Influencers “mercenarios” reciben grandes sumas de dinero para acosar a enemigos políticos
A partir de una campaña de desprestigio en Twitter hacia la periodista libanesa, Ghada Oueiss, se realizó una investigación que reveló que algunos gobiernos, como el de Arabia Saudita, le pagan miles de dólares a influencers para atacar virtualmente a figuras que representan un “peligro” para su país.
Era el año 2020, y Ghada Oueiss, una periodista libanesa de Al Jazeera Arabic, publicó una columna de opinión en The Washington Post donde denunciaba que unos hackers le habían robado fotografías y videos privados para publicarlos en Internet.
Con el material, comenzó una serie de ataques virtuales hacia Oueiss, donde aparecieron imágenes suyas en un jacuzzi, que incluso después manipularon para que pareciera que está desnuda y que rápidamente viralizaron en redes sociales, principalmente en Twitter.
Una gran cifra de usuarios de Arabia Saudita comenzó a retuitear la foto y comentar insultos misóginos, en especial Sharon Van Rider, una residente de Florida, Estados Unidos que compartió el tuit y atacó a la periodista, llamándola “mentirosa”, que se había “vendido a los terroristas para obtener una historia” y que trabajaba para “una red que transmite antisemitismo”.
Pero la pregunta es ¿por qué alguien de Florida atacaría a Ghada Oueiss, una periodista libanesa? La respuesta es que Oueiss es presentadora de un programa en horario estelar de Al Jazeera Arabic, uno de los canales en inglés más importantes del mundo, donde realiza entrevistas duras con comentaristas establecidos en el Medio Oriente.
Sharon Van Rider, en su ataque a la periodista, también elogió a Mohammed bin Salam, el príncipe heredero de Arabia Saudita. Tomando en cuenta de que el país y Líbano viven una seria crisis diplomática, se despejó toda duda de que se trata de una campaña de desprestigio hacia Ghada Oueiss y el canal que representa, solo por ser crítica hacia la ideología del país asiático.
Una campaña de odio pagada
“Fue extraño que un ciudadano estadounidense, que no habla árabe, que no me conoce, tuitee sobre mí día y noche”, le dijo Oueiss a Forbidden Stories. Y es que, después de que la organización -que busca ayudar a periodistas que se encuentran en riesgo por ejercer su profesión- encontrara una investigación del diario Die Zeit, se concluyó que a Sharon Van Rider le pagaron por publicar tuits a favor de Arabia Saudita.
La mujer se reunió en Dubai en abril de 2019 con Sattam bin Khalid al Saud, un príncipe saudí y, posteriormente, atacó a la periodista como parte de un grupo pequeño de mujeres que apoyaban a Donald Trump.
Ante los hechos, Forbidden Stories accedió a documentos oficiales y encontraron que la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) abrió un caso sobre las actividades de Van Rider para encontrar quién la había financiado.
En una declaración de 2022, la mujer dijo que un intermediario le pagó en nombre de al Saud (el príncipe con el que se había reunido) para esquivar la Ley de Registro de Agentes Extranjeros (FARA). Esta regulación funciona para que cualquier persona que, dentro de Estados Unidos, desee influir en la opinión estadounidense de parte de un funcionario extranjero, deba registrarse en el Departamento de Justicia y presentar informes públicos.
Así, en el mismo documento, Van Rider reveló que, a través de un agente que pertenecía a un “círculo de la derecha”, el príncipe le pagó cerca de 175 mil dólares en efectivo (138 millones de pesos chilenos) para atacar personas específicas en línea.
“Básicamente están peleando en nombre de quién les paga para pelear”, dijo el Dr. James Forest, profesor de la Universidad de Massachusetts Lowell, quien acogió el término de “mercenario de influencia digital” para llamar a las personas que se involucran con la desinformación con fines de lucro.
Difíciles de rastrear
Los influencers mercenarios son muy difíciles de rastrear, principalmente porque se les paga a través de intermediarios: “Para mí, Van Rider no era el verdadero problema, sino las personas que le pagarían por hacer eso. Porque si no fuera ella, sería cualquier persona. Si ella se detiene, alguien más comenzará”, dijo Oueiss.
“Una cosa es usar bots y trolls, pero si puedes hacer que los estadounidenses absorban orgánicamente los puntos de conversación saudíes y luego los repliquen en sus propias redes sociales, en teoría pueden volverse virales entre la comunidad republicana en línea”, dijo Marc Owen Jones, profesor asociado de Estudios de Medio Oriente en la Universidad Hamad bin Khalifa en Qatar, sobre el poder que tienen estas figuras sobre la opinión pública.
Otra influencer que atacó en línea a Oueiss, por criticar el régimen saudí, fue Irina Tsukerman, una abogada de la Universidad de Fordham, que vive en Nueva York y que suele comentar sobre hechos políticas de Arabia Saudita, los Emiratos Árabes, Marruecos, Azerbaiyán e Israel en videos, columnas y apariciones en la televisión. Pero además, su profesión consiste en ofrecer servicios de “guerra de información”, “ofensivos” y “defensivos” a través de su compañía, Scarab Rising.
“Es una nueva forma de matar periodistas virtualmente, silenciarlos. En lugar de pagarle a alguien para que lo asesinen físicamente, le pagan a alguien para que lo asesinen virtualmente, a través de redes sociales. Matas al personaje”, reflexionó la periodista libanesa sobre la campaña que hicieron contra ella. “En lugar de matar el cuerpo, matas las palabras, matas las preguntas”, agregó.
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