¿Por qué estamos perdiendo el deseo?
Una sociedad hipersexualizada y más liberada, pero que tiene cada vez menos sexo. Eso es lo que somos. Los especialistas lo confirman. El factor clave detrás de ello es la falta de deseo, torpedeado por la hormona del estrés, la (autoimpuesta) sobreexigencia y las añejas expectativas de querer ser campeones en la cama.
Todo puede partir con un beso o una caricia. Después entran a escena la atracción física y, por qué no, la estimulación del cerebro en base a imágenes y fantasías de lo que podría pasar. De ahí en adelante, una cascada de hormonas se desata en el cerebro para dar rienda suelta al deseo sexual.
Del deseo se dice que es una emoción, un impulso, una fuerza que nos mueve al encuentro con otro. Su principal combustible es la testosterona, una hormona predominantemente masculina, pero que también está presente en la mujer. La ecuación es simple: mientras más testosterona libre, más deseo sexual.
A su vez, la liberación de la testosterona se ve estimulada por la presencia de la dopamina, que se relaciona con la energía mental, los impulsos y la motivación, y que es conocida como "la hormona de la felicidad", porque la liberamos cuando estamos contentos. "Eso explica que en la etapa del enamoramiento, cuando todo es felicidad y hay mucha dopamina libre, hay mucha gente teniendo sexo", explica Constanza del Rosario, sicóloga experta en relaciones de género y sexualidad.
Esa es la ruta biológica del deseo sexual. Parece un recorrido simple, pero es fácil tropezarse. Una piedra en el camino es el estrés, que según la OMS es la enfermedad del siglo XXI y una razón que se escucha con frecuencia en las consultas de los especialistas para explicar la falta de interés en las relaciones sexuales. Para enfrentar situaciones estresantes, el organismo libera cortisol, una hormona que inhibe la acción de la testosterona. Entonces, el cortisol, así como la prolactina, son hormonas antagonistas del deseo.
Según varios especialistas, el deseo sexual se ha convertido en un componente cada vez más ausente en las relaciones de pareja y en la mayor causa de consulta. Es un fenómeno que están mirando con atención y tratando de desentrañar las razones. De hecho, algunos de ellos han convertido este tema en su especialidad.
El sicólogo Rodrigo Jarpa, autor de Me aburrí del sexo, explica que en muy poco tiempo quienes llegan a su consulta cambiaron el foco desde el desempeño sexual a esta nueva preocupación. Agrega que hoy abundan hombres y mujeres, independientes de su orientación sexual, que están totalmente sanos y muchas veces en relaciones de pareja estable, que consultan por la falta de ganas en el sexo.
"Desde hace algunos años, no ha habido ni una semana en que no reciba preguntas como estas: ¿Cómo puedo reavivar el deseo y la pasión que tenía antes con mi pareja?, ¿las pastillas anticonceptivas afectan el deseo?, ¿existe una pastilla para el deseo o un viagra femenino?, ¿cuál es la frecuencia normal para tener relaciones?", dice Jarpa en su libro.
Esta baja en el deseo, concuerdan los expertos, es la principal explicación de que hoy la gente tenga menos relaciones sexuales. Tal vez el estudio más completo en este ámbito fue publicado en la revista Archives of Sexual Behavior, tomando datos de 26.707 personas encuestadas por la General Social Survey (algo así como el INE chileno). Según esa investigación, entre los años 1995-1999, los adultos informaron haber tenido relaciones sexuales aproximadamente 62 veces al año, en comparación con 54 veces al año en el lustro 2010-2014. Una diferencia de ocho encuentros sexuales menos por año (disminución de 13% en 15 años). El investigador Ryne Sherman, uno de los autores de este estudio, dice a Tendencias que la frecuencia sexual disminuye lentamente después de los 25 años a una tasa de alrededor de 1,2 encuentros sexuales al año.
En Chile, no existen estudios ni cifras similares. Pero es un escenario que podría proyectarse sin mucha dificultad, considerando que los especialistas locales coinciden en que en estos últimos años ha bajado el deseo. Y el deseo es el motor del sexo.
