El soundtrack de El irlandés: un viaje a la América profunda
De Glenn Miller a Fats Domino, el filme de Martin Scorsese ofrece una selección de canciones que recorre los rincones de la música popular estadounidense de mediados del siglo, marcados por la presencia del r&b, los últimos días del swing, la aparición de la cultura juvenil y la inmigración como dinámica de consolidación.
Alguna vez el siglo XX fue definido como el "siglo de la gente". La irrupción de las masas en el pulso de la actividad política, el auge de las organizaciones sociales y la glorificación del "hombre común", en especial tras las guerras mundiales, le ganaron un lugar a su cultura. El mundo de la calle, sus modas, costumbres y sonidos, permitió el surgimiento de ciertas tendencias, cuyas raíces se hundían en los primeros años de la centuria, pero que ahora, tras la postguerra, encontraban un espacio también en los sectores medios de la sociedad.
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"La novedad de los años cincuenta fue que los jóvenes de clase media y alta, por lo menos en el mundo anglosajón, que marcaba cada vez más la pauta universal, empezaron a aceptar como modelos la música, la ropa e incluso el lenguaje de la clase baja urbana, o lo que creían que lo era -escribe Eric Hobsbawm en su célebre Historia del Siglo XX-. La música rock fue el caso más sorprendente. A mediados de los años cincuenta, surgió del gueto de la 'música étnica' o de rythm and blues de los catálogos de las compañías de discos norteamericanas, destinadas a los negros norteamericanos pobres, para convertirse en el lenguaje universal de la juventud, sobre todo de la juventud blanca".
El doo wop, el r&b, el jazz, el folk, fueron la banda sonora de una era. La misma que recorre, a punta de retoques digitales y flashbacks, la trama de El irlandés, el filme de Martin Scorsese que en tono épico, aspira a tener la última palabra en las películas sobre el mundo de la mafia en Estados Unidos. Por eso sus canciones no solo sirven de cortinas para jugar con la tensión dramática. Nos revelan las claves de un momento. Las preferencias y énfasis de los creadores, músicos y letristas que conformaban un industria boyante que luego llevaría la palabra de la música popular por el orbe, acaso como una de las más poderosas de las exportaciones no tradicionales del país del "Tío Sam".
"Las canciones en El irlandés son un boleto para el transporte en el tiempo: una máquina de discos mágica que revitalizará gemas musicales pasadas por alto y te colocará firmemente en una América pasada donde reinó Jimmy Hoffa, gobernó Jackie Gleason y Jerry Vale cantó", comentó a Rolling Stone el compilador musical Randall Poster, quien trabajó codo a codo con el director. "Solo una película de Scorsese como esta puede encender el pasado con tanta urgencia y ambición".
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Glenn Miller[/caption]
Melodías de posguerra
Si bien, tuvo un éxito moderado cuando salió al mercado en 1956, "In the still of the night" es considerada una de las canciones pioneras del género doo-wop. Fue grabada en el sótano de la iglesia de San Bernadette, en New Haven, por The Five Saints -en rigor, eran cuatro-, debido a su buena acústica, aislada del bullicio callejero. Surgió casi por accidente. La escribió Fred Parris mientras viajaba en un tren hacia Filadelfia, en los días que servía en el ejército al igual que otros de los integrante del conjunto. Lo que hacían era copiar las armonías de los cantos de iglesia, pero reducidos a un formato más portable y práctico. Es la misma lógica por la que las bandas de rock and roll acabaron por sepultar a las orquestas de baile, poco tiempo después; al ser de pocos integrantes, eran mucho más baratas.
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"El inicio de la Segunda Guerra Mundial desaceleró el interés por la música gospel en Estados Unidos, ya que el racionamiento de gasolina, la escasez de caucho para llantas y la desaceleración en la producción de automóviles redujeron los viajes, lo que limitó las actuaciones a las iglesias locales cuando los grupos llegaron principalmente por ferrocarril -escribe Lawrence Pitilli en su libro Doo-Wop Acappella: A Story of Street Corners, Echoes, and Three-Part Harmonies-. Sin embargo, en este momento se estableció un patrón armónico vocal que serviría como modelo tanto para grupos acompañados instrumentalmente como para grupos de capella doo-wop".
Otro sonido del período está en las composiciones de Glenn Miller. "Tuxedo Junction" es un estándar de jazz de la era de las big bands, el formato que dio fama al también mayor del ejército de Estados Unidos. Se trata de una pieza instrumental que proporcionó a Miller su segundo éxito en tiempos que el swing, aún resoplaba popularidad. "El frecuente empleo por parte de Miller de temas basados en riffs sincopados, como 'Tuxedo Junction', 'Pennsylvania 6-5000' e 'In the Mood', era su única deuda importante con la era del swing -escribe Ted Gioia en su historia del jazz-. Más que mirar atrás, Miller sobre todo se adelantó a la música popular de la época de posguerra, con su atmósfera más dulce y menos vertiginosa y su separación cada vez mayor de las raíces afroamericanas".
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La música de Miller revela su excepcional habilidad para la melodía. Así sucede con su otra composición incluida en el filme, "Moonlight Serenade". "Evocando la Sonata Claro de Luna de Beethoven y adelantándose a innumerables piezas instrumentales posteriores (como 'Ebb Tide' y 'Theme from 'A Summer Place'), esta distintiva pieza de Miller constituía el ejemplo por excelencia de su talento para aminorar los excesos del swing y regresar al sencillo arte de la composición de canciones", agrega Gioia.
