La exquisita levedad de Sebastián Silva
Lo de Silva es un cine ligero, fresco, donde la levedad es sinónimo de libertad y de un pulso para filmar sin ataduras ni pretensiones. Esa exquisita levedad ya estaba presente en su anterior trabajo, Crystal Fairy, y era uno de sus principales atractivos. Acá, los personajes de Guagua cochina se sienten vivos, reales, sin la pesadez ni las fórmulas de ciertas películas chilenas de los últimos años.
Si a alguien le podían quedar dudas del ímpetu y de las fortalezas del cine de Sebastián Silva, su nueva película, Guagua cochina, lo confirma como una voz única dentro del cine chileno. Desde La nana hasta ahora, Silva ha ido aligerando su cine, pero sin perder el rumbo ni su mirada aguda para fijarse en lo que otros pasan de largo. Ya sean las familias tradicionales, como sucedía en La nana y Gatos viejos, o una familia más atípica y contemporánea, como ocurre en Guagua cochina.
Lo de Silva es un cine ligero, fresco, donde la levedad es sinónimo de libertad y de un pulso para filmar sin ataduras ni pretensiones. Esa exquisita levedad ya estaba presente en su anterior trabajo, Crystal Fairy, y era uno de sus principales atractivos. Acá, los personajes de Guagua cochina se sienten vivos, reales, sin la pesadez ni las fórmulas de ciertas películas chilenas de los últimos años.
Freddy —interpretado por el mismo director— es un artista que vive en Brooklyn, en un barrio típicamente neoyorquino y multicultural, donde conviven los inmigrantes con las parejas gay y los mendigos. Freddy es gay y está emparejado con Mo (Tunde Adebimpe), y quiere tener un hijo con la ayuda de su mejor amiga, Polly (Kristen Wiig, Damas en guerra).
Guagua cochina es una película gay, pero sin ser discursiva ni levantar banderas sobre el tema. Silva se limita a mostrar, lo que no es poca cosa. Es más, no son muchos los que son capaces de filmar con naturalidad el día a día de estos amigos y, además, usar la ironía con fineza, como cuando vemos a Freddy preparar un video sobre su futura paternidad, que es una saludable crítica al mundo del arte contemporáneo y a todos los que van de artistas por la vida. En todo esto, además de la pericia de Kristen Wiig como comediante, Silva se apoya en dos secundarios que son un lujo, como Mark Margolis (El luchador) y Reg E. Cathey, el inolvidable cocinero de las costillas de cerdo favoritas de Frank Underwood en House of cards.
Cathey justamente tiene el papel de un mendigo que hacia el final marcará un cambio radical en el tono de Guagua cochina. Silva se lanza con un giro narrativo que rompe con todo y que pondrá de cabeza la vida de los personajes y de toda la corrección política que podría haber destilado la película. Eso sí, también puede ser leído como un final moralmente conservador, pero eso no quita todos los logros de Guagua cochina.
"Guagua cochina", de Sebastián Silva.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.