Shale gas: una roca de esperanza




Puerta de entrada al viento salvaje de la Patagonia, Neuquén conoce el poder del dinero del petróleo. Las riquezas de los hidrocarburos han ayudado a transformar la ciudad en la región argentina con mayor producción de petróleo y gas hace aproximadamente un siglo, con un bullicioso centro lleno de torres de edificios y vehículos 4X4 nuevos.

Ahora Neuquén está al borde de una fiebre del petróleo. Los exploradores están buscando petróleo y gas atrapado en formaciones de rocas de esquisto a miles de pies debajo de las llanuras circundantes. Se estima que las reservas de Argentina serían las terceras más grandes del mundo, después de las de Estados Unidos y China.

Tal como los científicos nucleares esperaban que la energía atómica fuera la respuesta a las necesidades energéticas en los años ’50, los productores de petróleo y gas creen que este nuevo recurso puede significar una fuente de energía de bajo costo. El gas de esquisto también podría representar la independencia energética para muchos países, liberándolas de la dependencia de las importaciones.

Hace más de 50 años, los expertos en energía comenzaron a hablar del peak del petróleo -la idea de que el mundo estaba pasando el punto de producción máxima y que el abastecimiento caería. Hoy, el esquisto pone esa frase en entredicho. En Estados Unidos las nuevas técnicas han transformado la producción de gas, abriendo reservas que -algunos estiman- durarán 100 años. Las reservas líquidas de esquisto -que también contienen petróleo- han permitido a Estados Unidos reducir significativamente su dependencia respecto de las importaciones de crudo.

El esquisto también tiene el potencial de dar una nueva forma a las economías. En el Estado de la Unión de este año, el presidente estadounidense Barack Obama dijo que los expertos predijeron que apoyaría 600 mil empleos, y no sólo eso: las industrias que dependen de la energía barata volverían al país. Lord Browne, ex director ejecutivo de BP y ahora socio en Riverstone -proveedor de Cuadrilla Resources, empresa que explora shale gas en Reino Unido- está convencido que es un trofeo que vale la pena perseguir.

“El shale gas nos entrega opciones para el futuro. Pone nuestro abastecimiento de energía en nuestras propias manos, y al mismo tiempo nos entrega beneficios económicos obvios. Está claro que el shale será uno de los ejes del suministro de la energía global en el siglo XXI, junto con la energía nuclear y renovable”, recalca.

La abundante riqueza de esquisto está causando revuelo en todo el mundo. Junto con Argentina, se han identificado reservas significativas en Australia, Sudáfrica, norte de África y Europa oriental, así como en Reino Unido y Francia. Tras una evaluación del potencial en 32 países, la Administración de Información de Energía de Estados Unidos estimó que el shale podría incrementar los recursos de gas técnicamente recuperables en más de 40%.

El shale gas está redefiniendo la geopolítica e influyendo sobre las decisiones de inversión de las empresas. Las petroleras nacionales y los grupos internacionales han gastado decenas de miles de millones de dólares comprando recursos de shale gas en Norteamérica.

En Europa, las perspectivas de una mayor independencia han llevado a Polonia y Ucrania a investigar sus recursos. Pero la gran interrogante es China, el mayor consumidor de energía del mundo. Sus vastos territorios contendrían ricas reservas de shale por 25 billones de metros cúbicos, suficiente para cubrir las necesidades del país por 200 años.

Sin embargo, también hay ciertas incertidumbres. La principal, el posible daño en el medio ambiente: hay acusaciones de que la técnica utilizada para extraer el gas de la roca -la fractura hidráulica o fracking- contaminaría el agua y provocaría terremotos. Pero todavía no hay evidencia de que el fracking cause automáticamente tal daño.

Uno de los mayores desafíos que el negocio del shale enfrenta es la falta de datos precisos. Mientras EEUU acumula décadas de cifras durante la exploración de hidrocarburos convencionales, la base de conocimiento en otros países es muy baja. El camino desde la exploración a la producción será largo. Según expertos, la industria está a dos o tres años de ser capaz de identificar las mejores zonas de producción.

El costo también es un tema. La industria estima que perforar un pozo para shale gas en Polonia, por ejemplo, es tres veces más caro que en Estados Unidos, dada la ausencia de una industria de servicios competitiva.

La situación es diferente en China, donde Beijing ha usado el gas no convencional como la piedra fundamental de su política energética futura. Ha establecido una meta de 6.500 millones de metros cúbicos de producción anual para 2015, equivalente a 2-3% de su producción de gas proyectada para ese año.

La política ambiental de China puede ser la correcta, pero hay dificultades físicas significativas. Muchos proyectos exploratorios iniciales están en la sísmica cuenca de Sichuan. El país también carece de la infraestructura necesaria para llevar el gas al mercado. Otra preocupación es la disponibilidad de agua, donde China enfrenta creciente escasez.

Un recordatorio de que la energía es una industria estratégicamente sensible que conlleva riesgos políticos se produjo la semana pasada, cuando Argentina actuó para renacionalizar YPF, su mayor petrolera.

Los partidarios del shale gas todavía deben demostrar que sus beneficios superan cualquier costo medioambiental, y enfrentan la oposición de los activistas contra el cambio climático, quienes se oponen a mayor uso de hidrocarburos. Aún así, la promesa de independencia energética, creación de empleo y energía barata, llevará a muchos gobiernos a impulsarlos de todas maneras. “Siempre es buena idea explorar y desarrollar recursos dentro de las fronteras nacionales. Eleva la seguridad, genera empleos y podría hasta reducir los precios de la energía”, plantea Browne.

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© The Financial Times Ltd, 2011.

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