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Otras composiciones como "Qué Rico el Mambo" de Dámaso Pérez Prado y "Melancholy serenade", de Jackie Gleason, son otros ejemplos de la era en que las orquestas eran la expresión dominante en la música popular. Pero que no tardaría en ser desafiada por la juventud nacida tras los años de guerra.
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Fats Domino[/caption]
Mannish boy
Pero la música popular en Estados Unidos no solo se acotó al jazz. Desde los pantanos fangosos del delta del Mississippi surgió un sonido que se consolidó al llegar a las ciudades del norte de mano de los emigrantes negros que arrancaban de la pobreza, el racismo y la falta de oportunidades. Simple, con una estructura repetitiva y a menudo basada en historias personales, el rythm & blues fue una de las expresiones más notables surgidas desde la américa afroamericana. Sus grabaciones conocidas como "discos raciales", se colaban poco a poco en los tocadiscos de las clases medias, y llegarían a ser muy influyentes al otro lado del atlántico.
Uno de esos jóvenes negros que emigraron desde el sur profundo a Chicago fue Muddy Waters. Nacido como McKinley Morganfield, en Mississippi, es uno de los nombres importantes en el vínculo de la tradición del blues del delta -se formó mirando a Son House- con su posterior transformación eléctrica en las rudas noches en los clubes de la "ciudad de los vientos". Hábil guitarrista, admirador de Robert Johnson y contrabandista de whisky, se había hartado de la vida en una plantación. Tomó el tren en Clarksdale para construir su leyenda.
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No fue fácil. En la ciudad el swing aún disfrutaba de buena salud, los jóvenes se interesaban en el bebop, una variante del jazz, y el ambiente sofisticado de la bohemia veía al blues como una expresión tosca de campesinos polvorientos. Sin embargo, a partir de su asociación con otros artistas y figuras importantes en la difusión musical (como los hermanos Chess, creadores del legendario sello discográfico que lleva su apellido) se abrió paso. El resto lo hizo su talento. A punta de canciones como "Mannish boy" y "(I'm your) Hoochie Coochie Man", que comparten riffs similares, contribuyó a consolidar una escena sostenida en el alto volumen y los instrumentos amplificados, en la que después surgieron nombres tan descollantes como Bo Diddley (también presente en la película con "Pretty thing"), Howlin' Wolf, y Buddy Guy.
Por ello, había demanda por artistas. Gente como Smiley Lewis logró posicionar "I hear you knocking", en 1955. El tema, como se estilaba por entonces fue escrito por una pareja de autores, el trompetista Dave Bartholomew y el guitarrista Earl King. Era un blues lento, marchoso, con acompañamiento de bronce, que relataba una retorcida historia de desamor.
Pero como toda corriente, en algún momento el r&b comenzó a perder presencia. Por ello, a fines de la década de los 40', algunos sonidos se disputaron la sucesión. Había que encontrar algo nuevo. Y nuevamente desde el sur, surgió la respuesta. "The fat man" -también incluida en la cinta- revelaba al mundo un nuevo talento: Fats Domino. Un pianista panzón de aspecto amable, hijo de un violinista y sobrino de un trompetista de jazz. Con su dominio del piano empujó el boogie-woogie -una forma acelerada de blues- a nuevas dimensiones y abrió paso para otros exponentes como Little Richard o Jerry Lee Lewis. Domino incluso grabó su propia versión de "I hear you knocking" en 1961.
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Aunque de todas maneras, tanto el r&b como el rock and roll de primera era alcanzó para que una generación de jóvenes, en Reino Unido, y en otras zonas de Estados Unidos, se formaran escuchando los discos de las viejas leyendas. Fue el punto de partida para músicos como Eric Clapton, Robbie Robertson (integrante de The Band que está a cargo del tema principal del filme) y los Rolling Stones (solían tocar temas de Muddy Waters en sus primeros días, además de tomar su nombre de una canción suya).
"Anteriormente, los jóvenes elegantes de clase trabajadora habían adoptado los estilos de la moda de los niveles sociales más altos o de subcultures de clase media como los artistas bohemios; en mayor grado aún las chicas de clase trabajadora -afirma Hobsbawm-. Ahora parecía tener lugar una extraña inversión de papeles: el mercado de la moda joven plebeya se independizó, y empezó a marcar la pauta del mercado patricio".
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"La partitura musical de El irlandés fue una hazaña inusual. Intentábamos descubrir un sonido, un estado de ánimo, una sensación, que podría funcionar, a lo largo de las décadas que tiene lugar esta historia -contó Robertson a Rolling Stone sobre su trabajo, solo disponible en la BSO-. Marty se sintió atraído por un tema que escribí que aportó una calidad única e intemporal a esta película ".
A fin de cuentas, la clave de la época estriba en el movimiento. La inmigración, el desplazamiento y la circulación de la música fueron elementos clave para la consolidación de una sonoridad, al modo de sus mismos artistas. "¿Por qué el sonido de la música latina que desarrollaron los cubanos en La Habana ejerció una influencia estilística mucho mayor desde Nueva York, donde los músicos eran puertorriqueños? ¿Por qué el sonido del 'jazz de la Costa Oeste' fue creado por gente nacida muy lejos del océano Pacífico?-se pregunta Gioia-. Los autores que tratan estos temas suelen tratarlos como anomalías o curiosidades, pero en realidad son el resultado, bastante previsible, de unas pautas sociales más generales. Cada una de estas creaciones supuestamente 'artísticas' fue impulsada, en primer lugar, por los flujos de la gente y del dinero (...) el blues del Delta no podía permanecer en el Delta mucho más tiempo; además, si lo hubiera hecho, nunca habríamos llegado a conocer a muchos de los mejores músicos que ha producido la región".
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