"En un primer momento, pesó el renombre que tenía el padre Karadima"
Tras el fallo del Vaticano en contra del sacerdote Fernando Karadima, que lo declaró culpable de abusos sexuales, el ex arzobispo de Santiago Francisco Javier Errázuriz ha recibido duras críticas de parte de las víctimas. ¿Por qué nunca las recibió? ¿Por qué la Iglesia se demoró siete años en la investigación? ¿Por qué no creyó en las primeras denuncias? El cardenal hace sus descargos.<br>
-¿Le sorprendió que el fallo del Vaticano fuera tan categórico contra Karadima?
-No me sorprendió. Envié los antecedentes a la Santa Sede porque estimaba que las acusaciones eran fidedignas. La decisión que llegó demuestra que había verdad en las acusaciones y que era importante levantar la prescripción. Fue un fallo claro y ajustado a las normas de la Iglesia. Puede parecer duro, pero a juicio de la Congregación para la Doctrina de la Fe es proporcional a la gravedad de las faltas, y considera la edad del padre Karadima.
-¿En qué momento tuvo la convicción de que se debían enviar los antecedentes a Roma?
-Cuando aparece una acusación de abuso contra alguien que es menor de edad hay que enviar todos los antecedentes a la Congregación para la Doctrina de la Fe. En este caso, en abril de 2010 llegó ese testimonio al promotor de justicia, y como ya había prescrito, pedí que se levantara la prescripción. De no haber habido un menor involucrado, el caso tendríamos que haberlo decidido en Chile, terminando el proceso penal administrativo y haber tomado acá las determinaciones. Luego, en octubre, decidí la intervención de la Unión Sacerdotal que había fundado el padre Karadima.
-Sin embargo, usted el 2003 recibió las primeras denuncias y sólo en 2010 envió la investigación a la Santa Sede ¿Por qué esa demora?
-En 2003, llegó una primera denuncia, y lamento no haber creído que era fidedigna. En mis años de experiencia sacerdotal han sido varios los episodios en los que he comprobado calumnias graves. También he conocido acusaciones a partir de las alucinaciones que sufría una persona. Por eso, no creo de inmediato las acusaciones que llegan. Por otra parte, estaba la fama que tenía el padre Karadima, tanto por la formación de innumerables jóvenes que le guardaban gratitud, como por la cantidad de vocaciones que habían partido al seminario después de haberlo tenido a él como director espiritual. También, todo el círculo más cercano a él decía que era una persona sabia y santa. En verdad, cuando alguien tiene esa fama es muy difícil creer una acusación tan fuerte. Hay otra cosa: esa acusación, escrita por don Andrés Murillo, decía expresamente que no quería un procedimiento eclesiástico. Las cosas cambiaron cuando en agosto del 2009 llegó una tercera acusación con denuncias similares.
-¿No cree que la denuncia de Murillo de todas formas era un hecho grave que ameritaba ser investigado?
-Es que en ese momento no creí que fuera verdadera la acusación. Ése fue un error mío. Además, en aquel entonces teníamos una práctica, semejante a la que existió en la justicia civil: cualquier acusación que se hiciera, para que tuviera todo el respaldo de la persona que la hacía debía tener su firma. Y ese documento no venía firmado. Pero como digo, más pesó, en un primer momento, la fama y renombre que tenía el padre Karadima.
-Tras la denuncia de Murillo, aparecen los dichos de James Hamilton. ¿Por qué no creyó entonces, con un segundo testimonio? ¿Por qué no dio el beneficio de la duda a las víctimas también?
-El beneficio de la duda siempre existió. Tenía que presumir, antes de la sentencia, no sólo la inocencia del acusado, sino también la buena fe de los acusadores. En eso está la dificultad que se presenta para saber de qué lado está la verdad. En el caso del señor James Hamilton, no fue él el primero en traer la situación que lo había afectado, sino familiares suyos. Recién el 2005 declaró y firmó. Su narración era terriblemente dolorosa; era claro que estaba sufriendo. Hasta tal punto, que posteriormente él pidió que la Iglesia declarara nulo su matrimonio por distintas circunstancias, pero también por su relación con el padre Fernando Karadima.
"Cometí una equivocación: pedí y sobrevaloré el parecer de una persona muy cercana al acusado y al acusador. Mientras el promotor de justicia pensaba que era verosímil la acusación, esta otra persona afirmaba justamente lo contrario".
-En ese momento, a mediados de 2005, usted detuvo la investigación, ¿por qué lo hizo si ya había dos testimonios?
-Por una parte, me pareció necesario recibir más antecedentes. Por otra, cometí una equivocación: pedí y sobrevaloré el parecer de una persona muy cercana al acusado y al acusador. Mientras el promotor de justicia pensaba que era verosímil la acusación, esta otra persona afirmaba justamente lo contrario.
-¿Qué persona?
-No voy a dar nunca su nombre. Porque en el fondo es responsabilidad mía, primero haber pedido ese parecer y, segundo, haberle creído. Me quedó la duda, naturalmente, y por eso mismo dejé en suspenso la investigación, y no cerré la causa.
-Al suspender la investigación, ¿no cree que Karadima pudo seguir cometiendo abusos?
-Ésa era la primera preocupación de los acusadores. No querían proceder en contra de alguien, sino a favor de otras posibles víctimas, y querían prevenir. Pero no hay ningún antecedente que pruebe un caso posterior. No lo encontró la justicia civil y tampoco los tribunales de la Iglesia. Es pura conjetura.
-El promotor de justicia, el sacerdote Eliseo Escudero, señaló en una entrevista a Ciper que tras investigar, le dijo que las acusaciones contra Karadima eran creíbles y aun así usted cerró la investigación.
-Es efectivo que él pensó que las acusaciones eran creíbles. Pero lo difícil en todo esto es que en la primera etapa de estas investigaciones tiene que ser el obispo el que diga: "yo creo que todo esto es fidedigno". Pero cuando se trata de acusaciones de abusos sexuales, generalmente son por actos ocurridos entre dos personas sin testigos. No hay nadie que pueda decir de afuera con imparcialidad "esto ocurrió" o "no ocurrió". Entonces quise esperar mayores antecedentes, porque muchas veces este patrón de conductas se repite una tercera y una cuarta vez. Sólo ahí uno tiene suficiente argumento como para decir "me parece que esto realmente ocurrió".
-Usted el 2005 saca al padre Karadima de la parroquia El Bosque. ¿Por qué lo hace?
-En la Iglesia, cuando un párroco cumple 75 años, lo normal es que presente la renuncia. Depende del obispo si la acepta o no. En ese momento, en la diócesis no queríamos que los párrocos se eternizaran más allá de 10 o 12 años en su trabajo. Por eso insistimos en que varios sacerdotes de esa edad se retiraran. Él presentó su renuncia y se la acepté muy pronto, pese a que la mayoría sigue por un tiempo más.
-¿En el fondo usted acepta la renuncia por su edad y no por las acusaciones de abuso?
- La acepto formalmente por los 75 años, pero también porque existían acusaciones que se estaban recibiendo.
-¿En esa época se reunió con Karadima para hablarle de las denuncias?
-Sí. Le manifesté que se seguía un proceso en su contra.
-¿Y cuál fue su reacción?
- Nunca ha dicho que haya existido de parte suya una acción de ese tipo. Recuerdo que alguna vez le escuché que creía que, a su juicio, eran otros los móviles que llevaban a estas personas a acusarlo.
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