Olvídese de intentar cambiar Alemania... o cualquier otro país




Usted conoce el mantra. Alemania debiera tomar medidas expansivas. Estados Unidos debiera tomar más medidas para reducir su déficit presupuestario. China debiera expandir la demanda doméstica e importar más. Los países en desarrollo como India debieran ser más receptivos con el capital extranjero. El gobierno británico debiera frenar su entusiasmo con la austeridad.

Escoja casi cualquier reporte económico y encontrará estas recomendaciones o similares. Mire los comunicados internacionales de importantes organismos y las encontrará también. La única dificultad es que no va a ocurrir. Peor que eso, consejos de una variedad deflacionaria o de contracción pueden ser forzados en países en dificultades, como los miembros débiles de la eurozona, que son víctimas de la llamada troika de la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI. No hay manera de forzar el consejo de esos organismos en países poderosos superavitarios. En consecuencia, el sistema completo tiene un sesgo deflacionario cuando el mundo menos lo necesita.

El único país grande que ha actuado parcialmente en línea con el consenso internacional es Japón, que la semana pasada sorprendió y logró complacer a los mercados al anunciar una agresiva política de alivio monetario. Pero esto no fue debido al consenso internacional. Fue debido a que un nuevo gobierno ha decidido tratar de poner fin a años de estanflación. Las autoridades niponas niegan que la depreciación del yen haya sido una política deliberada en vez de una reacción espontánea del mercado. De manera similar, el actual superávit chino prácticamente se ha desvanecido, debido más a los mercados deprimidos para las exportaciones del país que por la presión internacional.

Alemania ofrece otro ejemplo de la inoperancia del consenso. Por muchos años, ha estado bajo la presión de expandir la demanda en casa. No quiero apoyar la rígida ortodoxia pre keynesiana que descendió sobre la política alemana, que es una escasa recompensa para la vigorosa campaña conducida por Keynes en los años '20 contra la carga de indemnizaciones impuestas en Alemania por el tratado de Versalles. Las medidas para hacer del equilibrio presupuestario un requisito constitucional sugieren que los líderes del país han importado un borbonismo económico de sus vecinos franceses. La política puede aliviarse un poco después de las elecciones de ese país este año, pero no aguante la respiración.

Por esto no puede decirse que Alemania lo ha hecho todo mal en rechazar la sabiduría popular. Su tasa de inflación está levemente por debajo de 2%. Registró un crecimiento negativo en el último trimestre de 2012, pero esto casi con certeza resultará ser algo aislado. Su tasa de desempleo de menos de 6% podría no ser completamente satisfactoria, pero está muy por debajo de la de EEUU o Reino Unido, o de hecho, de cualquiera de sus pares europeos con la excepción de Holanda, país con el cual es un aliado cercano.

Pero lo que destaca es su superávit por cuenta corriente, estimado en 7% del PIB. El hecho de que incluso yo lo sepa muestra cuán lejos está la eurozona de ser una unión económica genuina. Si por algún milagro el antiguo marco alemán se restaura, ciertamente se apreciaría. Algunos han sugerido que Alemania debiera "temporalmente" dejar el euro y volver a una tasa más elevada. Este es un ejemplo perfecto de economía sin política. Si se toma este consejo, casi con certeza no habría un euro al cual regresar, lo que no me preocuparía, pero debiera preocupar a los entusiastas de la moneda única.

Lo que quiero dejar claro es que es mejor tomar la política alemana como algo dado en vez de tratar de leer el país como algo distinto. Este punto quedó claro con la conferencia de Bonn en 1968 cuando Roy Jenkins, entonces ministro de Hacienda británico, inútilmente llamó a una revaluación del marco alemán para complementar la devaluación británica anterior. Él fracasó. Fue la única vez que yo recuerdo al normalmente ecuánime Jenkins perder la calma. Eventualmente Alemania revaluó modestamente en su momento.

Finalmente, los gobiernos deben actuar de manera egoísta para resguardar a sus propios ciudadanos. Por supuesto que hay formas buenas y malas de hacerlo. La mala ruta tomada en los años 30 fue una proliferación de las restricciones comerciales.

El aspecto crítico es lo que se conoce como las "guerras de divisas" o la "devaluación competitiva". Si la principal arma es la política monetaria el daño hecho puede ser mínimo. De hecho, si los esfuerzos en esta dirección se cancelan, el principal efecto podría ser mucha más expansión monetaria internacional.

La ética general es que las autoridades nacionales debieran tratar el comportamiento de otros gobiernos como lo que los econometristas llaman exógeno. En otras palabras, mejor que acepten el mundo.

COPY RIGHT FINANCIAL TIMES

© The Financial Times Ltd, 2011.

Debes saber

¿Qué ha pasado?
Muchos reportes de organizaciones internacionales dicen que Alemania debiera tomar medidas expansivas, EEUU debiera reducir su déficit presupuestario, que China debe expandir la demanda local y que los países como India debieran ser más receptivos con el capital extranjero. Pero esto no va a ocurrir.

¿Por qué?
No hay manera de forzar el consejo de esos organismos en países poderosos superavitarios. De hecho, los únicos países que pueden ser forzados son los miembros débiles de la eurozona que son "víctimas" de la llamada troika de la Comisión Europea, el BCE y el FMI. En consecuencia, mejor aceptar el mundo.

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