trabajado por más de 15 años, entonces ella interpreta muy bien la forma en que yo pienso, por tanto ella puede ser una interlocutora muy clarita respecto de mi opinión en los temas económicos", señalaba Valente, no obstante ello no implica que los parlamentarios buscaban tener en frente al ministro y no a los asesores a la hora de negociar los puntos más controvertidos.

De todos modos, el ministro había logrado traspasar varias obstáculos con sus proyectos, de manera silenciosa, pero apoyando la creación de equipos técnicos paralelos formados por la oposición y el equipo de Labbé. Y es así como el proyecto pro inversión está en los últimos pasos de tramitación para convertirse en Ley, aunque sin algunos temas que con pragmatismo Valente decidió retirar en vez de dar una pelea larga sin victoria segura: la aprobación medioambiental vitalicia de los proyectos o la incorporación de evaluadores externos en la Dirección General de Aguas.

El proyecto para aumentar la productividad también avanzaba medianamente bien, aunque sin anticiparlo el tema del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) le explotó en la cara. El proyecto para fortalecer el INE demoró más de un año en reanimarlo, las indicaciones aún no se presentan y ahora el INE está subsumido en un escándalo por posible manipulación de las cifras. La lectura de la oposición es que ello se podría haber evitado si en 2018 se le hubiese dado la urgencia necesaria a un proyecto que cuenta con alto consenso.

Valente trató – cosa que también hicieron sus antecesores- de entrar en la cancha de Hacienda, pero tuvo que retroceder muy rápido, sobre todo cuando sugirió a los extranjeros no seguir invirtiendo en Chile. En fin, al igual que todos los titulares de Economía debió conformarse con menos apariciones, aunque renovó casi por completo su equipo de prensa en el verano, lo que no sirvió de mucho al cometer un error no forzado de asistir con su hijo –que no es funcionario de gobierno- a reuniones claves en la OCDE.

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