Algunos terapeutas dicen que la pérdida del deseo es más evidente y llamativa en los hombres que en las mujeres, porque hasta hace algunos años lo común y esperable era que ellos siempre tuvieran deseo ("siempre listo", era la consigna) y la mujer, en cambio, no. "Las mujeres no eran educadas para tener deseo, sino para ser deseables", explica la sicóloga Nerea de Ugarte.
Esta suerte de liberación sexual de los últimos años, que ha emparejado la cancha en cuanto a la exigencia sexual, al cómo y cuánto sexo queremos tener, dejó al descubierto a los hombres. "Cuando ambas partes quieren sexo por igual, empiezan a aparecer los de este lado que no se visibilizaban antes por su falta de deseo", dice Del Rosario.
¿Cuáles son las razones que explican este fenómeno?
Sobreexigidos
Podría parecer paradójico que en una sociedad hipersexualizada como la actual y que tiene mayores libertades se haya incrementado la falta de deseo sexual. Para Constanza Michelson, sicoanalista y escritora, no es raro que eso pase. "¿Qué es lo que uno desea? Lo que no tiene. Ése es el rollo", dice, y agrega que socialmente pasamos de una etapa de represión sexual a otra de liberación, y este nuevo estado nos dejó el mandato de ser sujetos muy liberados sexualmente: "Un imperativo muy agotador, por cierto".
Para Antonio Godoy, sicólogo clínico y director del Centro de la Persona, la Pareja y la Sexualidad (Ceppas), la hipersexualización ha llevado a la exacerbación de un sexo mecanizado, orientado al rendimiento, pero carente de erotismo. "Una sexualidad desafectada, mecánica, trivial y sin afectos puede llevar a una dificultad de sentir placer; así, cuando el sexo pierde su sentido vincular, aparece la apatía", explica, y dice que hace poco en su consulta una mujer se quejaba amargamente porque tenía un solo orgasmo en sus relaciones sexuales. "Las dos cosas que matan el sexo son la exigencia y la expectativa", agrega.
Del Rosario explica que el deseo está muy asociado a lo misterioso, a lo novedoso y a lo inestable, porque esas sensaciones liberan dopamina, por lo tanto si se quiere vivir en constante deseo, recomienda llevar sorpresa y novedad a la relación. "Tener espacios personales y volver a encontrarse. Y a veces hay que pensar en otros... es parte de mantener el deseo".
-¿Pensar en otros?
-No hay nada malo con eso. Si utilizas esa creatividad en tu relación y te sirve, hazlo. El ser humano no está hecho para una monogamia eterna, sino que decide, a partir del amor y del apego, establecer una relación para toda la vida, por lo tanto el deseo hay que cultivarlo.
Crisis de la masculinidad
Pedro y Ana tienen ocho años de matrimonio, dos hijos chicos y un año y medio sin tener vida sexual. Acudieron a un especialista por un ultimátum de ella: "Si esto no cambia, hasta aquí llegamos". Eso tiene a Pedro afligido. Él no sabe a qué se debe su falta de deseo, tampoco cuándo empezó; sólo tiene claro que fue gradual y que en el inicio de la relación tuvieron tiempos muy buenos de intimidad sexual.
Cuando analizaron en terapia qué estaba pasando, aparecieron algunas cosas que, aparentemente, no tenían nada que ver con la cama. Ella ganaba más que él, tomaba las decisiones en la casa y tenía expectativas que él no cumplía. Ana veía a Pedro casi como un hijo más. Mientras, él se sentía secretamente minimizado en relación a ella y eso le provocaba rabia.
Pedro y Ana llegaron a la consulta de Antonio Godoy, quien se ha especializado en la baja del deseo masculino. Entre algunos expertos, como Godoy, existe la convicción de que la falta del deseo es un problema más acentuado en los hombres. Dice que el fenómeno es "impresionante", que en consulta ha recibido más de 400 casos desde que en 2013, junto con Alejandra, su hermana y también sicóloga, lanzaron el libro Te amo, pero no te deseo. Agrega que varios especialistas están reportando el mismo fenómeno en otros países.
