Nancy Gallegos (40): “Cuido el bosque a 30 metros de altura”
#CosasDeLaVida: “Uno está contra el tiempo y mientras más rápido se dé la información, se acortan los tiempos de respuesta de las brigadas, lo que es clave para enfrentar los incendios. La idea es ser lo más veloz posible para evitar que se quemen las casas, que es lo más triste de ver”.
Soy Operadora de Torre de Incendio Forestal, o más conocido como torrera, hace doce años. Conocí este oficio porque mi marido estaba aquí, llevaba unas siete temporadas, las que comienzan en octubre y terminan en abril. Sólo trabajamos en tiempos de temperaturas altas.
La primera vez que me ofrecieron trabajar dije que no, ya que mi hijo menor estaba muy chico e igual me compliqué. Me daba miedo andar en el bosque sola, pero después acepté y me animé, al final eran puros rollos míos. Aquí no anda nadie, solamente los vecinos cercanos.
Mi propio marido fue el que me capacitó, él estaba contento porque económicamente estaríamos mejor y podríamos tener nuestra casa propia. Me enseñó los sectores, lugares, cómo se llama cada parte. Hay que tener todo claro para que el reporte sea preciso.
Lo que hacemos es estar pendientes de ver si hay humo en alguna parte del bosque, con mirada a los 360°. Actualmente me encuentro en Nacimiento, en el sector de Carmen Alto. Es una torre estratégica y salen muchos focos. Cuando la distancia es mucha ocupo mis binoculares, puesto que hay veces en que son fábricas o es polvo que se levanta.
Uno está contra el tiempo y mientras más rápido se dé la información, se acortan los tiempos de respuesta de las brigadas, lo que es clave para enfrentar los incendios. La idea es ser lo más veloz posible para evitar que se quemen las casas, que es lo más triste de ver. Me pongo en el lugar de esa gente, de cómo se sentirán cuando el fuego se acerca a su hogar.
En mi caseta de vigilancia tengo una silla giratoria y ahí estoy dando vueltas, me paro, me siento, escucho música, hablo por celular y escucho radio, la que igual me acompaña, aunque a veces no se puede, pues hay días en que hay mucha actividad. En esta temporada llevo unos 50 incendios reportados.
Utilizo la cartografía. Yo reporto un foco, veo el grado en el mapa, mi torre vecina también lo hace y envíamos la información a la central, en donde se analiza y sacan las coordenadas, de acuerdo a esas se hace el despacho de las brigadas y aeronaves. Gracias a la alidada podemos saber a cuánta distancia se encuentra, ya que es una especie de "regla", en la que cada centímetro representa un kilómetro. Yo cubro 20 kilómetros a la redonda.
Hay que luchar con la soledad, pero igual me gusta estar todo el día sola. Tengo libertad absoluta y se puede escuchar el bosque, los pajaritos, sentir el aire, la naturaleza, la fauna que, por cierto, cada vez es menos. Yo, que he pasado doce años aquí, me he dado cuenta de los cambios. Al principio me encontraba con zorros en la mañana y, por lo menos esta temporada, no he visto a ninguno.
Este año ha sido el peor. Durante todo el tiempo que llevo aquí siempre ha habido incendios pequeños, cuatro hectáreas como máximo. En este hubo uno cerca de mi torre y lo vi en primera fila, creciendo y amenazando casas. Las miraba y pensaba que se quemarían todas. Avanzó súper rápido, en un par de horas se habían consumido 250 hectáreas. Me marcó, lo vi todo.
Si se llegara a quemar acá no sé qué haría, le he tomado cariño a mi lugar de trabajo. Pasamos seis meses y es como mi segunda casa. Recuerdo que el año pasado casi pasa porque, al igual que este, hubo uno cerca, a 100 o 150 metros de distancia. Mientras estaba en mi casa me dio pena pensar en que eso podía ocurrir. Bueno, quizás la pérdida no es tan grande, son latas nomás, pero es triste ver todo destruido.
Mi vida antes de ser torrera era estar en la casa, cuidar a mis hijos chicos y también trabajaba en un taller de costura, ya que estudié Diseño de Vestuario. Sin embargo, pagaban mal. Además, el pueblo es chico y no habían tantos clientes. Hasta que se me dio la oportunidad de estar acá y la verdad es que fue bueno, muy bueno para una como mujer, más encima fui la primera de la empresa y me sentí orgullosa.
Cuando empecé a todos les llamaba la atención, querían saber quién era. Aparte, creo que lo hacía bien y por eso me querían conocer. Ahora las mujeres ya estamos en todos lados, somos unas 30 en total. Pero trabajamos solo de día, puesto que en la noche lamentablemente es muy peligroso. Yo estoy desde las ocho de la mañana hasta las cuatro de la tarde, ese es mi turno. Me levanto a las seis y media y salgo a las siete y cuarto de la casa.
Mi hijo mayor, de 20 años, hace dos temporadas que trabaja acá. Él hace el turno de noche en mi torre. Por ende, él, mi marido y yo hacemos esto, así que ahora hablamos todo el rato del trabajo, sobre lo que ocurre, dónde pasan las cosas y nos sirve para compartir información. Los tres trabajamos en Serfonac, que presta servicios a CMPC.
Como me he destacado por realizar bien mis labores, en el 2017 recibí el premio a la Mejor Torrera de Protección de Incendios Rurales. Es grato que te reconozcan por tu trayectoria.
A futuro, si me proyecto, siempre digo que mientras tenga buena salud y pueda subir la escalera -que mide 30 metros-, seguiré dedicándome a esto. Afortunadamente mi estado físico es bueno aún y me demoro cinco minutos en estar arriba.
Si bien hay muchas personas que no conocen este oficio, puedo decir que ha ido en aumento. Los incendios forestales cada vez son más recurrentes por las altas temperaturas, por lo que ha sido necesario que más personas se integren y sea más nombrado. Los torreros ayudamos a la comunidad.
*Envíanos tus historias a cosasdelavida@latercera.com
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