Patagonia college de Puerto Montt: La vuelta a clases de una comunidad golpeada
En mayo, el Patagonia College de Puerto Montt fue noticia nacional. Un alumno de primero medio le disparó a un compañero de curso sin motivo aparente. Nadie se explica qué pasó. Tras casi dos meses, los estudiantes van dejando el episodio atrás con la ayuda de una trabajadora social.
Han pasado 47 días y A. aún no sabe qué pasó en su colegio. La niña -que tiene cinco años y está en prekínder- piensa que el estruendo fue un desperfecto en las cañerías del edificio; que su abuela llegó a retirarla temprano al colegio por esa razón, junto al resto de sus compañeros; que estuvo tres días sin clases porque estaban arreglando el inconveniente. Que no pasó nada extraordinario. Nada más que una falla estructural.
Esa ha sido la versión que han ocupado varios padres y profesores con los niños más pequeños del Patagonia College, en Puerto Montt. Una manera amable de explicar una noticia traumática. Como la prebásica está en un edificio al lado del resto de los estudiantes mayores, no supieron casi nada. Solo sintieron un ruido a lo lejos.
El 27 de mayo, M.A.C., un estudiante de primero medio, entró al colegio vestido de chaqueta militar, pantalón negro enhuinchado, capucha y máscara de la Casa de Papel. A nadie le pareció extraño, pues era común que los alumnos fueran disfrazados para participar del taller de teatro. El niño pasó por la entrada trasera, caminó por el pasillo y fue a su sala. Allí se desarrollaba la clase de artes con el profesor L.M.G., la primera del día. A las 8.40, M.A.C. le disparó a la primera persona que vio: un compañero que estaba cerca de la puerta (D.S.Z.). El menor sintió un ruido y alcanzó a moverse para evitar el impacto.
Fue una sola bala, de las seis que había en la cámara. Quedó incrustada en la zona cervical.
En la sala se escuchó un ruido fuerte, como de una explosión. En otros cursos pensaron que algo se había caído en los pasillos. El agresor salió por una cancha de fútbol y escapó. Dejó el arma -una Taurus calibre 32 que era propiedad de su abuelo, el exuniformado C.C.P.- y la máscara en una cuneta. Finalmente, M.A.C. fue detenido por Carabineros a 500 metros del establecimiento.
Como el camino que lleva al colegio no está pavimentado y es estrecho, esa mañana los vehículos colapsaron los accesos. Eran los padres buscando a sus hijos tras conocer la noticia por WhatsApp. Por momentos, recuerdan testigos, la situación se tornó caótica entre apoderados, carabineros y periodistas. Un tumulto de gente en busca de información. Las primeras noticias hablaban de un tiroteo. Después se aclaró todo.
"Es un hecho gravísimo que un joven haya utilizado un arma de fuego en su colegio hiriendo a un compañero de estudios (...). Por eso nosotros estamos impulsando y respaldando este tipo de acciones de carácter preventivo para evitar este tipo de situaciones", comentó esa mañana el ministro del Interior, Andrés Chadwick.
Los apoderados del Patagonia College cuentan que no estaban preparados para un suceso de esa naturaleza. Nadie lo estaba. El colegio tiene 10 años de vida y es particular subvencionado. En general, tiene buenos resultados académicos. La mayoría de sus estudiantes vienen de familias de clase media. Muchos del sector Villa Los Volcanes, al norte de Puerto Montt.
A casi dos meses, el incidente empieza, después de un largo trabajo, a ser solamente un mal recuerdo.
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Las clases se suspendieron por tres días para evaluar los daños y los pasos a seguir. Muchos niños quedaron con secuelas: pesadillas y crisis de pánico. Los más afectados fueron los estudiantes de primero medio, aquellos que sabían qué había pasado y conocían a los protagonistas.
Durante esos días, la dirección del Patagonia College trabajó junto a profesores y apoderados. Con los primeros hablaron para conocer sus impresiones y trabajar en estrategias de contención para los más afectados. A los padres se les comunicó, curso por curso, cómo habían sido los acontecimientos y cuál iba a ser el plan de acción. Escucharon recomendaciones para mejorar la convivencia escolar.
"Los profesores estaban afectados. Pusieron la cara en su momento. Trataron de guardar el control en sus salas. Algo que no es fácil, que no se llame al pánico y que no haya susto entre los niños. Hubo dos días de talleres de trabajo grupal de los cursos, hubo trabajo de fortalecimiento de la empatía" , dice el presidente del Centro de Padres, Claudio Redlich.
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Según varios apoderados, las primeras medidas fueron para mejorar la seguridad. Aunque se estimó que el establecimiento no era inseguro, quisieron reforzarlo. Durante mayo y junio se instalaron más puertas en las entradas y un portón con huella dactilar; contrataron un guardia para controlar la entrada y salida de personas; se aumentó el número de cámaras de seguridad y se cerraron con rejas los estacionamientos.
