Autonautas de la Cosmopista: el último y loco viaje de Cortázar
En 1982, el escritor junto a su pareja Carol Dunlop emprendieron un periplo hacia Marsella el que sirvió de inspiración para un libro. Sin embargo, pocos meses después, la fotógrafa moriría, lo que dio al libro un inesperado carácter de despedida.
La mañana del 23 de mayo de 1982, Julio Cortázar y su pareja, la fotógrafa estadounidense Carol Dunlop cargaron la vieja camioneta roja. Su idea, era efectuar un viaje. "Consiste en embarcarnos en nuestra Volkswagen, que es como una casita con cama, cocina y todo lo necesario, y efectuar el viaje París-Marsella deteniéndonos cada día en dos parkings, sobre un total de unos 70", explicó al escritor a su amigo y agente literario Guillermo Shavelzon.
No sería una expedición cualquiera. La pareja se propuso documentar y explorar todo lo que pudieran, y a partir de esa información, construirían un relato, una suerte de crónica de la travesía. La ruta ya había sido un tema en la obra de Cortázar, pues esa misma carretera había inspirado el cuento La Autopista del sur.
Los autonautas de la cosmopista, se tituló el trabajo que tiene un tono decididamente alegre. En él se pueden leer los clásicos giros sorpresivos y personajes imposibles propios del universo de Cortázar, además de referencias a Marco Polo y otros viajeros célebres. Pero en ese momento, tanto el escritor como su compañera padecían problemas de salud, los que se agravarían tras el final del viaje.
Carol murió el 2 noviembre de ese año, a los 36 años. El escritor la cuidó hasta el último aliento. Días después, destrozado, le contó los detalles a su familia en una carta. "Tal vez lo sepan ya por Aurora [la primera mujer de Julio], que me dijo que iba a escribirles enseguida. Carol se me fue como un hilito de agua entre los dedos el martes dos de este mes. Se fue dulcemente, como era ella, y yo estuve a su lado hasta el fin, los dos solos en esa sala de hospital donde pasó dos meses, donde todo resultó inútil".
Por ello cuando el libro salió a la venta a comienzos de 1983, este tomó un nuevo significado. Era el homenaje del autor a su compañera. Una carta de amor póstuma. Una postal de sus últimas alegrías juntos.
Tras la partida de Carol, Julio cayó en una profunda depresión. A pesar de ello, hizo un último viaje a la Argentina, donde no fue recibido por las autoridades de la naciente democracia. En el país trasandino pudo celebrar la edición del libro, el que alguna vez planeó como un gran trabajo, pero que acabó como un adiós. Cortázar, enfermo de leucemia, falleció el 12 de febrero de 1984.
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