Un viaje al centro de los derechos de los niños
Amor, juego, protección y educación; poder expresarse y ser escuchado; nunca ser discriminado, sin importar las diferencias entre nosotros. ¿Qué necesitan los niños para desarrollarse en plenitud? Aquí, una historia, para grandes y pequeños, sobre los derechos que todos los días debemos defender para los niños del mundo.
Es un hermoso día de sol y Agustín llega de la mano de su abuela al parque. "¡Venir a jugar es la mejor parte del día!"- piensa. "¿A qué juego vas a ir, Agustín?", le pregunta su abuela. Podría ir a los columpios o el balancín. Es difícil a veces escoger, pero siempre es mejor tener la libertad para decidir.
Agustín corre al resbalín, su juego preferido, ¡pero hay una fila para subir! Delante suyo está Pascal, mirando al suelo, triste.
¿Estás bien, Pascal? - le pregunta Agustín.
Me empujaron al final de la fila - dice Pascal - creo que no les gusta que sea diferente.
¡Qué tontos son!- les grita Agustín a los otros niños, enojado, pero decide no pelear con ellos. Toma a Pascal de la mano y van a un rincón del parque lleno de pequeñas piedras.
"Me gustan las piedras, porque todas son distintas. Sería muy aburrido que todas fueran iguales", dice Agustín. Pascal comienza a limpiar las piedras una por una, examinando sus formas y colores. "Tienes razón, es mucho más divertido que cada una sea distinta, ¡como nosotros!", agrega Pascal. Entonces deciden amontonarlas para hacer una torre, una fortaleza.
Su amiga Sofía llega corriendo al lado de ellos y lanza su mochila al pasto. "¿Qué están haciendo? - pregunta.
Construyendo una torre. Los otros niños empujaron a Pascal al final de la fila del resbalín-, explica Agustín.
¡Eso es discriminación! - responde Sofía. Hoy en la escuela aprendí eso: que todos los niños tenemos los mismos derechos, sin importar de dónde venimos, qué idioma hablamos, el color de nuestra piel, si nuestros papás tienen plata y un montón de cosas más...
¿Eso lo dijo tu profesora? - pregunta Agustín.
Sí, ella nos enseña muchas cosas. Me dijo que no porque mi mamá viniera de otro país yo tenía menos derechos que los otros niños.
¿Tampoco te pueden discriminar porque prefieres jugar más con algunos juguetes que con otros? - preguntó Pascal.
¡No! - dice Sofía- A mí encanta jugar contigo, Pascal, porque podemos jugar con autos, con bloques y con muñecas, sin que nadie se burle o diga que está mal.
Con tacitas de té y con cohetes también - agrega Agustín.
También - continúa Sofía - ¡Jugar a ser muchas cosas distintas! Y ponernos la ropa que queramos.
¡Y bailar! - agrega Pascal, haciendo a los otros reír - Me cae bien tu profesora, Sofía.
A mí también. Nos enseña a ser tolerantes y a querer a los otros niños tal como son.
El amor sanador
En el otro extremo del parque los adultos observan a los niños jugar. Los niños saben que ellos están atentos por si alguno se accidenta o hay una pelea. Esa protección los hace sentir felices y tranquilos. Saben también que si tienen hambre o frío ellos estarán listos para darles una colación o ponerles una parka. Eso es lo que hacen los adultos cuando quieren a los niños.
Sofía, Pascal y Agustín ya han pasado un buen rato jugando y tienen hambre. Así que deciden hacer una carrera para ver quién llega más rápido donde los grandes. ¡El que llega último debe compartir su colación!- dice Agustín, y salen disparados, dejando sus piedras olvidadas. A mitad de camino, Agustín se tropieza, cae y, ¡oh, no! Empieza a llorar. Sofía y Pascal lo abrazan e intentan ayudarlo a ponerse de pie mientras limpian su ropa. Los adultos -la abuela de Agustín, el papá de Sofía y la mamá de Pascal- vienen corriendo a encontrarlos.
¿Estás bien, Agustín? - dice su abuela preocupada, al tiempo que lo toma en brazos y lo llena de besos.
Parece que se hizo un rasmillón en el brazo, déjame revisarlo-, ofrece el papá de Sofía.
Todos caminan hacia la banca más cercana. Los grandes le preguntan a Agustín cómo se siente, y como él dice que le duele mucho su brazo, debaten sobre si es mejor llevarlo a un médico para que lo revise. Los niños toman jugo y comen un sándwich. Como Agustín no puede mover su brazo, Pascal le sostiene su cajita de jugo para que pueda beber sin soltar su pan.
Agustín nunca va a soltar su sándwich- bromea Sofía, y Agustín suelta una carcajada.
Parece que ya te sientes mejor- dice la abuela de Agustín.
Solo porque me abrazaste y me llenaste de besos -explica- y porque todos están muy preocupados de mí y me cuidan.
Eso es porque ustedes son siempre lo más importante -dice la mamá de Pascal. Ustedes están siempre primero.
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