El caso de Pedro y Ana sirve como ejemplo de cómo el cambio de roles está afectando la vida sexual. "Es muy dramático cómo los hombres se han vuelto más emocionales y más pasivos, frente a mujeres que están más fuertes, más independientes y más autónomas", dice sobre esta versión de hombre beta opuesta al clásico macho alfa.
Según Godoy, los hombres como Pedro se ven a sí mismos menoscabados en su masculinidad. Sienten rabia, pero el nuevo mandato cultural no les permite mostrarla, porque se quieren alejar de los estereotipos del machismo. Pero guardarse esas emociones negativas provoca un efecto en el cuerpo. "Nuestra hipótesis es que hay estrés emocional que está provocando esta pérdida de deseo, porque trae un correlato biológico: aumentan las hormonas relacionadas con la emergencia fisiológica, y cuando hay mucho cortisol en el cuerpo las otras hormonas no pueden funcionar", explica.
El temor a fallar
Rodrigo Jarpa explica que culturalmente nos cuesta concebir que un hombre pueda no tener ganas, porque esa idea atenta contra la identidad masculina y el concepto de macho siempre listo. "Pero en el mundo real ocurre que los hombres podemos no tener ganas y no por eso estamos siendo infieles o tenemos algún tipo de trastorno o patología sexual, como se piensa a veces", dice.
Un ejemplo es Gabriel. Tiene 33 años y se casó hace un par de meses. Es un ingeniero exitoso, trabajólico y juega fútbol dos veces a la semana. Tiene una vida social activa, se junta mucho con sus amigos del colegio y no tiene tiempo para nada. Eso incluye las relaciones sexuales.
Los especialistas dicen que los hombres están teniendo temor a perder a sus parejas si no se desempeñan bien en la intimidad; sin embargo, no lo expresan abiertamente y ante la posibilidad de fallar prefieren distanciarse sexualmente. "Optan por no tener relaciones antes que sentarse a ser juzgados por sus parejas", dice Godoy, y agrega: "Hay muchos mitos sexuales detrás de esto: los hombres todavía creemos que el orgasmo de la mujer depende de nuestro rendimiento en la cama, entonces es un miedo que se basa en la desinformación, pero súper entendible y plausible porque hoy las mujeres quieren más y mejor sexo. Antes no era así".
Distanciarse sexualmente es la peor solución, según este sicólogo, porque se alarga el periodo sin tener vida sexual y cuando llegan a terapia ya están muy agotados.
Constanza del Rosario aclara que, al contrario de lo que los hombres creen, las mujeres no buscan a un campeón en la cama: "Eso es lo que ustedes están entendiendo. Lo que pasa es que para este tipo de hombre más evitador, rutinario y distante emocionalmente, todo es una crítica y una desvalorización".
Según explica, las mujeres tienen una mejor disposición a aprender de la sexualidad que los varones. "Si un hombre llega y nos dice '¿sabes qué? Tómalo así y mastúrbame así', ninguna de nosotras se va a sentir mal. Pero al revés, buah… se sienten pésimo".
Eso ocurre, dice la sicóloga, porque los hombres tienen la autoestima asociada al rendimiento. "Creen que una fórmula que vieron en el porno o que les resultó con una mujer anterior los va a dejar como un campeón. Y cuando viene el feedback femenino y les dicen 'no me gusta', se van a la punta del cerro y les baja la autoestima". Por eso, parte del proceso terapéutico de este hombre consistirá en sacarlo de ese estado defensivo para que se dé cuenta de que su pareja simplemente le está dando una sugerencia, no una crítica.
Escaso control
Nerea de Ugarte, fundadora del movimiento La Rebelión del Cuerpo, ve en su consulta a mujeres, salvo algunos casos que trabaja con sus parejas. Ella le manda una tarea a las pacientes: que enumeren los factores a los que atribuyen el bajo deseo sexual (ojalá lleguen a 10) y le pongan un porcentaje en orden de prioridad para determinar cuál es la causa más importante. De esa manera, Nerea sabe por dónde empezar la terapia.