Actualmente, los estándares de seguridad del colegio están siendo examinados por la Superintendencia de Educación, que abrió una investigación de oficio.
Otro punto importante fue el protocolo de emergencias. El compromiso del colegio fue, según cuentan las mismas fuentes, mejorar las vías de comunicación y el camino para salir del lugar.
Más allá de todas estas mejoras, los esfuerzos se concentraron en el plan para fortalecer la convivencia escolar. Se usarán, entre otras cosas, mesas de pimpón y taca-tacas para los niños. El curso afectado por el disparo fue trasladado y su antigua sala ya no se utilizará para clases. La idea es transformarla en un espacio de recreación, quitarle la carga negativa.
Cuando los alumnos finalmente regresaron estaban cambiados. Los de primero medio sobre todo. La mayoría acusó el golpe. Algunos, incluso, llegaron con crisis de pánico. En ellos se concentró gran parte del trabajo de contención. El Ministerio de Educación y la Unidad Regional de Prevención del Delito han formado parte de la intervención desde la primera semana.
"Se dispuso de un equipo psicosocial de dos especialistas y se realizaron dos jornadas de reflexión con los profesores antes del regreso a clases para que estuvieran preparados para responder a sus estudiantes. Más allá del hecho ocurrido, lo importante era gestionar la convivencia", dice Claudia Trillo, seremi de Educación de la Región de los Lagos.
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"Aquí había una situación excepcional. No es una regla. Se ha trabajado con los papás, profesores y alumnos. Se ha ido avanzando con bastante fuerza con estos apoyos. Los niños ya están más tranquilos. Se están sintiendo más seguros. Están volviendo a la normalidad", señala Patricio Navarro, coordinador regional de la Unidad de Prevención del Delito.
Una trabajadora social de la Superintendencia de Prevención del Delito ha estado en contacto directo con el primero medio. Ha escuchado las inquietudes de los niños. El miedo y la desconfianza fueron la tónica los primeros días tras el incidente.
El mensaje a los estudiantes se ha centrado en reconocer que el hecho fue un acontecimiento anormal que no sugiere una tendencia ni indica un aumento de la violencia en el colegio. Que es un lugar seguro. También se ha insistido en que los dos niños, tanto quien disparó como quien recibió la bala, son víctimas y que no existe un victimario.
"Hemos conversado con la comunidad, que se ha ido sensibilizando con la situación del niño atacante. Tenía buenas relaciones, era querido, no tenemos antecedentes de que tuviera animadversión al colegio o a sus compañeros. Fue víctima de una situación particular, al igual que el niño herido. Se ha puesto énfasis en que no quería hacer daño", dice la seremi Claudia Trilllo.
"Los niños se dieron cuenta de que su compañero no es un mal tipo. Lo conocían de básica. Se dieron cuenta de que la comunidad era sana, buena", comenta Patricio Silva, de la Unidad de Prevención del Delito.
El primer semestre acaba de terminar en el Patagonia College y el incidente empieza a quedar en el olvido. En el primero medio hay ocho alumnos que siguen con entrevistas personales con la trabajadora social. El resto no ha acusado mayores traumas. Ninguno se ha retirado del establecimiento.
"No hemos tomado tanto contacto con padres del primero medio. No es el momento. Ellos tienen que sanar de acuerdo a lo que digan los profesionales", dice Claudio Redlich, del centro de padres.
D.S.Z., el niño que recibió el disparo, se integró desde la segunda sesión con la trabajadora social. Se encuentra bien anímicamente y está a la espera de una intervención quirúrgica que le retire el proyectil de su zona cervical. A menudo bromea con sus compañeros y se toca el hueso, entre risas, como buscando la bala.
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Nadie esperaba algo de esa naturaleza. Quienes conocen a M.A.C. dicen que era un estudiante normal, con varios amigos y de buena conducta. En algún momento se comentó que tenía problemas con su curso, pero se ha descartado. Toca la guitarra y estaba preparándose para participar de un festival de música estudiantil.
Nadie se explica qué lo llevó a tomar el arma de su abuelo y usarla contra sus compañeros. "Hemos acompañado a la familia del atacante, que no lo está pasando bien", dice la seremi Claudia Trillo, sin entrar en detalles.
El menor fue retirado del colegio dos semanas después del incidente. Estaba matriculado desde primero básico. Se mantiene en arresto domiciliario bajo supervisión del Sename. Le harán exámenes psiquiátricos que podrían ser muy importantes para su defensa.
Quienes lo conocen esperan que pronto pueda retomar una vida escolar normal. Al igual que el resto de sus compañeros.
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