IA

Inteligencia Artificial: El aliado invisible ya reside en nuestros celulares


Si nos dejamos inspirar por las películas y la fantasía, la inteligencia artificial siempre ha sido vista como el villano de la historia. Desde el mítico HAL 9000 hasta el sistema Skynet que dio vida a Terminator, el miedo hacia la rebelión de las máquinas ha formado para muchos una visión temeraria frente a la llegada de las máquinas inteligentes.

Pero ya en pleno Siglo 21, la revolución de la IA ha demostrado ser todo lo contrario. Lejos de ser una amenaza, los avances tecnológicos nos han brindado un gran aliado que convive con nosotros en todas partes, incluso dentro de nuestros celulares.

Todo esto tras recorrer un gran camino iniciado en 1956, cuando se acuñó por primera vez el término. ¿Qué tan inteligentes son las máquinas el día de hoy y cómo es que este avance nos beneficia todos los días?

Máquinas que piensan

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Por definición, la Inteligencia Artificial es la capacidad que permite que las máquinas sean capaces de hacer más allá de simples cálculos. En esencia, tratan de replicar las mismas formas que tenemos los humanos para poder aprender y luego tomar decisiones.

Los sistemas inteligentes no solo hacen acciones, sino que toman decisiones en base a nuestros mismos patrones: la experiencia, el aprendizaje y el tiempo.

Esto ha permitido crear sistemas capaces de hacer tareas que antes se pensaba que solo podían los humanos: entender el lenguaje, análisis de conductas, reconocimiento de imágenes, e incluso la conducción de automóviles o la composición de música.

Un poder que ya comienza a beneficiarnos día a día gracias a su incorporación en el dispositivo más importante de la era en que vivimos: los celulares.

El aliado invisible

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Cuesta pensar que el principal motor de inteligencia artificial hoy esté en nuestro bolsillo, pero así es. Sin darnos cuenta, muchas de las acciones que hoy hacemos con nuestros teléfonos pasan por una mente digital.

La revolución móvil de la IA se inició primero con la llegada de los asistentes digitales, sistemas que son comandados por la voz y que responden a nuestros pedidos independientemente de las palabras que usemos. Así, si preguntamos "¿lloverá esta noche?" o "¿debo abrigarme para salir?" el sistema interpreta que lo que necesitas es una sola cosa: la información del clima.

Pero no fue hasta el año pasado que la carrera por hacer a nuestros móviles aun más inteligentes tomó un nuevo impulso, con la llegada del primer procesador móvil con inteligencia artificial. El Kirin 970, creado por Huawei, trajo una nueva línea de beneficios a los usuarios que antes no ocurrían.

El trabajo que se hizo con Kirin fue el de entrenarlo para tomar decisiones importantes en lo que respecta al mundo del celular. La cámara, por ejemplo, ahora puede detectar de manera automática qué es lo que tiene frente a ella y ajustar los parámetros del lente para sacar la mejor foto posible. Tras haber analizado millones de imágenes, el procesador puede saber si hay comida, una persona, un paisaje o incluso un perro y hacer los ajustes para que la foto salga perfecta. Es prácticamente como contar con un pequeño fotógrafo.

La inteligencia artificial también puede ayudarnos a gestionar mejor nuestras aplicaciones, lo que se traduce en más batería y más rapidez. Al aprender nuestros patrones de uso, puede saber qué aplicaciones apagar y cuales mantener encendidas y así no tener que depender del cargador.

Es lo que los expertos llaman "microdecisiones" y que tiene que ver con los pequeños segundos que nos toma ir al menú y elegir una opción. Si el teléfono está pensando por y para nosotros, entonces cada vez se convierte en un equipo que pasa más tiempo haciendo lo que queremos y así, nos ahorra momentos de frustración.

La apuesta fue tan exitosa que este año Huawei volverá a entregar una nueva versión del Kirin, llamada ahora 980, que debutará con su próximo equipo estrella: el Mate 20 Pro. Una propuesta que ahora identifica imágenes, traduce textos instantáneamente y nos hace saber que más que temer en el futuro, lo que necesitamos es confiar que las máquinas no llegaron para ser nuestros enemigos, sino que compañeros que, mientras más aprenden de nosotros, más sabrán cómo ayudarnos.

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