Cuando tabuló los resultados, De Ugarte encontró que el principal factor del bajo deseo sexual tenía que ver con ellas mismas: la inseguridad con su propia imagen o en sus capacidades. "El foco cognitivo que podrían usar para estimular la mente y así fortalecer el interés sexual está puesto en ser deseables por un otro en vez de desear ellas mismas. Piensan en cumplir con los estereotipos de la delgadez, de la celulitis, del tamaño de las pechugas, de si están bronceadas, de si están suficientemente depiladas...". De esa manera, dice ella, las mujeres pierden el poder de su propio deseo.
Y no es algo que sólo les ocurra a las mujeres. De Ugarte dice que si hoy existe una sobredemanda de consultas en deseo sexual tanto masculino como femenino es porque los hombres también están viviendo la presión social de lo que significa socialmente ser hombre. ¿Cómo? "Deben tener deseo sexual siempre, porque así les dijeron que tenían que ser, tal como a nosotras nos han educado para ser deseables, para ser putas en la cama y señoritas en la mesa. Eso son mandatos sociales que replican los estereotipos y los roles de género. Desde esa lógica, no vamos a poder ser jamás dueños y dueñas de nuestros deseos".
Su propuesta, entonces, es trabajar más allá de la consulta clínica y educar no sólo en sexualidad, sino también empoderando a niños y niñas para que se sientan seguros de quienes son desde la infancia. "Para que no les 'vendan' cómo hay que ser", dice.
La falta de proactividad
Constanza del Rosario explica que la proactividad masculina es muy importante para el deseo femenino: "Nos hace felices y aliviana la carga: eleva nuestros niveles de dopamina, que suele estar muy elevada al comienzo de una relación y que decae con la habituación". El otro efecto que produce la proactividad es mantener a raya los niveles de cortisol, que pueden aumentar con el estrés de la convivencia, la llegada de los hijos y la recarga de labores domésticas. "A mayor dopamina mayor testosterona; es decir, mientras más aporten a nuestra alegría y relajo por medio de su proactividad, más calientes nos ponemos", dice.
Sin embargo, lo que ella recibe de las mujeres en su consulta es lo contrario: hastío por la falta de proactividad masculina y desmotivación porque ellos no quieren escucharlas dentro y fuera de la cama. Ejemplos de algunas frases que escucha: "No lo veo motivado por nada, sólo le interesa su teléfono y el computador". "No sé si se hace el tonto o en verdad no se le ocurre nada sin que yo se lo diga; pero su actitud me da rabia y me quita todas las ganas". "En esta relación todo depende de mí, si fuera por él nos pasamos el fin de semana encerrados viendo series... Su comodidad y la rutina me mata las pasiones". "Estoy agotada y por más que se lo digo, no atina a ayudarme con los niños y si lo hace es de mala gana, ¿cómo no voy a querer meterme a la cama y sólo dormir?".
El consejo de la sicóloga, entonces, es "¡pónganse las pilas! y verán cómo nos motivamos y se encienden los motores".
Los caminos del deseo
El deseo se puede expresar en el sexo, pero en otras cosas también. "La libido tiene múltiples salidas. A veces uno está teniendo sexo con su trabajo, en una fantasía, en un viaje, en un drama. No todo es genital y la sexualidad es bastante más amplia que la genitalidad", dice Constanza Michelson.
La sicoanalista valora las experiencias singulares: "Estoy en contra de que alguien te diga 'sabe que si usted lleva un año sin deseo sexual, usted está enfermo'. De verdad, puede ser que haya un acuerdo en una pareja: 'No tengamos más sexo', y si para ellos funciona, está bien".
El tema de fondo es otro, dice ella. "La gran pregunta sigue siendo por el amor. Cuando ya no hay deseo sexual o menos que antes, ¿hay razones para quedarse? ¿Cuáles son las razones para armar o para quedarse en una historia?".
No hay respuesta, dice Michelson. "Eso es lo terrible. Al final, cada uno tiene que buscar una respuesta sin saber que eso va a ser garantía de si vas a ser feliz o no. Ese es el vértigo hoy día... elegir".
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